“Me acompleja que me digan el santo de Almería”

Entrevista a Jesús Peregrín

Jesús Peregrín.
Jesús Peregrín. La Voz
Juan Antonio Cortés
20:03 • 23 dic. 2023

Si Almería tiene un santo, el santo es Jesús Peregrín. Por sus frutos lo conocen. Jesús, 97 años. Cura tardío, a los 34. Antes, funcionario de Renfe. De Pulpí. Padre tendero. Le llamaban Pirri. Motero. Un halo místico. Un viejo muy joven. Y los jóvenes, su oración. De familia acomodada, una antítesis: ama a los pobres. Le obsesionan. Desde Almería, ha impulsado más de 300 de proyectos en África, Asia y América. Un colegio en Angola, el ‘Ciudad de Almería’, para 3.000 niños y niñas, el penúltimo. Dejó de viajar a los 90 tacos, pero trabaja ahora por que los niños abandonados de la estación de tren de Bangladesh salgan del olvido. 45 países evangelizados desde 1995. Dinero en mano. Creó la Fundación Jesús Peregrín con los jóvenes de ECAS, sus niños, casi al mismo tiempo que el obispo Adolfo González lo cesó como delegado de Misiones. Del obispo de hoy tiene una opinión sublime. Medalla de oro de la Diputación. Escudo de oro de la capital.



Esta tarde, cuando María alumbre al Niño en una cueva de la periferia judía (Belén), Jesús descolgará el teléfono para llamar a sus dos hermanos de más de 90 años. Quizás vaya a las Adoratrices. O lo llamen los javerianos de Bangladesh. O las mercedarias de Benguela. O algún mozuelo de los 70 de la Escuela de Formación. Hasta que lo llame el otro Jesús, al de Pulpí le basta un bastón para ser luz en la noche.



Pudo ser estanquero...



Sí. Mi padre tenía un estanco. Las tiendas en los pueblos eran de muchas cosas.



Pero usted decide opositar. Las primeras oposiciones en Renfe.



Ya tenía más de 20 años. Estuve dos trabajando.



¿En Sevilla, no?



Sí, y allí entré en un movimiento de jóvenes cristianos con los Jesuitas. De vocaciones tardías.


Y qué le dijeron sus padres.

Ah. Nada negativo. Que lo que yo quisiera, aunque tal vez hubieran querido que siguiera en la Renfe.


Cádiz, Sevilla, Granada. Ahí se hace cura.

En San Lúcar de Barrameda estudié Latín dos años.


Eso está lejos de Almería, eh.

Desde mi pueblo, Pulpí, tardaba tres días con los trenes de carbón. Un día de Murcia a Almería. Otro, de Granada a Sevilla. Y luego cogía un autocar para ir a San Lúcar.


¿Y su llamada?

Yo rezaba siempre, pero al ir a Sevilla y encontrarme con un sacerdote de vocaciones tardías...


26 de junio. 1960. Su primera misa fue en la plaza de Pulpí. Y eso...

El obispo fue allí. Y canté misa. Fue en la plaza pensando que iría mucha gente. Y así fue.


Huércal-Overa, primer destino.

Dos años. Y lo pasé muy bien. Me levantaba temprano y me dejaba siempre gente sin confesar.


Hizo allí lo que el ángel Gabriel a Zacarías (responde Bienvenido Fernández, de la Fundación)

Estaba una mujer embarazada y él le dijo: “El niño que llevas dentro será muy grande dentro de la Iglesia”. Era la madre del hoy obispo de Getafe, don Ginés.


Y lo mandan a Santa Fe.

Había muchísimos ferroviarios. Iba a Santa Fe en la moto.


¿En la moto? Muy moderno.

Y me encontraba dos o tres coches en el camino. Una pequeña Viera. Se la di a una familia de Santa Fe que la necesitaba para ir a Almería a trabajar.


Regala la moto y la vida le regala los grupos ECAS. Llega, entonces, a Almería.

Cuando dije de quedarme en Almería, mi padre me compró un piso en la Puerta Purchena, encima del Rincón de Juan Pedro (donado a la Fundación).


Era usted un apóstol increíble. Iba de colegio en colegio captando vocaciones.

En todos me abrieron la puerta, gracias a Dios. Pedía permiso al director y hablábamos con los jóvenes. Teníamos ejercicios espirituales, convivencias mixtas.


¿Cómo fue la Nochebuena del Jesús Peregrín niño?

Esperaba el último toque para ir a la misa. Con panderetas. Los mantecados caseros los hacíamos en hornos públicos. He sentido siempre una alegría especial.


¿Cómo va a ser esta Nochebuena?

Aquí. Donde estoy. Pero estos años atrás pasaba la noche en las Adoratrices. Allí estaba tres o cuatro días. Pasaba toda la noche orando.


2003. El obispo Adolfo González le da de baja como delegado de Misiones. ¿Le costó dejarlo tras 18 años?

Sí, un poco.


Y surge, entonces, la Fundación. Con los jóvenes que usted formó. El último proyecto, Bangladesh.

Con los niños que viven en la calle, en la Estación (de tren). Las monjas y los misioneros los recogen (buscan financiación para dar nueva vida a 300 jóvenes abandonados por sus padres).


Un tópico. La alegría de los pobres.

Francamente, no he visto mucha. Los niños, sí. Con cualquier cosa se alegran, pero...


45 países ha visitado. El último, en 2016, con 90 años. Qué ha visto.

La pobreza en la que vive mucha gente. Lo que hacíamos era ayudar económicamente a los misioneros. Es la Iglesia la que está con ellos (los últimos).


¿Cómo llevaban el dinero, don Jesús?

Pegado al cuerpo. En la fardiquera. Nunca fui a un hotel.


No puede decir que no ha vivido...

Un día en África se equivocaron de aeropuerto (recuerda Bienvenido). Estaban a 150 kilómetros del lugar. El coche que llegó a por los tres llevaba a un señor en el maletero escondido. Ellos iban con el dinero encima. Toda la noche. Iban a Tanzania. En Indonesia nos quedamos una noche en la calle y unos perros que había allí nos iban a comer.


¿Nunca ha tenido dudas de la existencia de Dios?

No, no. Hasta ahora, no.


¿Cómo reza?

Lo que más me mueve son los jóvenes.


¿Como se imagina la Casa del Padre (Juan Pablo II, dixit)

Yo tengo que pensar que mi felicidad está en Él. Es difícil imaginar.


Mucha gente cree que usted es el Santo de Almería (...).

Me acompleja que me digan que soy un santo (rumia). Hace uno las cosas por el Señor. Y nada más. Y se quedan ocultas.


Centellea el sol nuestro. Sale Jesús afuera. Despacio. En la Plaza de la Catedral... ruido, luces y legión de gente. Al lado de eso, un santo vivo espera la verdadera Navidad.


Temas relacionados

para ti

en destaque