La Feria de Curro y el Platanito

En 1965 Curro Romero acabó la tarde en el quirófano del sanatorio de Domingo Artés

Curro Romero junto a Fausto Romero y Eduardo Marín. Era la tarde del 24 de agosto de 1965.
Curro Romero junto a Fausto Romero y Eduardo Marín. Era la tarde del 24 de agosto de 1965.
Eduardo de Vicente
20:31 • 21 ago. 2023

Como vivíamos con las puertas abiertas para que entrara el fresquito, la música de la radio era la banda sonora de las tardes dentro de las casas y en las aceras, cuando la gente llamaba a su emisora amiga para participar en los discos dedicados. Aquel verano de 1965 no paraba de sonar ‘La chica ye-yé’, convertida en el nuevo himno de aquellos muchachos con flequillo largo y de aquellas adolescentes con sus minifaldas revolucionarias.



Entonces era costumbre que cuando empezaba a retirarse el sol, sobre las siete de la tarde, los vecinos salieran a las puertas, las regaran para evitar el polvo y combatir el calor y montaran las sillas en las aceras convirtiendo la calle en el salón de sus casas, mientras que en la radio o en el tocadiscos recién comprado del hermano mayor seguía sonando ‘La chica ye-yé’.



En cierto modo, ‘El Cordobés’ fue un fenómeno ye-yé, uno de los primeros toreros con melena, un heraldo de los nuevos tiempos que conquistó los corazones de la juventud, tal vez más por su imagen que por el arte que atesoraba en el oficio. Aquella Feria de 1965 el joven torero de Palma del Río protagonizó uno de los grandes acontecimientos del año al entrar en el mismo cartel que otro mito de la época, Curro Romero.



El 24 de agosto se llenó la Plaza de Toros para ver a los dos monstruos en acción: la pureza y la inspiración frente al coraje y la locura. ‘El Cordobés’, como se esperaba, salió por la puerta grande, mientras que Curro Romero lo hizo en brazos de sus asistentes hacia la enfermería. 



Curro sufrió una grave cogida, con una cornada de ocho centímetros de longitud en el muslo derecho. Tuvo que ser intervenido por el cirujano don Domingo Artés y el diestro de Camas tuvo que pasarse unos días en Almería, internado en el sanatorio que el ilustre doctor tenía entonces en uno de los malecones de la Rambla.



Aquel año tuvimos doble ración de ‘El Cordobés’. El auténtico, el ídolo de multitudes y otro que apodaban ‘El Platanito’, que también era conocido como ‘El Cordobés’ de los pobres. Los dos venían de la pobreza, los dos querían triunfar, pero no tuvieron el mismo destino: mientras que el de Palma del Río tocó el cielo, ‘El Platanito’ acabó haciendo números en el espectáculo cómico taurino que se hizo célebre en los años siguientes.



En 1965 no conocíamos la existencia de las olas de calor y como tampoco existía la Feria del mediodía, la temperatura no era un inconveniente. Durante los días de Feria tuvimos una media de 26 grados y por la noche no subía de 21 o de 22, que en la zona del puerto eran algunos grados menos, por lo que a veces era conveniente llevarse una rebequilla por si la fiesta se alargaba hasta la madrugada.



Donde subía más la temperatura era en el escenario del Teatro Cervantes, que para la Feria del 65 nos trajo un espectáculo lleno de picardía, el que traía la famosa Revista Colsada, con Angela, una vedette italiana de exuberantes encantos artísticos. En el elenco de Colsada venía también Lina Morgan, que ya iba camino de convertirse en una estrella.


En la Alcazaba no cesaban los espectáculos y los amantes de la danza tuvieron la oportunidad de ver en directo a Antonio el bailarín, que junto al cantante Luis Mariano fueron dos de las grandes atracciones que actuaron en nuestro primer monumento.


El Club de Mar se llenaba todas las noches de Feria y había que pedir cita con antelación para coger una mesa. Daba mucho prestigio entonces decir que habías cenado en el Club de Mar, mucho más que presumir del pollo con papas que te habías zampado en una humilde caseta del Real de la Feria.


Aquel verano de 1965 fue el de los frigoríficos Westinghouse que Bazar Almería distribuyó por casi todas las casas de la familias de la incipiente clase media, que recibían al aparato con honores de divinidad. Mientras que Almería y los almerienses disfrutaban de  su Feria, el periódico nos aguaba la fiesta con los anuncios de los principales colegios privados, recordándole a los padres, que al día siguiente de terminar las fiestas se abría el plazo para formalizar las matrículas.


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