Lo que queda del primitivo ‘castillo’ del Diezmo

Los restos de las garitas muestran un trozo de la historia del que fuera el antiguo almacén

La garita y el muro de la esquina de poniente del edificio del Diezmo, junto a la Carretera de Los Molinos.
La garita y el muro de la esquina de poniente del edificio del Diezmo, junto a la Carretera de Los Molinos. La Voz
Eduardo de Vicente
19:33 • 10 jun. 2023 / actualizado a las 20:04 • 10 jun. 2023

El Diezmo es un castillo vencido del que solo quedan en pie sus viejas garitas, completamente derrotadas, y una parte del muro que lo rodeaba y lo convertía en una fortaleza. Viéndolo, aún es posible imaginar como debió ser en sus tiempos de apogeo aquel inmenso patio cuadrado, amurallado y custodiado por torres que como dejó escrito el cronista y abogado Francisco Jover y Tovar (1850-1922) sirvió de almacén de granos del diezmo correspondiente al rey, que en el antiguo reino de Granada eran los dos tercios del diezmo total de la Iglesia.



Viniendo del centro de la ciudad por el camino que llega al barrio de Los Molinos de Viento, sorprende descubrir en el horizonte aquellas ruinas que a pesar del deterioro delatan un antiguo esplendor. Se puede ver todavía con nitidez el muro de piedra de la esquina de poniente, presidido por una garita cilíndrica con la ventanilla cegada con ladrillos. Es el trozo mejor conservado, el que ha resistido con mayor dignidad la erosión de los años y la actuación de la mano del hombre que fue transformando el recinto hasta devorarlo. La formación del barrio del Diezmo no se integró dentro de la historia, sino que la fue devorando hasta minimizarla. La construcción masiva de viviendas dio como resultado que hasta las garitas se anexionaran a las casas como si fueran una despensa.



Al Diezmo se llega por la Carretera de Los Molinos y justo en el cruce con el Camino de Alhadra, se tuerce a la derecha hasta desembocar en la llamada calle de los Pilares, que recuerda una de las esencias de este remoto barrio, cuando su lavadero y su pilar de agua surtían a toda la manzana de los Molinos y a los cortijos que la rodeaban. Se puede decir que la vida del distrito se movía alrededor de los pilones y del lavadero, lo que obligó al ayuntamiento, allá por 1903, a realizar una importante inversión para reconstruir los pilones y construir una cañería moderna para abastecerlos.



La calle de los Pilares conduce a la calle del Diezmo, que acaba desembocando en la plaza del mismo nombre y en el patio central de la ciudadela, al que se llega después de atravesar un imponente arco de piedra de cantería que nos remonta varios siglos atrás. El patio del Diezmo es un territorio al margen de la ciudad y del barrio que lo rodea. Se diría que su historia de recinto amurallado lo ha dotado de su propia idiosincrasia. Al cruzar el arco uno tiene la sensación de haber atravesado una frontera, como si



de pronto estuvieras en un lugar lejano. Cualquiera que pase al interior siente de inmediato que está siendo observado con esa mirada de desconfianza con la que se examina a un extranjero. El patio tiene todas sus viviendas habitadas y su interior tiene más de parking de que de espacio abierto. Los vecinos viven allí como si estuvieran en un pueblo, con los coches mirando las fachadas de las casas y los corrillos en las puertas.



Junto al Diezmo aparece un solar que llega hasta la misma carretera. Es la parcela que se quedó vacía cuando derribaron las instalaciones de la Granja Escuela, que había sido construida en 1949 para impulsar la ganadería autóctona en tiempos de autarquía y que acabó convertida en un vertedero, recordando a lo que tuvo que ser aquel lugar a comienzos del siglo veinte, cuando el ayuntamiento estableció cerca la muralla del Diezmo un depósito de basura.



Toda aquella gran manzana, junto al barrio de Los Molinos, vivió momentos de esplendor en los años de la posguerra, cuando enfrente del Diezmo funcionaba a toda máquina el manicomio con su residencia para enfermos mentales, su colegio y su iglesia, cuando en la Granja Escuela se organizaban exposiciones de ganado, cuando junto al Camino de Ronda se puso en marcha el barrio de Regiones y llegaron nuevas construcciones como la cárcel y el Seminario. En los años setenta, el barrio se fue acercando al centro de la ciudad con la construcción de la actual Avenida del Mediterráneo (entonces dedicada al almirante Carrero Blanco), que se levantó sobre los restos de la antiguas huertas para mostrarnos, en todo su esplendor y con toda su decadencia, lo que quedaba del primitivo castillo del Diezmo.




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