Las formas de propaganda del Régimen

Franco hasta en la sopa, debió de ser el lema escogido por la dictadura para echar raíces

Eduardo de Vicente
20:22 • 22 ene. 2020 / actualizado a las 07:00 • 23 ene. 2020

El Franquismo no hizo grandes alardes a la hora de promocionarse. Fue un régimen algo perezoso con los íconos y los detalles ideológicos imponiendo métodos directos sin grandes exhibiciones de ingenio. 



No estaban los tiempos para expertos en imagen y en sonido ni para colosales despliegues tecnológicos cuando la luz se iba casi todos los días y una gran parte de la población apenas tenía para comer. Tal vez por este motivo, porque la gente pasaba hambre y soñaba con sartenes de migas y huevos fritos, por lo que la dictadura nos fue metiendo a Franco hasta en la sopa, como si fuera un alimento tan imprescindible en la vida de las familias como el pan y la leche. El nombre del Caudillo llenó las tardes de cine, los campos de fútbol y hasta las aulas de los colegios. Hasta su muerte, en 1975, cada vez que íbamos a ver una película teníamos que aguantar el aburrido NO-DO que no se cansaba de promocionar la figura del Generalísimo. Nos la servían idealizada: pescando, cazando, inaugurando grandes pantanos y viviendas sociales, y hasta presidiendo la final de la copa que llevaba su nombre en el palco de honor del Santiago Bernabéu.



En Almería se puso de moda, sobre todo en las primeras décadas de la posguerra, colocar el nombre de Franco allí donde hubiera un hueco libre. Uno de los lugares más llamativos donde grabaron el tan usado ‘Viva Franco’ fue en el lomo de las vacas cada vez que se organizaba una feria del ganado, como se puede comprobar en la fotografía de esta página. En ella se ve al conocido terrateniente almeriense Jesús Contreras Espinar junto a un empleado, de regreso hacia la vega cuando pasaba por debajo del puente de piedra del mineral frente a las Almadrabillas. Al fondo aparece la tapia del recinto donde los empleados de Oliveros fabricaban y reparaban los vagones del tren.



Franco hasta en la sopa: en cada parte que emitían por las emisoras de radio, en las páginas del diario Yugo y hasta en las tapias de los solares. Cuando en los años cuarenta construyeron las pasarelas que unían el centro de la ciudad con la zona de expansión hacia la Carretera de Ronda, saltando el cauce de la Rambla, al diseñador no se le ocurrió mejor adorno que grabar en las planchas de hierro laterales el nombre de Franco.



Las fachadas de muchos edificos públicos como la del Instituto de la calle Javier Sanz y la fachada de la Escuela de Artes, tuvieron su símbolo franquista, y los escudos con águilas y flechas aparecieron hasta en la fachada principal de la Catedral y en el patio del convento de las Claras. Era una propaganda escasamente creativa, pero tenía la función de crear conciencia, de que la gente tuviera presente a su ‘salvador’ en cada hora del día.



De todo aquel despligue publicitario que promocionó el nombre de Franco, el método más efectivo fue, sin duda, el de las llaves de las viviendas sociales que el régimen se encargó de repartir por la ciudad. Tanto las casas de alquiler barato como las gratuitas llevaban el sello del dictador y cuando a una familia le daban una vivienda nueva nadie decía que se la había dado el Gobierno, sino que se utilizaba aquella frase tan repetida de: “las está dando Franco”. Por eso, cuando el Caudillo visitó por primera vez Almería, en el mes de mayo de 1943, uno de los actos centrales de la visita fue repartir las llaves de las viviendas que se habían construido para los pobres.



La propaganda de aquel día hizo un despliegue nunca visto hasta ahora, levantando arcos triunfales en puntos estratégicos de la ciudad. Hasta los barcos que estaban anclados en el puerto hicieron sonar las sirenas cuando el Generalísimo hizo su entrada triunfal. En ese despliegue propagandístico que se generaba en torno a la figura de Franco, no faltaban nunca las muchachas de la Sección Femenina, que con sus trajes típicos ponían el punto amable y pintoresco. 



Franco hasta en la sopa, y hasta en aquellos partidos de fútbol que se disputaban en el campo del Motoaznar y después en el estadio de la Falange, donde los jugadores y el trío arbitral saludaban al público con el brazo en alto a gritos de “Viva Franco”.


Franco hasta en los confesionarios y en las procesiones, cuando a la salida de la imagen la gente la recibía con el saluda franquista. Franco hasta en los colegios, cuando cada vez que se entraba a clase y a la hora de la salida, los niños cantaban el ‘Cara al sol’. Franco en la asignatura de Política, donde aparecía como el nuevo Cid Campeador. Franco en aquellos gloriosos desayunos que el régimen ofrecía cada primavera a los niños de la Primera Comunión, cuando con la boca todavía manchada de chocolate, aquellas almas de Dios entonaban como papagayos el himno.


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