¡Qué vergüenza!

Ha llegado el momento de dar un golpe en la mesa y decir, hasta aquí.

La Voz
Oscar Palomino Gual
22:02 • 13 mar. 2024 / actualizado a las 22:04 • 13 mar. 2024



La sensación y la rabia que nos recorre a muchos se cristaliza en esas dos palabras: nos da vergüenza y nos avergüenza la situación de las personas desempleadas que no aprovechan las oportunidades para acceder a un empleo regularizado.



Actualmente y gracias al esfuerzo de administraciones públicas, tales como la Consejería de Empleo de la Junta de Andalucía, contamos con una oferta formativa gratuita (no sin coste, porque se panga entre todos los que contribuimos a la caja única del bienestar), que está directamente relacionada con el acceso a un empleo: cursos oficiales con compromiso de contratación para acceder a un puesto de trabajo en el sector de la hostelería. Si, lo ha entendido bien: empresas que nos dicen “necesitamos personas formadas para trabajar en hoteles, restaurante, club de playa, cafeterías, etc., a las cuales les pagamos según convenio (aprox. 1.450€) a jornada completa, esto es, 8 horas diarias. Pues, aunque no se lo crea, y habiendo en nuestra provincia más de 6.000 personas inscritas como demandantes de empleo en el SAE, indicando que buscan trabajo en hostelería (camarero/a o ayudante de cocina en su mayoría), nos las vemos y nos las deseamos para lograr llenar estos cursos, repito, con compromiso de contratación.



Nuestra labor es ardua, seguramente no más que otra, pero empezamos dando difusión a la oferta formativa, recibiendo llamadas y atendiéndolas puntualmente para facilitarles a todos los interesados información de la formación: horario, lugar de impartición, requisitos (en este caso ninguno ya que basta con estar desempleado) y, una vez que el futuro alumno/a manifiesta su interés por la formación, se le cita para hacer una entrevista. Primer puñetazo: aproximadamente un 30% de las personas citadas para la entrevista no acuden a ella. Cuando se les llama, no atienden el teléfono, o simplemente, nos informan que justo les ha salido un trabajo.



            Con el 70% de los que acuden a la entrevista, se mantiene una charla con ellos en la que se sondea su motivación, sus expectativas y su empleabilidad. Tras esta entrevista la mayoría de los asistentes son admitidos, por lo que se les llama por teléfono para informarles. Segundo puñetazo, aproximadamente un 15% de los admitidos, nos dice que ya no le interesa la formación porque les ha salido un trabajo, en su mayoría, o simplemente, no nos cogen más el teléfono.



            Continuamos con el 55% de los iniciales y se les cita, de forma muy ilusionada para empezar la formación, una formación que lleva aparejada, para la mayoría, un contrato de trabajo. Llega el gran día, se han hecho decenas de gestiones con la administración pública que financia la formación, se han realizado trámites de seguro de alumnos, compra de libros, preparación documental, etc., y el primer día del curso, de las 15 personas citadas, tras buscar reemplazo a duras penas de todos los “no-alumnos” que han encontrado trabajo previamente (me encantaría tener acceso a esos contratos), aparecen ocho o diez. La desesperación es total, la frustración en absoluta, la vergüenza es supina. Como lector atento que es usted, podrá adivinar que cuando se llama a los que no han venido al inicio del curso, su respuesta es… ¡efectivamente! “han encontrado trabajo” Llevan ocho o diez meses desempleados, e incluso años, y justo el día que empiezan el curso, ¡¡¡encuentran un trabajo!!!.



¡Somos la mejor agencia de empleo del mundo! ¿Para qué hacer formación para el empleo si sólo con la convocatoria a un curso ya encuentran el trabajo soñado?, sin querer entrar en las cuestiones morales de aquellas personas que ocupan una plaza de formación e impiden que otros puedan acceder a ella y finalmente, ni aparecen. Qué no nos hablen de moralidad por favor, pero no podemos quitarnos las sensación de vileza y falta total de respeto, ya no a nuestro trabajo, si no a ellos/as mismos/as que viven en una falacia total.



            Esta realidad, es tan real que incita a vivir en un mundo distópico en el que por un lado van las cifras de desempleo, los colectivos vulnerables, los desempleados de larga duración, etc., y, por otro lado, la puta realidad que vivimos: ¿es que todo es mentira?

            No puedo concebir como no tenemos una lista de espera más larga que la de un médico especialista sanitario, ya que estamos ofreciendo de forma gratuita una formación oficial, la opción de acceder a un empleo regularizado y desarrollarse profesionalmente. ¿Qué esta fallando? ¿quizá el vicio pernicioso de las prestaciones (no olvidemos que una prestación es que te presto algo para que hagas algo) y los subsidios sin pedir, sin exigir nada a cambio, pensando que por si solos van a funcionar y no vemos que están devorando con un velo de ayuda y solidaridad que hay que arrancar.

            Llevo más de 25 años trabajando con colectivos en riesgo de exclusión social y esta tendencia no cambia. Creo que a las personas hay que respetarlas y darles la oportunidad de que se les trate como personas independientes, válidas, competentes, que forman parte de una sociedad que tiene obligaciones, que tiene derechos y deberes y estas políticas de las ayudas y la permisividad con los “trabajos en b” (b será de bonito, me resulta un curios eufemismo), nos va a llevar a un callejón sin salida, en dónde el pasado no termina de pasar y el futuro es un anhelo que nos hace caer en la trampa de que las cosas mejorarán por si solas.

            Ha llegado el momento de dar un golpe en la mesa y decir, hasta aquí.

Por favor cambien las políticas de empleo, o de desempleo, mejor dicho, hagan que las personas seamos personas capaces, no meros perceptores de caridad, fijen mecanismos de contingencia: recibes algo si haces algo (en una encuesta informal se preguntó a personas que perciben prestación por desempleo ¿cual es el momento en el que inician su búsqueda de empleo? El 90% afirma que cuando se le termina la prestación), contribuyamos a mejorar la calidad de vida nuestro país con profesionales formados y no con perceptores de prestaciones, acabemos con esta vergüenza.

            Por último, los que estamos a este lado de la trinchera, seguiremos luchando con la misma ilusión y ganas que hasta ahora, apostando por la formación como vehículo para acceder al empleo, pero necesitamos aliados públicos que sean valientes y entiendan que a alguien le va a tocar poner fin a esto, mejor antes que después.


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