Acabar con la pobreza en España

“El plan de Sánchez sería perfecto si no fuera porque no explica de dónde saldría el dinero”

Jose Fernández
01:00 • 22 jul. 2015

El futuro es de los pobres. Y no lo digo porque venga de pasar una temporada aislado con los lamas en un aprisco alpujarreño comiendo semillas y escuchando salmodias. No. Lo digo después de ver la puja por el voto del pobre en la que han entrado los diferentes partidos políticos de cara a las elecciones generales de la temporada otoño-invierno. Que existe pobreza en España y en el mundo es un hecho tan cierto como antiguo y, por mucho que nos empeñemos, me temo que nada o nadie podrá cambiar esa dinámica económica. Nadie, ya digo, salvo el candidato socialista Pedro Sánchez, que ha anunciado que su primera medida como futuro presidente del Gobierno será “acabar con la pobreza en España en cuatro años”. No digo yo que no estemos ante un objetivo hermoso y plausible, sino que, de alcanzarlo, al señor Sánchez se le quedaría muy limitada la presidencia del Gobierno de España y habría que elevarle con urgencia a la presidencia de la ONU, concederle el Premio Nobel Vitalicio de Economía y nombrarle director financiero de Agrupaejido. Todo ello a la vez. El plan del señor Sánchez sería perfecto si no fuera por un pequeño detalle: no explica de dónde saldría el dinero para acabar con la pobreza en España, aunque, por lo que vamos intuyendo, su camino para terminar con la pobreza en España desembocaría en la pobreza de España, que aunque suene parecido no es ni mucho menos lo mismo. Salvar a las personas (que es el lema de moda entre los que no quieren ir más allá de la frase) está muy bien siempre que las personas no se conformen con ser rescatadas por el Estado y se limiten a apañarse el modo de ser beneficiarios permanentes de subsidio. Habrá casos de verdadera necesidad, sin duda, pero también muchos otros que se aprovecharán de la medida para trincar una paga y seguir con los chanchullos. Institucionalizar la caridad (llámese Ingreso Mínimo Vital, Renta Básica o como quiera llamarse) es una medida de rabioso presente cargada de un pésimo futuro.







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