Esta semana que pasó me topé con una noticia

“Que los beneficios del trabajo mejoren la vida de los trabajadores es la mejor doctrina social”

Antonio Fernández
23:43 • 23 may. 2016

Esta semana que pasó me topé con una noticia consoladora en medio de la inextricable selva socioeconómica que  vivimos y sufrimos. Me refiero a esos cuarenta millones que ha dado don Amancio ortega, presidente de Inditex,  para el tratamiento radiológico del cáncer  en Andalucía. El más tonto se da cuenta que con actuaciones de esta índole se hace más amable el sistema más capitalista que nos envuelve. Capitalismo sí, pero de rostro humano. A la riqueza se llega por la conjunción o  la confluencia, como ahora se dice, del capital y el trabajo. Que gran parte de los beneficios de ese trabajo entren a mejorar la vida de los trabajadores forma parte  de la mejor doctrina social. Pero hay quien se empeña en que el capitalismo sea profundamente salvaje. Por algo se oponen a los desahucios. Por algo apoyan los sueldos precarios  sin escandalizarse del despido libre que tanto ha contribuido a  la engañosa  recuperación. Pero eso no es lo peor. La derecha sabe organizarse y cuando alcanza el poder decreta el ajuste económico como norma “austericida”. No les importa que hayan incumplido alevosamente el objetivo del déficit. Ahora andan enviando cartas a las autoridades europeas diciéndoles que el año que entra, si ganan las elecciones, cumplirán sin falta sus compromisos. Y todavía quieren que la izquierda no desee  echarlos del poder. Ay la izquierda, ¿ Cuándo aprenderá la lección? ¿Cuándo dejará de preguntarse  si son galgos o podencos para ir derechamente a lo que importa.? Porque esa es otra. Los defensores del capitalismo salvaje tienen quien les escriba. Aprovecharan el miedo  al cambio para recordar todos los terrores habidos y por haber de la historia. Pero, oiga, a ver si no entendemos. Nadie ha pedido quemar la Constitución del 78. Allí se dice bien claro que los españoles aprueban un orden social y democrático de derecho. No todo puede consistir en hacer recortes a la educación, a la sanidad, odiando la cultura y la investigación  y mandando nuestros jóvenes al extranjero. Julio Camba se reía  de la facilidad que tiene el capitalismo salvaje de amontonar dinero. Amontona tanto que  luego cede sus trampas al sector público. Con este fiasco viven algunas instituciones.







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