Un país de segunda vuelta

`Luego nos extrañamos de que los presupuestos tiendan más a pagar favores políticos derivados de la falta de mayorías estables que a resolver necesidades generale

Jose Fernández
23:54 • 22 abr. 2017

Una de las grandes dudas de la Democracia española es saber la razón por la que tanto ni PSOE ni PP, después de haber podido conformar gobiernos respaldados por sólidas mayorías parlamentarias, no se han atrevido a dar el paso de reformar el sistema electoral y apostar por un sistema de segunda vuelta para evitar así espectáculos como la paralización durante meses de la actividad mientras se escenificaba lo que ya se sabía que iba a pasar desde el minuto siguiente del recuento: la repetición de las elecciones. Por eso traigo a colación el famoso “ballotage” francés, que disminuye los riesgos de fragmentación de voto y fortalece la figura presidencial. Y ojo, que no estoy hablando de blindar a la turca a los presidentes electos, sino de garantizar la presencia de gobiernos sólidos y estables, no dependientes de pactos, equilibrios, deudas y/o chantajes. Y lo digo hoy, coincidiendo con unas elecciones en las que nuestros vecinos franceses habrán de decidir, salvo sorpresa inesperada, qué dos candidatos competirán finalmente por la presidencia del gobierno de la república. Soy consciente de que este discurso tiene ahora mismo muy poco recorrido en España, en donde los llamados partidos emergentes se han convertido en elementos de ruptura y/o composición de mayorías más o menos inestables y en donde estamos disfrazando esa inseguridad como un canto general al diálogo y al entendimiento, que en el fondo no es más que un “págame mientras te sostengo” o un “juntémonos todos para echarles y ya nos ocuparemos luego de gobernar”. Llámenme loco, pero creo que no son dos escenarios especialmente positivos para nadie, salvo para los que han sido directamente beneficiados por la apretada distribución de escaños y prebendas.  Y luego nos extrañamos de que los presupuestos (los del gobierno, las comunidades y los ayuntamientos) tiendan más a pagar favores políticos concretos derivados de la falta de mayorías estables que a resolver las necesidades generales de la gente. Es lo que hay.







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