De la moda del Biscuter al eterno ‘Seíllas’

El Seat 600 llegó para convertirse en uno más de la familia y hacerse inmortal

El Biscuter y el Seat 600 eran primos hermanos por eran pequeños y  manejables.
El Biscuter y el Seat 600 eran primos hermanos por eran pequeños y manejables.
Eduardo de Vicente
07:00 • 30 nov. 2020

Primero llegó el Biscuter, con ese aire moderno que tenían los coches descapotables, dispuesto a solucionar los problemas de tráfico que ya empezaban a congestionar el Paseo en las horas punta. Parecía un vehículo irreal, con ese aspecto frágil que le otorgaba su pequeño tamaño. 



El Biscuter era un coche en miniatura, un modelo que parecía de juguete o sacado de la  atracción de Feria de los coches de choque. Era un coche sin puertas, sin techo ni ventanas, y con capacidad sólo para dos personas.  Parecía un coche para andar por casa, una zapatilla con ruedas y sin grandes atractivos, pero que sin embargo se ganó la gracia del público y se hizo muy popular en  las calles de Almería a mediados de la década de los cincuenta.



Fue en la Feria de Muestras de Barcelona, en 1953, cuando se expuso por primera vez este coche que llevaba la marca ‘Biscuter-Voisin’. Cuando los almerienses pudieron verlo por primera vez, gracias a los reportajes que entonces se proyectaban en los cines dentro del noticiario No-Do, hubo muchos comentarios en la ciudad apuntando que este tipo de utilitario podría tener mucho éxito en Almería ya que por sus características se adaptaba perfectamente a la configuración de la mayoría de las calles de nuestra ciudad, que no destacaban precisamente por su anchura.



En octubre de 1955 llegaron los primeros Biscuter al concesionario de don José Sicilia e Hijos, distribuidor oficial del coche en Almería. El 19 de noviembre fue presentado oficialmente al público, siendo considerado entonces como un “revolucionario vehículo”. 



Fue todo un acontecimiento y fue tanta la expectación que hasta un representante del Obispo y el Rector del Seminario, acudieron a la presentación de los primeros diez Biscuters que llegaron al concesionario. En vista del éxito y ante el gran número de almerienses que se dieron cita en la calle de Granada y sus alrededores queriendo ver los nuevos vehículos, se decidió organizar un desfile por el Paseo para que todos los ciudadanos pudieran ver de cerca a los populares Biscuters. 



La gente se sorprendía al ver un coche de 1,38 m de altura, 1,14 de ancho y 2,56 de largo, cruzar por el Parque a una velocidad de más de 60 kilómetros por hora. Muchas familias de la clase media invirtieron sus ahorros en comprarse un Biscuter para poder recorrer las carreteras de la provincia los fines de semana. Los más atrevidos llegaban hasta los límites con Granada, a riesgo de tener que regresar andando. Fue tanta su popularidad  que el ayuntamiento llegó a organizar, en 1957, una prueba de velocidad para Biscuters en un circuito que daba vueltas por el Paseo y la Rambla. El ganador fue Julio García, de Rioja, que se llevó un premio en metálico de dos mil quinientas pesetas.  El Biscuter estuvo de moda hasta los primeros años sesenta, cuando un coche de verdad, el Seat-600, irrumpió en el mercado nacional. El Biscuter no pudo competir con el nuevo vehículo y se fue quedando en un segundo plano, como una rareza que llegó a ser el reflejo de aquella sociedad que empezó a rendirle culto al tiempo libre.



Si el Biscuter fue una moda pasajera, el otro pequeño de las carretras, el popular Seat 600, llegó para quedarse, y lo hizo con tanta fuerza que se hizo eterno. Fue nuestro coche de cabecera, con el que crecimos varias generaciones de niños en una época en la que cuando veíamos pasar un ‘Seíllas’ por la calle salíamos corriendo detrás a ver si lo alcanzábamos antes de llegar a la otra esquina. 



El Seat 600 era para nosotros un coche casi infantil, tan pequeño, tan manejable, tan redondo que daban ganas de tocarlo y de subirse en el techo como si se tratara de un juguete. Parecía de acero, invencible, inagotable, fabricado para que nos durara toda la vida.


Además, era un coche tan práctico que lo mismo lo utilizaba un tendero para transportar la verdura que un maestro de escuela para ir a trabajar o el practicante del barrio para poner las inyecciones en las guardias de noche. Todos teníamos un familiar o algún vecino que cuando empezaba a trabajar y ahorraba los primeros sueldos se embarcaba en comprarse un Seat 600 a plazos. Era la ilusión de las familias de la clase media.



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