20 años de batalla contra el ruido

Baldomero Rguez., presidente de la asociación Alborán, ve con pesimismo el problema del ruidio

Baldomero Rodríguez,  vecino de las Cuatro Calles y presidente de la Asociación de Vecinos Alborán.
Baldomero Rodríguez, vecino de las Cuatro Calles y presidente de la Asociación de Vecinos Alborán.
Eduardo Pino
07:00 • 24 mar. 2019

El ruido nocturno es  un problema moderno que tiene enfrentados a Ayuntamiento, vecinos y hosteleros desde hace un tiempo, sin que encuentren una solución que deje a todos satisfechos. 



Hace treinta años, cuando no existía la ruta de los bares ni la milla de oro, ni la costumbre de salir a tomar cañas a partir de las diez de la noche, el problema se centraba en los vecinos que tenían que soportar debajo de su vivienda la música y el ambiente de un pub o una discoteca. Entonces era un problema minoritario, nada que ver con la magnitud que ha alcanzado en los últimos años. 



La extensa manzana que va desde la Plaza Vieja hasta la calles de Trajano y Real se ha transformado en un parque monotemático del tapeo y las copas. En los últimos cinco años los bares han llenado casi todos los locales que quedaban vacíos dando origen a una ciudad nocturna que no existía, donde además de bares han surgido las terrazas y con ellas el ruido hasta la marugada. “Los vecinos llevamos más de veinte años luchando contra el ruido. Primero nos tuvimos que enfrentar al botellón y ahora tenemos el problema de las terrazas que cierran de madrugada y de los bares ilegales, alguno incluso con terraza”, lamenta Baldomero Rodríguez, vecino de las Cuatro Calles y presidente de la Asociación de Vecinos Alborán. Él ha mantenido varias reuniones con los políticos y con los empresarios buscando soluciones y ahora confía en que se cumplan las últimas normas dictadas: “El día seis de marzo el alcalde firmó una resolución, instando a reducir el horario de cierre de las terrazas en lo que se conoce como la zona saturada. En teoría ahora tendrán que cerrar a las doce y media de la noche los fines de semana”, afirma. Sin embargo, tanto él como la asociación que representa no están convencidos de que las ordenanzas vayan a cumplirse de forma rigurosa y teme que la mayoría de los negocios incumplan con la hora de cierre sin que nadie lo impida. “Lo cierto es que somos reticentes porque tenemos motivos para serlo. Creemos que no hay vigilancia, que se carece de medios policiales para poder cumplir estas medidas”, señala Baldomero, que pone como ejemplo una escena repetida con frecuencia en los últimos años: “Cuando los vecinos llamamos al cuartel de los municipales quejándonos del ruido a altas horas de la noche, la respuesta que nos dan por la centralita en muchas ocasiones es penosa:  nos dicen que solo tienen dos parejas para toda la ciudad”. Baldomero Rodríguez dice que no tiene nada en contra de los hosteleros y que los vecinos siguen dispuestos a dialogar todo lo que haga falta para llegar a un acuerdo amistoso, sin vencedores ni vencidos, sin heridas. “Queremos negocios, queremos terrazas, pero que respeten las normas, que no invadan en las calles un terreno que no les pertenece y que no nos hagan la vida imposible a los que vivimos en esta zona de la ciudad. El descanso de los vecinos es un derecho fundamental. Han sido muchos los que han tenido que abandonar sus viviendas de toda la vida porque no los dejaban dormir”, comenta.



El problema, según el presidente de la asociación Alborán, se ha ido agudizando en los últimos años a medida que han ido aumentando las licencias de terrazas. “También nos ha perjudicado la ley del tabaco, ya que todo el que está en un bar y quiere fumarse un cigarro se sale a la puerta y al final te encuentras con más gente en la acera que dentro y gritando más que hablando, porque todos sabemos que aquí tenemos por costumbre elevar la voz cuando estamos en público”, subraya.



Otro caballo de batalla de los vecinos se centra en cuestiones estéticas, en la permisividad para que un negocio monte una terraza en la puerta sin tener en cuenta las cuestiones de ornato. “Una terraza que se cierra tiene que tener  su marquesina reglamentaria, pero no cerramientos totales, algunos hasa con plásticos. Tampoco es de recibo y ya se han producido algunas denuncias en otras ciudades, que se coloquen sillas y mesas pegadas a las fachadas imposibilitando el paso de los viandantes”.







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