La luz que no deja de asombrar

El recurso del alumbrado sigue siendo el principal atractivo para la Navidad

Alumbrado de Navidad en la Puerta de Purchena en 1968.
Alumbrado de Navidad en la Puerta de Purchena en 1968. La Voz
Eduardo de Vicente
20:00 • 27 nov. 2022

La luz eléctrica no deja de asombrar y no deja de convertirse en la gran aliada de los ayuntamientos cuando llegan los días de Navidad. La principal diferencia entre el alumbrado de hace cuarenta años y el actual era que antes era más austero, se adaptaba a la fuerza a las circunstancias económicas y se reducía al período navideño, mientras que en los tiempos actuales la gracia consiste en dilapidar el dinero público a sacos y en convertir la Navidad en una travesía interminable de casi dos meses que se llega a hacer insoportable, sobre todo para los vecinos que tienen que aguantar los inventos luminoso-musicales que se le ocurren al concejal de turno para decretar el estado de felicidad permanente. 



La luz no deja de asombrar desde que en las postrimerías del siglo XIX los almerienses empezaron a mirar hacia arriba con la boca abierta. La gran revolución de aquella época fue la luz eléctrica. A Almería llegaban todos los días noticias de una nueva villa española que había empezado a experimentar con el nuevo invento y se hablaba de la inminente llegada de tan importante adelanto. 



En el otoño de 1888 la prensa local trataba de convencer a los escépticos, a los poco amigos del progreso, sobre las ventajas del alumbrado eléctrico sobre el viejo sistema del gas y del petróleo. No todo el mundo estaba de acuerdo. En los cafés del Paseo se celebraban acaloradas tertulias a la hora del té en la que los detractores defendían que la electricidad estaba condenada al fracaso, que su generación supondría grandes costes económicos imposibles de soportar para la mayoría de los ciudadanos.



Pero la realidad era ya incuestionable. La electricidad era una conquista imparable que tocaba a las puertas de una ciudad tan escondida como Almería, donde casi todo lo que olía a progreso llegaba tarde. 



En noviembre de 1888 el conocido fotógrafo local, don Agustín Morales, la cámara que retrató a los agraciados por el Gordo de la Navidad de 1896, edificó una casa destinada a ‘fábrica de la luz eléctrica’ en el paraje del Quemadero conocido como la Huerta de los Cámaras. Unos meses después, en mayo de 1889, el señor Morales solicitaba al Ayuntamiento la autorización para empezar a construir dicha fábrica, en la que establecería motores y generadores para el alumbrado eléctrico de la capital. Para la instalación de la maquinaria se le exigió un acta suscrita por los vecinos y propietarios colindantes mostrando su conformidad.



Esta primera fábrica de electricidad fue bautizada con el nombre de ‘La Constancia’ y fue promovida además de por el señor Agustín Morales, por el empresario Pascual Sánchez Rodríguez, que fue su director. “Se establece el alumbrado eléctrico por el sistema de incandescencia, que tan buenos resultados está proporcionando en otras capitales. Entre las innumerables ventajas que tiene dicho sistema de alumbrado sobre los otros conocidos destaca el no producir incendios ni explosiones, que tan frecuentes son con el petróleo y el gas,  y el de dar una luz blanca, más bella que la de los demás sistemas”, explicaba la publicidad.



Un año después de que se pusiera en marcha el proyecto, la fábrica del Quemadero empezaba a dar sus primeros pasos. Con la maquinaria a punto para echar a andar, en octubre de 1889 se acometió el siguiente paso: la instalación del tendido de cables por las calles de la ciudad para que el milagro de la luz pudiera llegar a viviendas y comercios. Antes de que llegara el invierno ya se hallaban tendidos los cables a lo largo de la calle de las Tiendas y del Paseo del Príncipe. También se habían acometido los trabajos para la instalación de la electricidad en algunos establecimientos comerciales como el Café Suizo, al comienzo del Paseo, y el Bazar El León, frente a la fachada de la iglesia de Santiago. Para finales de noviembre de 1889 casi todos los comercios de la calle de las Tiendas, algunos de la calle de Granada y el mencionado Café Suizo, tenían ya instalados los alambres conductores, a la espera de que se pudieran colocar las lámparas. 



A medida que los trabajos avanzaban aumentaba el número de curiosos que se reunía a diario frente a los negocios más punteros para ver cómo avanzaba el milagro de la luz. En la noche del miércoles once de diciembre de 1889 se llevaron a cabo las pruebas para el alumbrado eléctrico en el Café Suizo. “La luz brilló con gran intensidad, iluminando el salón de este establecimiento por completo, cual si fuera de día”, comentaba el periódico al día siguiente. En las noches del 15 y 16 de diciembre, como adelanto de la Navidad, se organizó un gran espectáculo en el Paseo. En uno de los balcones del ‘Suizo’ y en la puerta del café de Méndez Núñez se instalaron “magníficos focos de luz” que atrajeron a cientos de curiosos deseosos de asistir a ese gran acontecimiento que era la llegada de la luz eléctrica. Entonces pudieron observar que funcionaba perfectamente el alumbrado eléctrico. “No hay más que contemplar la obra y vanagloriarse de haber nacido en este siglo”, decía la crónica del día.


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