El alhameño que conquistó Murcia

Fue Pío Wandosell un legendario empresario minero partiendo de unas alpargata por todo ajuar

Retrato de Pío en 1910, dedicado a su segunda esposa Francisca. Gentileza de Gonzalo Wandosell.
Retrato de Pío en 1910, dedicado a su segunda esposa Francisca. Gentileza de Gonzalo Wandosell.
Manuel León
20:40 • 14 ene. 2023

Uno los patriarcas legendario de la fiebre minera del Campo de Cartagena fue un alhameño que llegó a La Unión en los años 70 del siglo XIX, cuando aquello era ni más ni menos que la California europea, el lejano Oeste del Sureste peninsular en el que las calles aún no tenían nombre. Este personaje irrepetible, casi desconocido en su Almería natal, era Pío Wandosell Gil, nacido en Alhama cuando era moteada La Seca, en 1847, quien, sin ningún patrimonio en origen, aglutinó una de las mayores fortunas de la época en el Sur de España, a la altura de su paisano veratense Ramón Orozco o del malagueño Manuel Heredia.



Su relato se ciñe más a la necesidad que al azar, cuando en 1868, con 21 años, se trasladó en el transporte de la alpargata, como muchas familias de su pueblo, a esa tierra de promisión que estaba empezando a brotar en el distrito minero de La Unión, a 200 kilómetros de la Iglesia de san Nicolás donde lo bautizaron sus padres Antonio y Nicolasa.



Pío emigró, por tanto, en ese tiempo en el que ya no quedaba nada de prosperidad minera en la Sierra de Gádor, donde había trabajado como mozo fundidor de plomo y aún no había amanecido con toda su intensidad el negocio de la exportación de los pámpano de uva. Fueron esos años en los que el muchacho alhameño oía hablar sin parar del boom minero cartagenero y hasta allí llegó perdiendo Almería a un emprendedor nato que ganó la vecina Murcia. La biografía de Pío Wandosell, tiene, sin embargo, algunos puntos oscuros en los que no está acreditado que se llamara Pío -parece que adoptó este nombre según el archivero Francisco Ródenas por el papa de la época Pío IX- ni que tampoco se apedillara Wandosell, que habría adoptado como símbolo de distinción. Sin embargo, su biznieto, Gonzalo Wandosell, autentifica ese apellido   y lo liga a u comerciante antepasado de Pío que llegó de Flandes en el siglo XVIII para la comercialización con América. Lo cierto es que Pío, o como se llamara realmente, nació en el seno de una familia de moderados recursos dedicada a la explotación agrícola, de la que nunca se olvidó: en 1876, con  propiedades mineras en Murcia, compró una casa en Alhama en la que viviría su madre y su hermana pequeña y que él visitaría con frecuencia hasta que ellas vivieron. A La Unión, por tanto, en ese tiempo se trasladaron cientos de familias almerienses del Valle del Andarax y del Almanzora, sin más ajuar que el de sus sueños de encontrar una nueva vida más provechosa.



Al llegar a La Unión, que entonces aún se llamaba El Garbanzal, Pío se instaló en casa de un pariente llamado Manuel Rodríguez Gil en el distrito de Las Herrerías, donde, asegura Ródenas que arrendó un ventorrillo en donde se ventilaban  entre sus parroquianos pequeños negocios mineros. En esos primeros años, el alhameño fue abriendo los ojos y empapándose del conocimiento que luego le sirvió para convertirse en uno de los primeros millonarios del siglo minero murciano.  Al poco tiempo se casó con Dolores Calvache Yáñez con la que tuvo trece hijos, hasta que falleció de pulmonía y contrajo segundas nupcias con su joven cuñada Francisca, con la que engendró otros once vástagos, en total 24 hijos, de los que trece le sobrevivieron.



Su principal valedor en esos primeros años aún pantanosos fue  Ignacio Figueroa, Marqués de Villamejor, a cuyo padre Luis Figueroa había conocido en su adolescencia como operario de una las fundiciones del aristócrata en la Sierra de Gádor.



Pío inició su actividad metalúrgica con la fundición La Paz y Tres Hermanas que le fueron preparando para constituir la de Dos Hermanos, que se convirtió en una de las instalaciones más modernas del Sureste español con el primer horno rotatorio de origen alemán para beneficiar la galena argentífera. Fue diversificando sus actividades mineras con la adquisición también de explotaciones de plomo y hierro que exportaba a Perú, Colombia y Estados Unidos. En la partición de bienes a su fallecimiento era propietario de 120 concesiones mineras. Su gran obra fue la mina Talía, en Mazarrón, que en 1884 convirtió en la más productiva del distrito y que fue piedra angular de su fortuna.



Fue este alhameño un tipo poliédrico, que supo diversificar negocios como nadie con actividades en empresas de explosivos para sus fábricas, conservas vegetales, fue el impulsor del dique seco del arsenal de Cartagena, de la fábrica de electricidad de Orihuela y del negocio de alquiler de casas para los mineros y fue presidente de la Compañía del Ensanche de Cartagena, al igual que hicieron otros  prebostes de la época como José Salamanca, Ivo Bosch o Víctor Chávarri, contando como socio con el Conde de Romanones. También participó en casas de banca, importador de trigo americano y tuvo compañías de seguros. Compró varias haciendas y marjales como las de Las Conquetas, en Torre Pacheco, y la de Villa Dolores, llamada hoy Huerto Pío, en la Unión. 



Durante un tiempo, desde 1895 a 1905, residió en Madrid, dejando sus negocios en manos de su primogénito José. Allí se hizo de contactos políticos como el de su paisano Nicolás Salmerón y el de Emilio Castelar y fue siempre un activo militante del Partido Republicano, aunque sin querer participar en la política activa. Allí era conocido como ‘el millonario Pío’, entró en la masonería y fue socio del Casino de Madrid. Ayudó a la fundación del Real Madrid Football Club, del que su hijo Adolfo fue directivo y jugador destacado, desde 1903 a 1905, ganando la primera Copa de España.


En 1906 volvió a Cartagena, a seguir nutriendo su fortuna, hasta que sufrió una arteriosclerosis y falleció en 1920 con 72 años. Ninguno de sus herederos supo conservar el imperio que él creo a fuerza de empuje e instinto para los negocios, partiendo de su pericia como fundidor y  de unas humildes alpargatas alhameñas con las que inició su camino de prosperidad.


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