El artista de las tabletas de chocolate

Francisco Palenzuela Reyes se ha convertido en el rey de las envolturas del chocolate

francisco palenzuela en la puerta de la Tiendecilla, en la calle de las Tiendas, llevando el pedido de chocolate.
francisco palenzuela en la puerta de la Tiendecilla, en la calle de las Tiendas, llevando el pedido de chocolate. La Voz
Eduardo Pino
07:00 • 04 nov. 2018

Una buena idea puede ser un tesoro. A Francisco Palenzuela una buena idea le ha cambiado la vida de  forma radical, desviando su profesión como fisioterapeuta hacia el mundo empresarial, un cambio de oficio que ni él mismo podía imaginar hace un año y medio. Todo empezó en el mes de junio de 2017 cuando volvió a ver una película que lo había dejado marcado en su primera infancia. “Con seis años vi Willy Wonka y la fábrica de chocolate y desde entonces estuve durante un tiempo enganchado de tal forma a la película que no podía dejar de verla”, asegura.




Francisco Palenzuela soñaba con aquel milagro infantil donde unos niños se encontraban un premio en el interior de una chocolatina que les permitía vivir por dentro la increíble fábrica hecha con dulces y chocolate. “Me parecía maravilloso aquel lugar y esa experiencia de encontrarse en un sitio donde todo fuera de chocolate”, recuerda.




Hace un año y medio buscó de nuevo la película de su vida y como si regresara a los seis años de edad se sentó delante de la televisión dispuesto a emocionarse y se colgó de un sueño profundo. “Al terminar de ver la película me invadió un deseo irrefrenable de tener mi propia tableta de chocolate, personalizada con un envoltorio de esa película que tanto me seguía impresionando”, me cuenta.




Nada más levantarse del sofá se puso a trabajar. Se fue por las tiendas hasta que encontró una tableta de cien gramos, el mismo tamaño que tenía la que salía en la película, y la decoró con un envase donde aparecía el anuncio de ‘Wily Wonka’. Para que el invento fuera más sugerente le puso en el interior un ticket de regalo, como en la película, para poder visitar esa fábrica de chocolate que ya formaba parte de sus sueños y de su propia vida.




La ocurrencia no hubiera pasado de un invento juvenil si no se le hubiera ocurrido darla a conoce por internet. “Cuando la terminé quedé tan contento de mi obra que quise compartirla con los amigos y cuál fue mi sorpresa que una hora después, cuando volví a encender el ordenador, tenía un montón de peticiones de gente que quería tener su tableta de chocolate personal”.




Así comenzó con su industria, atendiendo las manías personales a través del ordenador: uno le pedía una tableta con el envoltorio de su grupo de música favorito; otro con un corazón y con un mensaje de amor dentro de la cubierta; otro con alusiones a unos dibujos animados, a Juego de Tronos, a Harry Potter. Se fue convirtiendo sin darse cuenta en un auténtico empresario, en un creador de chocolate sin necesidad de llenarse las manos ni de montar una fábrica. En la intimidad de su cuarto, él iba ejecutando sus propias creaciones, atendiendo los deseos de su creciente grupo de compradores.




Un día, entre los mensajes de sus clientes, se encontró con uno de una tienda de Bilbao que le pedía un encargo a gran escala. Desbordado por las solicitudes que le llegaban de toda España decidió convertirse en un distribuidor al por mayor y se dedicó a vender exclusivamente a tiendas. “En estos momentos mis creaciones están llegando ya a cuarenta y cinco establecimientos de todo el país y en un año y medio llevo más de treinta mil tabletas vendidas”, asegura.




Su trabajo fluye por el sendero de la más absoluta legalidad. Se puso en contacto con expertos y consiguió la autorización del chocolate Trappa para utilizar sus productos y cambiarles la envoltura y paga puntualmente los derechos por utilizar las marcas de las películas y de las series más demandadas.


Francisco Palenzuela es un auténtico magnate del chocolate, un empresario moderno que está triunfando en el negocio, pero al que no se le caen los anillos por seguir siendo tan natural como lo era cuando tenía seis años y por ir con su bicicleta de toda la vida llevando los encargos de tienda en tienda. Por ahora no ha necesitado ni traje, ni corbata, ni un gran coche para convencer a nadie. Cuando le pregunto si se considera un triunfador, él se ríe y me dice: “Me considero un friki de los videojuegos y de las películas de los años ochenta”.


Como su mente no para de trabajar, y como el viento lo tiene de cara y el negocio le está dando satisfacciones, ya está pensando en lanzar al mercado nuevas ideas que le den otro impulso a la venta. Su próxima creación será una tableta de chocolate dedicada al célebre cuento de Blanca Nieves, que traerá dentro un folleto con la historia, perfectamente adaptada a los tiempos modernos. “El cuento de Blanca Nieves es muy peligroso tal y como se creó, y mi trabajo consistirá en ir limpiándolo de cualquier expresión que pueda parecer sexista o resultar cruel”, aclara.


La próxima tienda de los friki chocos

Ya no hay quien lo pare. Francisco Palenzuela no se conforma con ser distribuidor de su chocolate sino que también quiere tener su propia tienda. Para antes de que termine el año tiene previsto abrirla en la Avenida de la Estación, en la esquina con Tirso de Molina. No tiene pensado todavía como se llamará el comercio, pero la expresión friki chocos estarña muy presente en todos sus productos.



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