Matilde, la niña de las dos miradas

Matilde Moreno Romera es una niña de 12 años que llama la atención con su mirada. Su ojo derecho es de un azul verdoso intenso y su ojo izquierdo es marr&o

Matilde Moreno con sus ojos de diferentes colores, posando con su hermana María del Mar, de intensos ojos verdes.
Matilde Moreno con sus ojos de diferentes colores, posando con su hermana María del Mar, de intensos ojos verdes.
Eduardo D. Vicente
16:54 • 25 jun. 2016

Su mirada no deja indiferente a nadie. El fotógrafo que la retrató hace unos días para las fotos del carnet del colegio no sabía como iniciar su trabajo. Cuando empezó a buscar el encuadre adecuado, cuando trataba de enfocarla, creía que la cámara le estaba jugando una mala pasada. Miraba y miraba a la niña y veía y volvía a ver dos ojos completamente diferentes. “Será la luz”, dijo, pero no, la iluminación era la adecuada y el enfoque era  el correcto. “No he visto nada igual”, acabó afirmando el fotógrafo cuando la niña le explicó que su ojo derecho era de un color azul verdoso y que el izquierdo era de un marrón tan intenso que a veces parecía negro.




Matilde Moreno Romera es una niña de doce años de la barriada de la Cañada que tiene en los ojos una anomalía que recibe el nombre de heterocromía, es decir, tiene los iris de diferente color. La suya es la heterocromía completa congénita y según los expertos suele ser muy común en los gatos, aunque se dan casos también en los seres humanos. Hay personas que disimulan su heterocromía porque la diferencia de color entre un ojo y otro es apenas imperceptible, pero hay otras, como es el caso de Matilde  Moreno, en el que sus ojos son tan distintos que según el perfil por el que uno la mire descubre a dos personas diferentes, como si convivieran dos rostros en ella y dos maneras de ver el mundo. 




El ojo derecho, el azul verdoso, lo ha heredado de su padre, y el izquierdo, el marrón, de su madre. Sus dos hermanos también se han repartido los tonos. Francisco tiene los dos ojos marrones y María del Mar, dos ojos de color verde inmensos. La madre de Matilde cuenta que cuando nació veía algo raro en la niña cada vez que la miraba, por lo que la cogió en brazos, se la llevó a la terraza para que le diera la luz y se encontró con el descubrimiento. Dice que se asustó, y que fue corriendo en busca de su marido, que le dijo convencido: “Eso es normal, conforme vaya creciendo le irá cambiando el color”. Pero el diagnóstico no fue acertado y unas semanas después, preocupados por si se tratara de una  enfermedad, visitaron al pediatra que les confirmó la heterocromía de por vida. “No me cayó bien la noticia”, me cuenta la madre, por lo que decidió buscar una segunda opinión  visitando a un médico de pago, que reconoció el prodigio y le volvió a repetir que esos colores de ojos eran para siempre. También ha ido al oculista por  si lo de su hija tenía remedio, pero el veredicto ha sido el mismo.




Cuando Matilde empezó a ir al colegio Portocarrero era un espectáculo ver a los compañeros pegados a sus ojos para confirmar el prodigio. Si la miraban por el perfil derecho parecía otra niña diferente. Las madres de las amigas le dijeron que por qué no iba a la tele, que lo mismo la contrataban para un anuncio. 




Matilde Moreno Romera se siente feliz con sus ojos tan diferentes y a veces se pone delante del espejo a jugar  con su mirada. Dice que si en un futuro se cansa de la diferencia tiene el recurso de ponerse lentillas, y que si lo hace optaría por ponerse los dos ojos de color verde, como los de  su hermana María del Mar.




Ahora tiene doce años y todavía no se ha pintado nunca los ojos, pero cuando lo haga, quiere ser tan diferente que tiene pensado pintárselos también de distinto color para acentuar los contrastes. Su madre cuenta de ella que es una niña muy sociable, extrovertida, que encaja en cualquier ambiente, que se lleva muy bien con las compañeras y que es lista para los estudios. Si le preguntas a Mati qué le gustaría estudiar en un futuro, ella asegura que todavía no tiene las cosas muy claras, pero que ya siente cierta inclinación por la Educación Física. “Lo noto porque soy muy buena jugando al balón prisionero”, asegura.






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