El Síndrome del Cortijo del Fraile

Todo Ministro de Exteriores de España sufre a lo largo de su mandato el conocido como “Síndrome de Gibraltar”, que tiene como principal síntoma la revelación inmaterial de que él va a ser el encargado de resolver para la Historia el enquistado problema colonial. Y así llevamos mareando la perdiz desde el S.XVIII, pero con la bandera británica en el Peñón asistiendo impávida al desfile de ministros españoles. Algo parecido sucede a los titulares de Cultura cuando llegan al cargo y se les recuerda el caso del Cortijo del Fraile.

No hay responsable del negociado cultural que se precie que no se crea capaz de resolver el embrollo del derrumbado escenario de las Bodas de Sangre lorquianas. Pero siguen pasando ministros (y ministras) y aquello sigue siendo un secarral ruinoso sobre el que corretean las lagartijas y los ecos del poeta. El nuevo ministro de Cultura, José Guirao, que encima es almeriense, no ha podido evitar esta corriente redentora y también acaba de ofrecer su receta sobre el caso, pero en esta ocasión desde una perspectiva caballera: Guirao ha instado a que las cosas se solucionen. Y eso está muy bien si eres arzobispo de Canterbury o vedette en el Folies Bergere, pero si eres ministro de Cultura no basta con animar o urgir.

A uno lo hacen ministro para que haga cosas, no para que las sugiera. Y a ver si alguien recuerda al señor Guirao, que es un hombre prudente y sensible, que su partido -el PSOE- está al frente de todas las administraciones necesarias para una eventual solución: Gobierno, Junta de Andalucía y Ayuntamiento de Níjar. El respeto por el legado de Lorca se explica mejor invitando a leerlo y convirtiendo al Cortijo del Fraile en un Centro de Interpretación de su obra antes que con todas esas majaderías forenses a las que nadie, por cierto, tuvo que instar. Para buscar su calavera sí hubo decisión firme. Pues con el Cortijo pasa igual. Si se quiere, se puede hacer. Y si no, seguiremos como con Gibraltar, diciendo monerías.