Café, manta y Mocedades

Ramón García
00:18 • 12 feb. 2020

El reciente paso de la tristemente famosa borrasca ‘Gloria’ por nuestro país, con unos días de un inusitado frío en nuestra ciudad – para un almeriense seis o siete grados ya implica una sensación cuasi polar – hicieron que muchos recurriésemos a la manta y el café, porque la chimenea no abunda en nuestros hogares, y a una música que acompañase semejante caída en el termómetro.


No me podréis negar que las cálidas voces de la familia Uranga, más conocidos como Mocedades, no casan a la perfección con la imagen idílica de un paisaje nevado y el crepitar de unos troncos en el hogar, ese al que vuelven muchos por navidad, canción que, por cierto, no estaba cantada por esta banda, aunque lo parezca, sino por una señora llamada Maisa Hens.


Comenzaron en los sesenta con un nombre que era todo un ‘spoiler’, Voces y Guitarras, y especial predilección por el espiritual y el folk americano, dos músicas que encajaban como un guante en ese abanico de maravillosas voces con las que jugaban constantemente. El azar quiso que una casete con sus primeras canciones cayese en manos del avispado músico y productor Juan Carlos Calderón, que decidió hacer carrera de ellos. Vive dios que lo consiguió. De la mano del padre de Massiel, representante de artistas en la época, iniciaron unas exitosas giras por teatros de todo el país. El punto culminante ocurrió durante una actuación en la capital: el grito de un espectador emocionado ante una joven Estíbaliz entonando Donna, Donna:  ‘¡¡¡ Mejor que Joan Baez !!!’. Un cronista lo relató poco después y les dio una notoriedad que solo entonces la prensa escrita podía conseguir.



Sus pinitos con la clásica y aquel bonito Mas allá sobre una melodía de Dvorak y su Sinfonía del nuevo mundo les hizo aun más conocidos, pero si hubo un punto de inflexión fue su segundo puesto en Eurovisión, entonces todavía un concurso de cierto prestigio. Eres tú los puso en órbita a nivel mundial y a partir de ahí, para bien y para mal, entraron en el mainstream de la música ligera, olvidándose bastante del folk y el góspel. Y, sobre todo, de cantar en la lengua de Shakespeare. Ya para entonces la hermana pequeña y su novio habían abandonado la nave, pensando que no tenía mucho futuro, aunque poco después retomaron su carrera como Sergio y Estíbaliz, y no les fue nada mal a las criaturas.


Pasó la borrasca y en nuestra tierra ya casi asoma la primavera – Almería es así – pero eso no es óbice para que, de cuando en cuando, no recuperemos alguna buena canción en la voz de Amaya y sus compañeros. Siempre es un placer rescatarlos aunque no estemos tiritando de frío.





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