La pista de tenis del Club de Mar

Uno de los tesoros del Club de Mar fue la pista de tenis que se construyó en el solar de acceso

Eduardo de Vicente
23:28 • 12 jul. 2023 / actualizado a las 23:29 • 12 jul. 2023

Teníamos un Club Náutico en medio de la playa de las Almadrabillas, pero necesitábamos un Club de Mar como el que existía en otras ciudades cercanas que como Almería estaban destinadas a vivir mirando al mar.



Fue en la posguerra cuando las autoridades del Frente de Juventudes se plantearon el proyecto de la reorganización de un club de actividades náuticas en la playa para cubrir el hueco del desaparecido en 1939 y aprovechando el declive del balneario Diana, que en aquellos años había perdido la importante presencia que había tenido en la sociedad almeriense de comienzos de siglo. En noviembre de 1943 se sacaron a subasta las obras para la construcción de un Centro Náutico y una residencia marítima en la playa del Club Náutico.



En el proyecto inicial se contemplaba un espléndido edificio de dos plantas, con cabinas, duchas, cuartos de aseo y depósito para embarcaciones en la planta baja, y una residencia de 24 plazas y un gran salón de baile en el segundo piso. En el exterior se habilitó una amplia terraza donde se instalaron sillas, toldillos y quitasoles y se habilitó un servicio de bar. El nuevo Club Náutico no destacó por prodigarse en la organización de grandes pruebas, sino que se hizo célebre por esa terraza que en los meses de verano fue refugio de cientos de almerienses. Los domingos era difícil encontrar una mesa libre en una época en la que las familias completas se congregaban en la playa de las Almadrabillas cargadas con neveras y cestas de comida.



Mientras que el Club Náutico se consolidaba como uno de los escenarios de ocio de la ciudad, un grupo de aficionados se tomaron en serio la idea de poner en marcha un proyecto mucho más ambicioso, un Club de Mar que pudiera agrupar a los amantes de los deportes náuticos. En el verano de 1949, encabezados por el abogado Jesús Durbán Remón, quedó constituido oficialmente el Club de Mar de Almería. Su primer gran reto fue construir un muelle de defensa para las embarcaciones, locales para su almacenamiento, taquillas, duchas, vestuarios y servicios. Así fue gestándose el nuevo edificio sobre los terrenos que la Junta de Obras del Puerto había cedido a tan solo unos metros de la desembocadura de la Rambla de la Chanca, lindando con la antigua Casa de Botes.



Las obras, que comenzaron a principios de los años cincuenta, se prolongaron durante años, hasta que por fin, en 1955, la instalación era una realidad, componiendo un edificio polifacético con una planta baja dedicada a guardería de embarcaciones, servicios, taquillas, muelle y rampa de lanzamiento, y una planta principal donde destacaban las terrazas con pista de baile, un gran salón, el restaurante, el bar, la cocina, la despensa y el guardarropas.



En el solar de acceso a la entrada principal, la directiva tuvo la brillante idea de construir una pista de tenis, que se fue convirtiendo en uno de los lugares de referencia no solo para los socios del club, sino también para casi todos los tenistas aficionados de Almería, que pasaron por aquella cancha junto al mar.



En los años 60, la pista de tenis del Club de Mar estaba tan solicitada que para poder jugar un partido un fin de semana había que ponerse en cola. La afición al tenis crecía a pasos agigantados gracias sobre todo a la aparición de grandes figuras como Manolo Santana. La pista del Club de Mar se convirtió en la más importante de la ciudad, por encima de la cancha de las Instalaciones Deportivas Sindicales, que en 1969 empezó a funcionar en el solar del antiguo campo del Gas.



Aquellos tiempos de eclosión tenística culminaron a comienzos de los años setenta, cuando se puso la primera piedra del Club de Tenis en el paraje de la Cepa. Muchos jóvenes de la época querían ser Orantes o Gisbert y los niños de barrio, cuando veíamos por la tele los partidos de Roland Garros, salíamos a jugar al tenis a la calle, pintando con tiza un campo sobre el asfalto, compartiendo las raquetas y comprando a escote las pelotas de tenis que vendían en Simago.





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