La imaginería almeriense del XVII según Orbaneja

“Una imaginería reducida, pero de gran fervor por parte del pueblo almeriense”

Inscripción que el obispo Carrionero mandó colocar a los pies de la Ntra. Sra. de la Piedad.
Inscripción que el obispo Carrionero mandó colocar a los pies de la Ntra. Sra. de la Piedad.
Juan F. Escámez
07:00 • 09 abr. 2020

Acabando el siglo XVII, Gabriel Pascual y Orbaneja, deán de la Catedral, va a completar una obra divida en tres tomos bajo el título de Vida de San Indalecio, y Almería ilustrada en su antigüedad, origen, y grandeza y que sería impreso en nuestra ciudad por Antonio López Hidalgo en 1699.



Orbaneja, natural de Málaga y perteneciente a una familia noble, terminados sus estudios en la capital malagueña accede al puesto de Dignidad de la Canongía Arciprestal de la S.A.I. Catedral de Almería el 22 de enero de 1674. Luego le llegaría el cargo de Deán, que tomó posesión el 1 de febrero de 1676. Puesto por el que va a ser conocido en la historia almeriense.



Siguiendo la descripción de la ciudad, sus parroquias, conventos y ermitas nos vamos a encontrar una ciudad con una imaginería reducida en cantidad, pero de gran fervor por parte del pueblo almeriense, en la que evidencia la devoción mariana de la ciudad.



Imaginería almeriense



Haciendo una exhaustiva relación de los templos religiosos, en la actual parroquia de San Juan, Orbaneja menciona la existencia de una talla de Santa Ana, procedente de una antigua ermita, ubicada en la Almedina bajo la advocación de la abuela de la Virgen que  “con los temblores pereció su fábrica cuando se arruinó lo más de su ciudad”. 



En el convento de San Francisco, actual templo de San Pedro, alojó imágenes de gran devoción, pero se detiene especialmente en la talla de Jesús Nazareno,  “cuyos milagros acreditan los despojos funerales(…)”, destacando que esta talla era muy querida por el pueblo almeriense:  “es muy grande su devoción, que esta ciudad y sus naturales y habitadores tienen”. Asociada a esta fervorosa talla, existía  “una cofradía de esta advocación, erigida en la nobleza”, para el mantenimiento de la talla y cuidado de la capilla. Esta cofradía se presenta como uno de los primeros ejemplos dentro de la Semana Santa almeriense, dejando constancia de una salida procesional  “el Jueves Santo por la tarde”.



La devoción mariana



El Real convento de Santo Domingo desde su fundación por los Reyes Católicos ha recibido la religiosidad almeriense, y que Orbaneja deja atestiguado así:  “ha sido siempre muy venerado por los fieles por haber en su iglesia muchas imágenes de devoción. La primera a la que hace mención, es a una talla del Virgen del Rosario, pero como es la patrona de la ciudad, Nuestra Señora del Mar, la que destaca sobre cualquier otra. Tal es su protagonismo dentro de la religiosidad popular almeriense de la época, que a su santuario  “van las procesiones generales y particulares con rogativas, pidiendo a esta Soberana señora consuelo en sus aflicciones”. La procesión principal de nuestra patrona consistía en el traslado de la imagen del convento a la catedral  “donde con grande pompa, y ostentación de le festeja con hermosísimos novenarios de misas” para una vez concluida, regresar al templo dominico.


Me detengo un momento en este apartado de las procesiones generales porque entre la lectura de esta obra, cuando se acomete el relato de la fundación de las parroquias almerienses, Orbaneja deja constancia que en las procesiones generales, que corresponderían con las de mayor importancia en el calendario litúrgico como la del Corpus Christi, las parroquias portaban las insignias parroquiales por estricto orden de antigüedad  “(...) y esta conformidad ha precedido siempre la Parroquial de San Pedro, después San Juan y luego Santiago”.


La devoción mariana se completa con  “Nuestra Señora de la Piedad, imagen de grandísima devoción por los muchos milagros que el pueblo recibe por su intercesión santísima”. Deteniéndose en la historia de la imagen y su vinculación con el obispo Carrionero, que ocupó la silla episcopal entre 1557 y 1570, cuenta así:  “En tiempos de este gran Prelado vino a esta ciudad un cautivo de Berbería, el que trajo consigo la Imagen Santísima de la Piedad, aviendosela quitado a un turco, que la llevaba hincada en una lanza. Postróse a los pies del tan santo prelado, y haciéndole relación del suceso, le ofreció la Santísima Imagen. Recibióla el santo prelado con los brazo abiertos de rodillas y de gozo arrojando tiernas lágrimas (…) y aviendola tenido aquella noche en su cabecera, ordenó el día siguiente viniese el Cabildo en procesión al Palacio Episcopal para llevársela (a la Catedral)”.


En 1687 se realiza un retablo nuevo motivado por Fernando de Charrán Salcedo, natural de Laujar y que fue Prebendado de la Catedral, sustituyendo uno anterior mandado hacer por Carrionero.


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