La ermita que protegía la vega

Lindaba al norte con la Carrera de Monserrat y a levante con el camino del Cortijo Grande

Vista de la Vega de Acá, en la zona comprendida entre la Carrera de Monserrat, la estación del ferrocarril, el Tagarete y el Cortijo Grande.
Vista de la Vega de Acá, en la zona comprendida entre la Carrera de Monserrat, la estación del ferrocarril, el Tagarete y el Cortijo Grande.
Eduardo de Vicente
19:00 • 18 feb. 2021 / actualizado a las 07:00 • 19 feb. 2021

No existe, al menos que se sepa, ni una sola imagen de lo que fue la muy antigua ermita de la vega donde se veneraba a la Virgen de Monserrat. Era un templo muy humilde que ocupaba un solar de 175,80 metros cuadrados en el corazón de la Vega de Acá, en la barriada de las Peñicas de Clemente, entre la Carrera de Monserrat y el paraje conocido como el Cortijo Grande, a poca distancia de donde en el año 1918 construyeron el nuevo Matadero Municipal.



La ermita se levantaba entre las huertas, con una portada simple donde destacaban los faroles de colores que la alumbraban en las fechas señaladas y la campana que guiaba las horas de las gentes del campo. No era un recinto religioso de misa diaria, ni una referencia espiritual en la ciudad, sino una modesta capilla donde los labradores veneraban a su patrona y le pedían amparo, salud y pan para sus hijos. “Allí iremos si las lluvias en gracia de Dios nos dejan, a comernos los melones y a celebrar la fiesta”, decía una de las coplillas que se entonaban cuando se acercaba el ocho de septiembre y se celebraba la natividad de la Virgen. 



En la víspera del santo, cuando se hacía de noche, era tradición quemar un castillo de fuegos artificiales y al domingo siguiente se organizaba la procesión que desde la ermita iba recorriendo los caminos que comunicaban los cortijos hasta la Carrera de Monserrat, que se engalanaba con abigarradas coberturas, churriguerescos percales y vistosas colgaduras que preparaban con devoción las muchachas de la vega. 



El día de la procesión aquella lejana zona de la vega se llenaba de fieles que se desplazaban en coches de caballos y caminando desde todos los barrios de Almería. Asistía también una representación del ayuntamiento y la banda de música municipal para acompañar a la Virgen en su trayecto. Hasta los primeros años del siglo pasado, la celebración de la fiesta de la Virgen de Monserrat era un gran acontecimiento para todas aquellas gentes del campo. La animación era extraordinaria y en la explanada que existía frente a la ermita se montaba una pequeña feria donde abundaban los puestos de sandías, garbanzos torraos, avellanas tostadas y turrón. Para tan señalada fecha, los labriegos y sus familias solían encalar las fachadas y las tapias de sus haciendas y se vestían con sus mejores ropas, las que habían ido confeccionando a lo largo del año para el santo de su patrona. Sonaba la música de las guitarras y las bandurrias y el baile se prolongaba hasta que ya no quedaban fuerzas para más.



La última celebración en la que la Virgen de Monserrat recorrió la vega desde su ermita fue la de 1930. La agitación política de los años de la república, cuando lo religioso pasó a estar bajo sospecha, cerró la vieja ermita y acabó con las fiestas y con la procesión mariana.



Sin actividad, el pequeño templo se fue quedando solo y el abandono lo llevó a la ruina. Sufrió destrozos en la guerra y en 1943 ya era un estorbo para el desarrollo urbanístico de aquella zona de la ciudad. En marzo, el aparejador municipal, señor Rapallo, presentó un informe en el ayuntamiento diciendo: “Al ir a tomar medidas para hacer el presupuesto de los puentes que deben construirse en la Carrera de la Vega de Acá, he visto que el muro de la iglesia de Monserrat que da a dicha carrera está desplomado”. El informe lo presentó también en el Obispado, propietario de la ermita, obteniendo la siguiente respuesta por parte del vicario general de la diócesis: “Tratándose de una ermita de tan antigua y repetida tradición en Almería, hasta tal punto que ha dado su nombre a una de las carreras de más tránsito de la vega, bien pudiera incluirse su reparación entre las obras que se realizan con motivo de la adopción de que han sido objeto los barrios y suburbios de la ciudad por parte de nuestro glorioso Caudillo”.



No hubo arreglo, el muro de la ermita se derribó en abril de 1943 y a comienzos de 1947 el ayuntamiento expropió el solar y las ruinas de la ermita para la alineación de la vía pública. Guillermo Langle, arquitecto municipal, informó en un escrito al ayuntamiento sobre las gestiones realizadas con la propiedad: “El Obispado accede a la expropiación del solar mediante el abono de la módica cantidad de dos mil pesetas”. Así terminó la historia de la antigua ermita de las huertas.





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