El día que Jacinto ganó la partida

El Parador de Turismo de Mojácar cumple hoy 50 años

El Parador en 1967, recién construido, era un hito entonces en un llano de tierra en la costa.
El Parador en 1967, recién construido, era un hito entonces en un llano de tierra en la costa.
Manuel León
11:17 • 08 mar. 2016

Después de las palabras grandilocuentes de Fraga ante el lujoso establecimiento que acababa de inaugurar, después de la exhibición de coros y danzas del Colegio El Milagro de Almería dirigidos por el Maestro Richoly, después de que muchos gerifaltes del  tardofranquismo almeriense se aflojasen el nudo de la corbata, llegó la hora del banquete pantagruélico, a base de gambas y cigalas de Garrucha, para honrar al ministro. 




Se sentaron más de 80 personas entre políticos,  profesionales vinculados a la construcción del Parador y periodistas, en el salón de lujo, pero su gozo en un pozo: el de Perbes a los diez minutos levantó el tenderete y salió por piernas a continuar la ruta, obligando al resto de comensales a seguirle, como en una vuelta ciclista.Contaba ayer esta anécdota el empresario Luis Fernández Revuelta, por boca de radiofónico Paco Moncada, que estuvo ese día en el lugar de los hechos, coincidiendo con el 50 aniversario de la inauguración del Parador de Turismo Reyes Católicos de Mojácar, un establecimiento que vino a cambiar Mojácar en 1966, en esos vertiginosos años en los que parecería que todo estaba ocurriendo en tropel en esta provincia.
Ha pasado medio siglo desde entonces, desde que se abriera esa parada y fonda de lujo en una tierra que hasta entonces solo había conocido el entrañable hospedaje del hotel Indalo del Harico, en ese patio de monipodio que era entonces la Plaza Nueva mojaquera, o la pensión de la tía Justa.




Fue el Parador, el número 50 de la red en ese momento, un revulsivo para que Mojácar empezara a pitar con más fuerza aún, después de que el hercúleo alcalde Jacinto hubiera empezado a poner anuncios en el Abc regalando solares, después de que embajadores y diplomáticos como Mario Fumasoli, Sergio Sepúlveda, Orlando Pedregosa, Rafael Lorente o el Barón de Boisseson, hubieran empezado a sentar sus reales en ese palomar encalado. Allí comenzó a edificarse el Parador, frente a la Piedra Villazar, en la Venta de Juan López, donde antiguamente se vendía el pescado que capturaban a la jábega los arraeces mojaqueros en capazos de espartos y donde acudían los arrieros en burras para distribuirlo por la región.




No fue miel sobre hojuelas la decisión del Ministerio de Información y Turismo de instalar un Parador en Mojácar, una red hostelera que se remonta a 1926, cuando se construyó el iniciático en la Sierra de Gredos, hasta que alcanzó su cenit en los 60 con Fraga, cuando pasaron de 40 a 83 establecimiento; no fue fácil porque la capital también luchó a brazo partido por tenerlo: el alcalde Pérez Manzuco llegó a poner a disposición del Ministerio unos terrenos en la calle Arapiles y también ofreció La Alcazaba y la Venta Eritaña. Garrucha, lejos de la concordia que se transmitía de cara a la galería, también batalló, siendo alcalde Emilio Moldenhauer, para construirlo junto al Castillo.




Jacinto y Mojácar se llevaron el gato al agua, con la colaboración esencial del diplomático Gabriel Cañadas, bien relacionado con los tecnócratas del Consejo de Ministros y casado con una Pérez Ugena.




Perdura el Parador cinco décadas después, como la época del esplendor en la hierba, como un hito en la historia de ese pueblo de hechiceras y agua cristalina de la fuente. Guardando entre sus paredes los sueños de toda esa gente que se inventó Mojácar cuando estaba a punto, por despoblación, de ser absorbida por Turre.




Desde Antonio Bienvenida a David Lean, desde Miguel Ríos al Rey Juan Carlos, el Parador ha sido la gran hospedería del Levante almeriense, sin réplica en la provincia, donde han estabulado viajeros de los cinco continentes
 





Temas relacionados

para ti

en destaque