La Vuelta y ‘el bigotes’ de Filomatic

A comienzos de los 70, Almería fue una de las paradas obligadas de la Vuelta Ciclista

En abril de 1971 una etapa de la Vuelta salió del poblado del Oeste de Tabernas. Luis Ocaña era la gran estrella.
En abril de 1971 una etapa de la Vuelta salió del poblado del Oeste de Tabernas. Luis Ocaña era la gran estrella.
Eduardo de Vicente
07:00 • 23 sept. 2021

El ciclismo era una de las pasiones de aquella generación de niños de los primeros años setenta que nos pasamos las tardes de verano esperando la retransmisión de las grandes pruebas. Era emocionante cuando conectaban con Eurovisión y de pronto se nos aparecía delante de los ojos uno de aquellos puertos del Giro o del Tour por el que ascendía un pequeño grupo de escapados, mientras la señal se iba y venía. 



Los que éramos seguidores de Eddy Mercks buscábamos su estampa inconfundible y cuando comprobábamos que iba entre los elegidos nos llenábamos de felicidad. La mayoría iba con Luis Ocaña, que era el ciclista español, pero a otros nos gustaba Mercks porque nunca tenía bastante, porque lo quería ganar todo, como nosotros, los niños de aquel tiempo, que queríamos ser los mejores jugando al trompo, a las canicas, a la pelota y al dólar.



El ciclismo se convirtió en un espectáculo grandioso gracias a aquellas retransmisiones de televisión y los niños nos conocíamos los nombres de los corredores de memoria, aunque nunca los hubiéramos visto en persona ya que no era habitual que la gran carrera nacional, la Vuelta, viniera por Almería.



La suerte cambió en los años setenta y gracias a la ambición de nuestras autoridades, especialmente a hombres como José García Ruiz, el célebre ‘Pepe Lápiz’ y a Ángel Gómez Fuentes, pesos pesados de la comisión de Festejos, Almería pasó a formar parte del calendario de la Vuelta Ciclista a España durante tres años consecutivos: 1970, 1971 y 1972.



Nos emocionábamos viendo los corredores por la tele y después nos íbamos a la tienda de Alfonso a comprar ciclistas de plástico para jugar en nuestras casas, pero nada de eso era comparable con el placer que sentimos muchos cuando por primera vez vimos delante de nuestros ojos, en carne y hueso, a los corredores de verdad y a aquellas bicicletas que brillaban como si fueran de plata cuando las rozaba el sol. Nos quedamos mudos cuando el 26 de abril de 1970 , vimos en el Parque todo aquel circo que en  aquel momento nos pareció el espectáculo más grande del mundo: azafatas con faldas muy cortas y grandes ojos; decenas de coches que iban llegando rodeados de un rumor de sirenas y al final, el gran pelotón, los héroes a los que los niños les pedíamos la limosna de un bidón de agua o el milagro de una gorra. 



Venían nombres importantes del contexto ciclista mundial, aunque nunca llegamos a ver a Eddy Mercks, que solía reservarse para pruebas más importantes como el Giro y el Tour. En una de aquellas citas vimos en persona a Luis Ocaña, con la camiseta del equipo BIC, y al tío del bigote, ese ciclista de camuflaje que se hizo casi más famoso que los propios corredores, que como un figurante de lujo estaba en todos los finales de las etapas de todas las carreras del mundo. Se llamaba Jaime Mir y también formaba parte de nuestra lista de ídolos.



Recuerdo que los niños lo rodeaban como si fuera el ganador de la etapa y él lo agradecía repartiendo regalos publicitarios. Siempre iba enfundado en su maillot, en este caso el de Filomatic, que era la marca que patrocinaba el gran premio.



Qué paradoja, ‘el bigotes’ más célebre del país, el hombre del mostacho más prominente, llevando la propaganda de la que en aquel tiempo era la marca de cuchillas de afeitar más popular de España.


Aquel 26 de abril de 1970 en el que llegó la Vuelta era domingo y los niños fuimos a ver el sprint al Parque con la ropa de ir al cine y de pasear por el puerto, sintiendo que merecía la pena ir así vestido. Al día siguiente la etapa salió de la Plaza Vieja, y allí fue donde pudimos rozarnos con los corredores y donde el que escribe pudo conseguir uno de los trofeos más preciados de mi infancia que todavía hoy conservo: una gorra auténtica con la marca del refresco Kas.


En la primavera de 1971 nos volvió a visitar la querida Vuelta con un doble menú: la primera etapa fue una contrarreloj en el centro de la ciudad y la segunda salió desde el poblado del Oeste de Tabernas, que era nuestro escenario de lujo.


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