El archivo Siret saca a la luz estampas inéditas del sabio belga

Aparecen planos en las cumbres, con campesinos y en su cortijo de Las Herrerías

Siret vivió de sus negocios mineros en Sierra Almagrera.
Siret vivió de sus negocios mineros en Sierra Almagrera.
Manuel León
11:58 • 28 mar. 2015

Pablo Colson, un ingeniero mecánico que instaló la primera máquina de vapor del Desagüe del Jaroso en 1851, trajo a Juan Bautista André, quien  a su vez trajo a Petre y éste a Enrique Siret, quien tiró después de su hermano Luis, a quien atrajo con una carta en la que le relataba que había desenterrado unas puntas de flechas de silex junto a una mina. Todos eran ingenieros y belgas. 




Así fue, tal cual las tribus israelitas del Viejo Testamento, como llegó en 1881 este rapaz ilustrado a las tierras de la plata. 




Aquí, alejado de las brumas de Flandes donde nació, alumbrado por un sol africano, se dedicó toda su vida a desenterrar vestigios prehistóricos, a caballo con su labor como ingeniero en las minas.




Desde entonces, nadie como este belga, con aspecto de capitán de mosqueteros, ha hecho tanto por desentrañar el pasado remoto almeriense. Zahorí de arcanos reza en su tumba aguileña, porque durante 50 años solo vivió para eso, para  escudriñar e inventariar enterramientos, cistas funerarias, fémures, cráneos del hombre argárico, antepasado nuestro, del inquilino de Fuente Alamo o de Villaricos, del nativo de Almizaraque o de Los Millares. Con su capataz Pedro Flores, un rudo labrador con saber de catedrático, consiguieron dar un vuelco al estudio de la prehistoria del Sureste Peninsular, con sus descubrimientos almacenados por miles en su Cortijo de Las Herrerías, demarcación de La Muleria.




Convirtió ese caserón, habitado hoy misteriosamente por un okupa, en un auténtico museo. Y allí se dedicaba con la luz de un carburo y un carboncillo a clasificar todas esas piezas que  surgían como por ensalmo de las entrañas de la tierra, con el sol dándole de lleno en su nuca rubia. 




Es verdad que durante sus primeros años en Cuevas,  los Siret vendieron esas piezas primerizas al Museo Británico de Londres y al Conde de Cavens, pero cuando ingresó en el invierno de su vida, donó toda su colección al Estado Español. A partir de los años 30 salieron los primeros camiones con sus piezas embaladas rumbo al Museo Arqueológico Nacional en Madrid. Después, en 1956, el Estado, por Orden Ministerial, compró todo su archivo compuesto por más de 31.000 documentos. 




Durante más de 50 años han estado durmiendo el sueño de los justos en el madrileño barrio de Salamanca. Hasta 2006 en que el Ministerio encargóa informe sobre el archivo Siret que alertaba de su deficiente conservación.




 Desde esa fecha hasta hace un mes, ocho años, se ha catalogado y digitalizado toda la obra de este belga sabio y generoso: el resultado ha sido la puesta a disposición pública de miles de documentos, cuadernos, dibujos y fotografías inéditas como las que aquí se muestran, un striptease total de la vida y obra de don Luis.



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