Aquellas noches del Continental

Pedro García montó el hostal Continental en 1971 con sus ahorros de emigrante

Concurso alternativo de Miss Turismo Levante almeriense, que organizó Pedro García en El Continental.
Concurso alternativo de Miss Turismo Levante almeriense, que organizó Pedro García en El Continental. La Voz
Manuel León
12:49 • 05 ago. 2018

Al entrar por el umbral cualquier sábado noche, lo primero que se oteaba era a Bernabé con su sonrisa o a algún otro camarero atendiendo en la cafetería, mientras de la cocina salía y entraba la tía Dolores con enormes bandejas de croquetas o  de boquerones en vinagre. Al lado, las banquetas donde la gente reía y fumaba mientras daba tragos de cerveza de precalentamiento, antes de entrar en acción. Y la acción era bajar las escaleras de la Discoteca del Continental- el Conti como se le llamaba- con las piernas temblorosas de la emoción, pararse a abonar la entrada “100 pesetas con consumición” y a que te marcaran como a una res con un sello de caucho.



Era entonces cuando anclabas en la gran sala oscura, inmensa para nosotros entonces, donde sonaba la música bailonga de los ochenta, con sofás en cada una de las rinconeras, donde entre  volutas de humo y vasos de larios cola se sentía en sordina el murmullo de las pandillas.



En el centro, la gran pista de baile con el suelo pulido y colgando del techo una de aquellas bolas plateadas de Fiebre del Sábado Noche, que no paraba de girar. Sirviendo copas en la barra estaban Paquillo o Almansa y era Gaspar el cancerbero de la jungla de vinilo, quien iba guiando como un auriga los sonidos de la noche: de Bonie M. a Abba, de Pink Floid a Triana, de Michael Jackson a la Lambada. 



Y al final siempre llegaba el momento estelar de ‘las lentas’, sonando Albano o Bonnie Tyler u Oficial y Caballero y entonces la pista se llenaba de parejas abrazadas que se apretaban como espigas aprovechando la penumbra. Existía un rincón reservado para las íntimas caricias y los morreos de donde nunca se salía igual que se entraba.



Cuando el reloj marcaba las  3 de la madrugada -quizá las 4- Gaspar avisaba por el micrófono de que el autobús comarcal ya estaba a punto de arrancar. Y entonces todos esos adolescentes volvían a subir esas mismas escaleras, más cansados, más turbios, como el que vuelve de una feria, y allí estaba esperando al volante Domingo o Santi o cualquier otro chófer del Caito que iría dejando a cada mochuelo en su olivo, pasando por Los Gallardos Turre, Mojácar, Garrucha y Vera. 



Había quien se arriesgaba a alargar la noche con la esperanza de regresar a su casa haciendo dedo o a las malas caminando por el arcén bajo las estrellas con los ladridos de fondo de los perros de Cuartillas. 



Uno siempre se acuerda de las primeras veces:  del primer cigarrillo, de la primera película, del primer viaje, del primer día de colegio. Para varias generaciones de jóvenes de los pueblos del Levante almeriense, El Continental de Pedro García fue su primera discoteca, a través de esas ‘Fiestas Proviaje de estudios’ de Instituto que organizaba el  intrépido Antonio Caballero.



Fue el primer punto de encuentro noctámbulo de la juventud de la comarca, que se caracterizó, al contrario de la pátina forastera de El Congo o antes aún El Pimiento o La Sartén, por nutrirse de una clientela netamente autóctona, donde casi todo el mundo se conocía.


El entrañable Complejo Continental de Mojácar, que se nos antoja  ya tan lejano en el tiempo, surgió del ímpetu audaz de Pedro García, un albojense fibroso, más serio que un sargento, que tras volver de trabajar como emigrante en Francia, arrendó  un bar en su pueblo llamado El Norte y que al ver las expectativas turísticas que se abrían en la costa, se trasladó a Mojácar y empezó a explotar un chiringuito frente al Parador Nacional. Pero quería progresar más  y con los francos ahorrados compró un terreno de antiguas tomateras frente a la playa de La Rumina y El Palmeral. 

Allí construyó primero un pequeño hostal en 1971 y unos años más tarde, en 1977, inauguró una moderna discoteca en aquellos tiempos de amnistía y pantalones de campana.


Partió la pana esa disco setentera y ochentera, donde bailaron émulos de Tony Manero y después jovencitos punkies y rockers con la lengua de los Rolling pegadas en las cazadoras de cuero. 

Fue un éxito rotundo la iniciativa de ese emprendedor albojense, que dejó las riendas de la discoteca en manos de su cuñado Gaspar, recién llegado del Londres cosmopolita con la mochila llena de música moderna. Y amplió aún más sus instalaciones con un Patio Andaluz, con la ayuda de su numerosa prole -cinco hijas y un hijo- por donde pasó lo más granado del flamenco almeriense. El Continental fue un  espacio multiusos, un Corte Inglés del ocio nocturno, donde durante muchos años se celebraron concurridos cotillones a los que se apuntaban matrimonios de toda la comarca para despedir el año y mientras los padres bailaban arriba, los hijos ligaban abajo.


Se hacían merendolas, concursos de misses, despedidas de soltero,convites de boda, banquetes por jubilación y hasta un novillero local, Albertín del Almanzora, toreo una tarde una vaquilla. La obsesión de Pedro era mantener la clientela mediante la innovación constante. Por eso a la discoteca le cambió el nombre y la rebautizó como Reflex y después la arrendó por un tiempo al folclórico cantante  de Antas Flores Bravo


Al abrigo del Continental, en ese paraje hasta entonces yermo en la playa de Mojácar, oscuro como la pez -donde solo había brillado antes la bombilla del primitivo bar de Dionisio-  se fue llenando de otros locales vicarios: el Lago Blanco el Comecocos, el Vendaval de Cristóbal el Cimbras, o la Venta de Pepe, un antiguo cortijo encalado, donde a los más noctámbulos le daban las claras desayunando vino chiquito y carne a la parrilla. Otros se aventuraban hasta Garrucha para rematar la madrugada con un carajillo en el Bichito o en el Katanga, junto a pescadores que se alegraban con copas de aguardiente antes de salir a la mar.


Muchos de esos jóvenes que se fueron a estudiar fuera cambiaron El Continental por la Vanity, en Granada, o Kapital, en Madrid, pero en vacaciones siempre volvían a ese redil musical desde el que se veía resplandecer a lo lejos la montaña majestuosa de Mojácar.


Pedro García se convirtió pronto en un pionero de la organización del turismo del Levante. Participó en la creación del Centro de Iniciativas Turísticas (CIT), del que fue presidente junto a César Martín Cuadrado. Y luego en la Mancomunidad Almantur, junto a Enrique Abietar, Rossell, Luis Fernández Revuelta, Francisco Flores, Juan Alarcón  y Daniel Aubry, entre otros.


Fue siempre, Pedro García, un cascarrabias, una piedra en el zapato para el Patronato de Turismo, cuando entendía que el Levante no era bien tratado en alguna guía, en algún folleto, en alguna iniciativa de promoción. Se dejaba la piel porque no hubiera diferencias de trato entre el Levante y el Poniente. 


En 2002, cansado de batallar, Pedro cerró la mítica discoteca y un año después falleció. Su legado continua aún a través de ese Hotel Continental que él mismo fundara hace  casi medio siglo con unos pequeños ahorros de sufrido emigrante albojense.


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