La Alcazaba del año de Cleopatra

1971 fue un año de gloria para la Alcazaba que recibió al mítico Charlton Heston

Eduardo de Vicente
20:39 • 06 jul. 2023

En el verano de 1971 los almerienses nos sentíamos orgullosos cuando veníamos de noche por la carretera de Aguadulce y al llegar a las proximidades del puerto pesquero nos encontrábamos en el horizonte con la majestuosidad de la Alcazaba perfectamente iluminada y dándole luz al resto de la ciudad. 



Ese año fue glorioso para nuestro primer monumento, ya que se reforzó el alumbrado y se llevó a cabo un exhaustivo trabajo de jardinería que llenó de rosas los dos primeros recintos. La Alcazaba brillaba y estaba tan limpia que se decía que se podía comer en el suelo. 






La terraza del cine Moderno se llenaba los fines de semana no solo para ver la película sino para disfrutar de las impresionantes vistas que ofrecían las murallas, que destacaban en la oscuridad de la noche como el más bello decorado que jamás hubiéramos visto. 






La Alcazaba era tan importante que se llegó a pensar en la posibilidad de aprovechar sus encantos para instalar en uno de sus recintos un hotel para el turismo, como esos paradores que se construían bajo los muros de los grandes monumentos en otros rincones de España. Las opiniones a favor y en contra se sucedían en la ciudad, hasta que en una visita que nos hizo el ministro de  Información y Turismo, Alfredo Sánchez Bella, dijo con rotundidad que no era partidario de convertir la Alcazaba en un negocio hotelero, por muy rentable que pudiera resultar. El ministro no escatimó elogios hacia nuestra tierra y llegó a asegurar que Almería era la zona de España con mayores posibilidades turísticas.






En aquella Alcazaba de 1971 se hicieron importantes  inversiones porque ya se había convertido en el recibidor de la ciudad. Todos los personajes importantes que nos visitaban pasaban por allí para mostrarle no solo la historia del recinto, sino las vistas de Almería, que eran lo que más impresionaba al forastero. 


En la Alcazaba se celebraron aquel verano los Festivales de España y por ella se pasearon  las autoridades que en el mes de julio llegaron a nuestra tierra para participar en la Semana Naval. Cuando aparecieron por allí  los marineros de los buques de guerra acababan de retirar la tramoya del rodaje de la película Marco Antonio y Cleopatra, que llevó la magia del cine a la Alcazaba para convertirla en un plató de primera fila por donde desfiló el mismísimo Charlton Heston, que entonces era uno de los grandes mitos del séptimo arte, y nuestra querida Carmen Sevilla, recientemente fallecida.


El rodaje de aquella película de romanos revolucionó a media Almería y los niños de entonces hacían guardia delante de la puerta principal del monumento para ver si los dejaban pasar para poder ver de cerca a las grandes estrellas. Pero los vigilantes se mostraron implacables y no permitieron la entrada de espectadores al recinto bajo ningún concepto. De ‘Marco Antonio y Cleopatra’ solo pudimos disfrutar el día después, cuando por fin nos dejaron pasar al lugar del rodaje, cuando volvieron a abrir las puertas de la Alcazaba al público mientras los últimos operarios retiraban aún toda la tramoya que habían instalado. 


Allí estaba todavía el gran mural con pinturas que levantaron en el segundo recinto, a los pies de la torre de la Vela, rematado en la parte superior por estatuas que parecían de mármol de Carrara, pero que en realidad eran figuras de yeso que simulaban a dioses y a emperadores. Allí estaba también el viejo estanque de la Alcazaba que lo habían convertido en el jardín de Cleopatra cambiándole los patos de toda la vida con los que se fotografiaban los almerienses de los años sesenta por exóticos cisnes. En el tercer recinto, en la muralla que había junto a la entrada de la torre, dejaron una remesa de figuras de escayola donde aparecían guerreros que habían sido utilizados también como figurantes en la película. La gente que subía a la Alcazaba se retrataba delante de aquellas estatuas que parecían tener vida propia. Nunca estuvo tan de moda la Alcazaba como aquel verano de 1971, cuando los equipos de limpieza urbana le sacaban brillo a las piedras y el mundo de la cultura subía todas las noches a disfrutar de las grandes obras de teatro y de las actuaciones que se celebraban en el paradisiaco marco del tercer recinto, donde nunca se pasaba calor.



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