La vida cuando no había tele

La calle era el gran escenario. Todo sucedía con lentitud

Eduardo de Vicente
00:17 • 25 oct. 2022 / actualizado a las 00:19 • 25 oct. 2022

El Parte de la noche, el que emitía Radio Nacional de España, nos daba las campanadas de la cena. El Parte siempre nos cogía en la mesa, mojando tiras de pan en la yema del huevo cocido mientras escuchábamos de fondo aquella sintonía que anunciaba las noticias.



La radio era una ventana que nos aproximaba a la realidad en un tiempo en el que todo sucedía con una lentitud   fatigada, donde hasta las noticias llegaban con retraso, como aquellos trenes perezosos y enfermos que teníamos en Almería. La radio nos contaba lo que ocurría en el mundo mientras nosotros seguíamos creyendo que no había otro mundo que el que se extendía desde nuestra calle al colegio. Lo que pasaba en Madrid nos quedaba tan lejano que nos parecía irreal.



La radio era un miembro más de la casa y se veneraba como el cuadro de la Purísima que todos teníamos colgado en una pared del comedor. 



La radio era intocable, el objeto prohibido para los niños, porque de la buena salud de la radio dependía en gran medida que se mantuviera el orden natural de las casas. La radio espantaba la soledad cuando los niños nos íbamos al colegio y las madres se quedaban recogiendo, fregando, lavando, planchando, cosiendo y llorando con los amores imposibles y los fracasos de las muchachas de las radio novelas. 



Cuando no había televisión teníamos la radio como compañera. Tampoco había frigoríficos, al menos en las casas de las familias humildes, por lo que había que refrescar el agua a base de trozos de hielo que en mi caso íbamos a comprar a la fábrica que había en Pescadería. En verano, mi padre compraba todos los días un par de barras para el negocio de los vasos de agua. Había una clientela de vasos de agua fresca a dos reales y si teníamos la suerte de que hubiera alguna obra cerca, la sed insaciable de los albañiles nos dejaba el cajón repleto. 



No teníamos televisión, ni teníamos frigorífico, ni tampoco estufa de butano, que llegaría poco después. Cuando apretaba el frío, que aquí llamábamos humedad, siempre teníamos un brasero a mano, que lo mismo lo sacábamos a la puerta de la casa para compartirlo con los vecinos, que lo colocábamos debajo de la mesa de camilla mientras nos íbamos quedando dormidos escuchando las últimas noticias del diario hablado. 



No teníamos tele, ni frigorífico, ni estufa moderna, ni tampoco lavadora. Las casas tenían patio y en el patio había un rincón donde reinaba la pila. Aquella pila de piedra que era el martirio de los niños cuando tocaba lavarse, era también el potro de tortura de las manos de tantas madres que se  dejaron la piel frotando la ropa.



Cuando no había televisión el espectáculo lo encontrábamos en la calle, que era el escenario por donde pasaban todo tipo de personajes y donde sucedían todas nuestras ilusiones infantiles. Cuando salían los soldados a desfilar, todos íbamos detrás desfilando; si salían los gigantes, media Almería los acompañaba  y en cada barrio que atravesaban se iban incorporando más y más niños.


La calle era un inmenso plató, la pantalla gigante de nuestra infancia, por el que transitaba una serie de personajes reales que superaban cualquier ficción. Pasaba el trapero recogiendo las sobras de las casas; pasaba el que iba arreglando los paraguas viejos, que como todos los objetos entonces, tenían que durarnos toda la vida; pasaba el basurero dejando su rastro a suciedad por las casas y por las calles; pasaba el afilador con un rebaño de niños detrás siguiendo el sonido de la flauta; pasaba el barquillero dejando en el aire ese rastro a canela que nos removía más el alma que el estómago y pasaba  la troupe del organillo haciendo juegos malabares con una cabra amaestrada. Y si éramos pocos en la calle, también pasaban los guardias municipales para quitarnos la pelota cuando jugábamos al fútbol y el camión de la regadora que nos refrescaba las calles y las caras. El espectáculo era constante, vivíamos en una sesión continua en la que poca falta o ninguna nos hacía la televisión.


Temas relacionados

para ti

en destaque