28M. El método Grönholm

Propongo encerrarlos y que decidan hasta donde están dispuestos a llegar para gobernar

Moisés S. Palmero Aranda
09:00 • 10 may. 2023

Propongo elegir a nuestros alcaldables por el método Grönholm. Nos ahorraríamos dinero, decepciones y estafas emocionales, porque las promesas terminan diluyéndose como un azucarillo



El método no existe. Es una exitosa obra de teatro de Jordi Galcerán, 2003, adaptada a televisión y al cine. El guion de la película, que he recordado, no gustó al autor porque de la comedia pasó al drama. 



Representa la prueba final de selección de varios candidatos para ocupar un cargo ejecutivo en una multinacional, y la pregunta que subyace es, ¿hasta dónde estarías dispuesto a llegar para ser el elegido?



Los convierten en enemigos, y para conseguir el trabajo, la clase social deseada, no solo utilizan sus habilidades y méritos, sino que sacan su lado más ruin y falto de escrúpulos, para deshacerse del rival. Todo vale. 



Juegan con sus secretos personales y laborales, emociones, limitaciones, sueños, su ética, su género, edad, ideología, raza, su familia. Los humillan con situaciones que nunca permitirías, hasta que recuerdas aquel día que lo hiciste, o lo hicieron contigo, y sientes que tu sonrisa, como la suya, es una mueca, y en tu armario, como en el suyo, hay un cadáver olvidado.



Propongo encerrarlos en los ayuntamientos, y que decidan hasta donde están dispuestos a llegar para gobernar. Que se destrocen entre ellos, que saquen sus armas, sus miserias, sus ambiciones y sus secretos. Mejor hacerlo al principio que poco a poco, y así no convertir la política en un hazmerreír, un mercado donde todo se compra, se vende y se intercambia, principalmente, nuestro voto.



La trama sucede en un rascacielos, desde donde escuchan una manifestación contra el FMI, pero solo ven otros edificios. Y el cielo. Todo le es ajeno, lejano, insignificante, ante su lucha personal, su ego, su carrera. Hasta que un día, también el frío se apodera de ellos.



Debería haberme leído la obra, mejor reír que llorar, que la batalla se pierde solo.


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