Plan de lectura de Waterloo

Para que nuestros hijos lean bien habría que prohibir los móviles y cambiar las leyes

Javier Adolfo Iglesias
00:12 • 25 ene. 2024

Cuando era niño coreaba “libertad, amnistía, estatuto de autonomía” sin saber qué significaba. Pero entendía bien la emoción de mis mayores, que habían sufrido la dictadura y que iban a votar por vez primera en sus vidas. En cambio ahora, muchos no comprenden que el Estado de Derecho garantiza la igualdad en una democracia.



Es una triste ironía que quien dice buscar que los niños españoles comprendan lo que leen sea el mismo que ha quitado al lenguaje todo su valor. Con Sánchez, la lengua no expresa sinceridad, no refleja la realidad ni busca la verdad. El lenguaje para Pedro Sánchez no se comprende, solo se oye, se repite y se exhala. Para él, el fonema es un palo para guiar al ganado, el morfema es un pito para llamar a filas y la gramática es el poder y el sueldo.  ¿Para qué querrá Sánchez que lean bien nuestros hijos? Solo necesita que al hacerlo muevan la cabeza para asentir, se sumen a la voz del amo y repitan como cualquier ministro actual.



Anunciar un plan de lectura es un oxímoron en su boca, donde el significado de una palabra dura lo que el académico de Waterloo tarda en redactar una ley. El pirómano se ofrece a apagar el fuego tras cinco años gobernando. Cuando PISA denunció que nuestros hijos no comprenden un texto, Sánchez se puso de perfil y ahora anuncia un parche. Cualquier libro de bachillerato hoy no tiene ni la mitad de palabras que uno de EGB de los 70. Para que nuestros hijos lean bien habría que prohibir los móviles y cambiar las leyes que han ido reduciendo contenidos, olvidando el esfuerzo, ahogando a los profesores con burocracia y sumando la charlatanería pedagógica con la que hoy chapotea Sánchez para sobrevivir en las tierras movedizas del sinsentido. 








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