Luis León, un hombre inolvidable

El bar Pasaje fue uno de los negocios históricos de la ciudad, una referencia

Eduardo de Vicente
07:00 • 29 mar. 2021

Este aislamiento al que nos ha sometido la epidemia nos ha retirado en gran medida de la realidad, del día a día que vivíamos en las calles. Hace unos días me dieron la noticia de que un amigo, Luis León, el hombre del tenis en Almería, había fallecido el pasado año. No lo sabía, el encierro también me retiró a ese segundo plano en el que hemos tenido que habitar últimamente y le debía una despedida, un pequeño homenaje a un personaje que ha dejado una profunda huella en todos aquellos que lo conocieron, por su generosidad sin límites, por su bondad y por una entrega incondicional a una ilusión: el tenis, al que dedicó su tiempo, a veces su dinero, y siempre su vida. El tenis fue su pasión desde niño, pero su oficio fue la hostelería, desde que nació, desde que dio los primeros pasos en el bar de su padre, desde que empezó a articular las primeras palabras sobre el mostrador de mármol del Pasaje. 



El bar Pasaje  fue uno de los negocios históricos de la ciudad, una referencia para la generación de la posguerra, que llegó a estar de moda en los años cincuenta. Por las mañanas salía adelante con los desayunos, por lo que contaba con un servicio a domicilio que se encargaba de llevar los cafés a las casas particulares y sobre todo a las instituciones oficiales. En aquella época no se habían establecido aún los veinte minutos reglamentarios para el desayuno de los funcionarios, por lo que había que llevárselo hasta la misma oficina.



Luis León Lozano aprendió el oficio en el bar de su padre. No fue su primera experiencia en el mundo laboral; antes había trabajado de aprendiz en el garaje Inglés de la calle Reyes Católicos y en la tienda de repuestos que el empresario Modesto García Ortega dirigía en la calle Rueda López. En ninguna de las dos aventuras llegó a cuajar, por lo que terminó en el bar Pasaje, donde su padre le enseñó los secretos de la profesión. 



En los años sesenta trataron de abrirse paso también en El Ejido, pero el nuevo negocio no le fue bien y acabaron cerrando el bar Pasaje. El padre se marchó a Badalona a trabajar, mientras que Luis León Mena se colocó con Juan Leal en la bodega del Quinto Toro. Como era un hombre joven, con ganas de seguir aprendiendo, le costaba echar raíces en ningún trabajo. 



Un día, el empresario Manuel Terrón Ponce le ofreció entrar en el restaurante del ‘Manolo Manzanilla’, un negocio que además del comedor tenía una prestigiosa sala de fiestas en el barrio del Zapillo. De aquellos años recordaba las célebres juergas que se organizaban en la sala de fiestas, a las que acudían personajes muy conocidos de la sociedad almeriense, entre ellos, un clérigo de Almería que tenía especial vocación por las francachelas nocturnas en las se podía rozar de cerca a las muchachas del cuerpo de baile.



Del ‘Manolo Manzanilla’ pasó al restaurante de Las Conchas con don Gabriel Oyonarte, hasta que a comienzos de1968 se le presentó la oportunidad de formar parte de la plantilla del Gran Hotel Almería, que acababa de ser inaugurado unos meses antes.



El hotel se abrió antes que el comedor porque era necesario para recibir a los protagonistas de una película que se iba a rodar en Almería. Unos meses después se inauguró el restaurante con un equipo de treinta personas. Luis León estuvo nueve años en el Gran Hotel, llegando a alcanzar el puesto de maître, tiempo en el que tuvo el privilegio de conocer de cerca a los grandes actores que se alojaron en el establecimiento. Su vida profesional terminó como operario de la empresa que gestionaba las cabinas de teléfonos en la ciudad.



Además del trabajo, Luis León Lozano ha dedicado gran parte de su vida al deporte. En sus años de juventud llegó a conseguir un campeonato de Andalucía de atletismo por equipos, simultaneando las carreras con el deporte del tenis, otra de sus grandes pasiones. Luis fue uno de los personajes del tenis almeriense, incluso en su etapa como veterano. Su ilusión era seguir jugando hasta el final, hasta el último aliento, pero tuvo que colgar la raqueta siguiendo el consejo de su médico.



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