El Mesón renace herido de muerte

Nace, de nuevo, marcado por la hostilidad del entorno que ya ha provocado graves deterioros

Los solares  convertidos en basureros se extienden por el sur a lo largo de la fachada del nuevo edificio.
Los solares convertidos en basureros se extienden por el sur a lo largo de la fachada del nuevo edificio. La Voz
Eduardo Pino
07:00 • 07 oct. 2018

Para conocer la realidad del Mesón Gitano hace falta haberlo vivido, haber pisado sus cuestas, haberse mezclado en ese entorno que en los últimos cincuenta años le ha dado la vida y luego lo ha devorado. La realidad del Mesón Gitano no se encuentra en los libros, ni en  las  oficinas de información de turismo, ni en los proyectos oficiales, ni en las buenas intenciones de los políticos, sino en aquel escenario que sobrecoge tanto por su belleza como por su deterioro. La realidad hay que pisarla, caminar sobre ella, mezclarse con ella a diario y vivirla, y solo de esa perspectiva es posible recuperar una zona de la ciudad que renace herida de muerte.




Esta semana se ha conocido que este nuevo espacio cultural abrirá al público en la próxima primavera. Las últimas obras, las del edificio destinado a museo que se ha construido en la antigua calle de Fernández, ya están finalizadas, a falta de que la vegetación cubra la fachada y reduzca el impacto visual que un edificio moderno produce en un entorno medieval.




Todavía no se ha inaugurado y el Mesón Gitano ya presenta síntomas de una enfermedad que se lo llevó por delante hace más de cuarenta años, la que le provoca el entorno hostil en el que se encuentra ubicado. Basta con darse una vuelta por toda aquella manzana para comprobar los desastres que el vandalismo ha generado en los últimos meses en las nuevas instalaciones.  En la parte de arriba, donde estaba el Mesón Gitano original, han destrozado las espléndidas puertas hechas con madera de Iroko que guardaban las cuevas antiguas. Cuando rompieron la madera se clausuraron las cuevas con bloques, que también han sido arrancados y utilizados, piedra a piedra, para romper las cámaras de seguridad. Las paredes de las escaleras que comunican las dos alturas del recinto se encuentran cubiertas de pintadas y en la parte que comunica con la calle de Chamberí los rincones más escondidos están siendo utilizados como váter público. Los excrementos, las meadas, las pintadas, los restos de los botellones de los fines de semana, forman parte del paisaje de este remodelado escenario con vocación de ser un espacio cultural.




Si no se toman las medidas necesarias el dinero, que en este caso ha salido de las arcas de los fondos europeos y del propio Ayuntamiento de Almería, se habrá gastado en balde y en unos meses volveremos a hablar de la necesidad de recuperar otra vez el Mesón Gitano. De nada sirve la presencia de las diez cámaras de seguridad que vigilan el recinto si no se adoptan medidas disciplinarias y sobre todo, si no se dota al lugar de vigilancia real, si no se consigue que la presencia policial sea permanente.




Hace mucho tiempo que el barrio necesita vigilancia y se han perdido buenas oportunidades para haber instalado un cuartelillo municipal en la zona para beneficio de los vecinos y para que lugares tan emblemáticos como la Alcazaba y todo el entorno del Mesón Gitano no se conviertan en un refugio continuo de bebedores de cerveza y fumadores de hachís. En unos meses todos los focos mediáticos se proyectarán sobre el Mesón Gitano y sus nuevos espacios culturales y los titulares de los periódicos celebrarán el éxito de esta gran obra. A partir de entonces empezará otra vez el problema del mantenimiento, cómo preservar ese espacio público de la mano destructiva del vandalismo. Las cámaras de seguridad no son la solución, como está más que demostrado, si no se complementan con la necesaria presencia policial.






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