Los orígenes del Paseo Marítimo

En 1968 se subastaron las obras para un gran paseo entre la Térmica y San Miguel

El Paseo Marítimo en construción, en los años 80, con los once espigones que iban de San Miguel a la Térmica.
El Paseo Marítimo en construción, en los años 80, con los once espigones que iban de San Miguel a la Térmica.
Eduardo de Vicente
20:47 • 27 abr. 2023

En 1962 empezó a decidirse el futuro de la línea de costa que iba desde el barrio de Ciudad Jardín al Zapillo. Se hablaba entonces de la conveniencia de construir un gran Paseo Marítimo custodiado por grupos residenciales como los que se veían en otras ciudades que nos llevaban la delantera en la carrera por el turismo.



Almería quería vivir de cara al mar, construir una nueva ciudad costera que sirviera de escaparate a la hora de promocionar nuestras bondades climatológicas y nuestras playas, y esa nueva ciudad pasaba de forma irremediable por la franja litoral que  desde el balneario de San Miguel se extendía hasta la curva del río.



Para empezar a levantar el nuevo barrio marítimo y su malecón era necesario la regeneración de la playa, pero cómo había prisas por hacer negocio, como los promotores apretaban viendo la posibilidad de sacar tajada, la construcción de edificios se adelantó a todos los proyectos y antes de que comenzaran las obras de regeneración de la playa ya estaban en pie los monstruos de hormigón, auténticos heraldos de los nuevos tiempos.



Los bloques de edificios llegaron sin orden ni concierto para colocarse a orilla de la playa. Era tanta la proximidad que algunas construcciones, como las del Playmar, tuvieron que utilizar placas flotantes en su cimentación debido a la proximidad del mar, además de un muro de contención en su línea de aceras para frenar el ímpetu del oleaje en los días de fuerte temporal.



Tras una década de gestación, el proyecto del Paseo Marítimo empezó a caminar de verdad en el otoño de 1968, cuando salieron a subasta las obras, tanto del malecón como las de la regeneración de la playa, por un presupuesto de sesenta y tres millones de pesetas de los que aproximadamente la mitad, eran financiados por el Instituto Nacional de Industria.



El proyecto comprendía un Paseo Marítimo desde el espigón de la Térmica a la zona conocida como Villasorrento, y una serie de once espigones hasta la playa de San Miguel para retener las arenas y defender la playa. Además, entre el balneario de la familia Naveros y el embarcadero de la Compañía Andaluza de Minas, estaba previsto la construcción de un espigón de  escollera.



En 1969 comenzaron las obras del Paseo Marítimo. En aquellos tiempos los temporales seguían castigando con dureza el litoral y las aguas batían con estrépito la cimentación de los edificios en los días más crudos de viento. El nuevo barrio presentaba un aspecto fantasmagórico, con los edificios gigantescos recién construidos, la playa aún sin regenerar y las olas lamiendo los pies de las construcciones.



Poco a poco fueron desapareciendo las últimas señas de identidad de lo que había sido el barrio de los chalés y el de las casas de los pescadores y cuando entraron las piquetas no respetaron ni el arbolado de los eucaliptos que separaba la playa del Zapillo de la carretera. En aquel pequeño bosque  construyeron Valverde y Morales los tres bloques de edificios Playmar. Las obras se iniciaron en 1964 y los apartamentos comenzaron a venderse tres años después. Pisos entre 465.000 y 650.000 pesetas, con tres dormitorios, a la orilla de la playa, con dos baños, antena colectiva, teléfono interior y con derecho a caseta de baño en la planta baja, el sueño de muchas familias de la clase media que buscaban una ocasión como esta para pasar los meses de verano frente al mar. 


El edificio Playmar sumaba su nombre a la lista de construcciones gigantescas que se inició en 1963 con el edificio Playa, en el corazón de Villagarcía. Fue uno de los más populares de la zona porque allí se instaló el restaurante Manolo Manzanilla, que también fue tablao flamenco y posteriormente sala de fiestas. Por esos años comenzaron a levantarse los pisos del callejón que iba desde la esquina de la Habana, en la avenida Vivar Téllez (hoy Cabo de Gata), hasta el mar. Cuando la zona estuvo urbanizada el ayuntamiento, en el Pleno del 19 de septiembre de 1966, aceptó la petición hecha por Juan de la Mata, secretario del Juzgado de Instrucción número uno de Almería, para ponerle el nombre de Quesada a la calle. Fue una manera de rendirles homenaje a las familias de la población jiennense de Quesada que habían invertido en viviendas en la zona. Los Tritones, Las Conchas, el Zagal, Las Caracolas, el Tahití, fueron llenando de bloques la orilla del mar, acorralando a los bañistas sobre la arena, con los metros justos para poder poner las sombrillas y las esteras a salvo de las olas. 


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