El Lugarico: Chencho Arias, un almeriense de pura cepa

Chencho era un diplomático nada convencional que rifaba un jamón entre los presentes

Chencho es hoy un joven jubilado.
Chencho es hoy un joven jubilado. La Voz
Francisco Giménez-Alemán
12:19 • 26 feb. 2022 / actualizado a las 12:24 • 26 feb. 2022

Algunas tardes tranquilas a comienzos de los ochenta Chencho Arias nos convocaba a unos cuantos periodistas amigos a merendar en su casa de la Avenida de Valladolid, cuando la ciudad de Madrid, alegre y confiada, recuperaba la sonrisa y aquellos muchachos que éramos entonces habíamos hecho de golpe todo un doctorado en Comunicación al haber superado cum laude la muerte de Franco, la reinstauración de la Monarquía, la legalización del PC, las primeras elecciones democráticas, la Constitución del 78, el hundimiento de la UCD y la reválida final: el 23-F. Chencho era un diplomático nada convencional que rifaba un jamón entre los presentes o un fin de semana en su pueblo, Vélez Blanco, aunque había nacido en Albox en 1940 cuando su padre era allí el notario. Era un grupo de la canallesca –que así nos denominaba Blas Piñar- cuya contribución a la llegada de las libertades había sido valiosa, cada uno desde su medio de comunicación ya fuera derecha, izquierda o mediopensionista. Tiempos inolvidables en los que veíamos crecer la historia en las manos y éramos muy conscientes de nuestro papel en aquella España que acababa de dejar atrás la Dictadura para emprender con desbocada ilusión el nuevo régimen de libertades presidido por un Rey providencial: Juan Carlos I.



Inocencio Félix Arias Llamas, luego embajador de España, era entonces un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores, con Marcelino Oreja de titular, con el que coincidíamos a menudo y especialmente en los viajes del presidente Adolfo Suárez, alguno de ellos muy de primera página como el que hicimos a Cuba en plena dictadura de Fidel Castro, quien le hizo un apoteósico recibimiento en el aeropuerto José Martí. Chencho estaba en todo. Y tan en todo que en la escala previa, Venezuela, al aterrizar en Maiquetía debió quedarse alguna maleta de un colega en el avión, y ni corto ni perezoso Chencho se metió en la bodega y rescató el equipaje de nuestro compungido compañero que ya se veía sin muda para el resto del periplo. Pero entre sus habilidades diplomáticas destacaba sobre todas la de la empatía para arreglar cualquier situación comprometida y dejar en buen lugar a las dos partes, como cuando la G2, los servicios cubanos de inteligencia, intentaban limitar los trabajos, y hasta las preguntas al Comandante, de los periodistas españoles, ya acostumbrados a informar en libertad después de cuarenta años de censura.  



Muchos y muy notables han sido los servicios prestados por el embajador Arias al Reino de España. Su presencia en los actos protocolarios y en los viajes de Estado infundían confianza y tranquilidad a los dignatarios del Gobierno y al propio Rey Juan Carlos que sabían muy bien de las artes balsámicas de Chencho. También lo tuvimos en la Expo 92, junto a otro gran diplomático almeriense, Emilio Casinello, con motivo de las visitas de Mitterrand, de la Reina Beatriz de los Paises Bajos, del Príncipe Carlos y lady Di, de los herederos del Imperio Japonés y del innumerable desfile de jefes de Estado que visitaron Sevilla aquel irrepetible año. Incluso tuvo Chencho en papel destacadísimo en la organización de la Cumbre Iberoamericana que con motivo del V Centenario del Descubrimiento de América se celebró en Sevilla. 



Respetuoso en las formas, simpático, ocurrente, brillante y con una personalidad cuyo perfil se acentúa por su inseparable pajarita, Inocencio conserva un acento almeriense distinguible nada más que rompe a hablar, y un sentido del humor capaz de producir un cambio de situación en las conversaciones más tensas y complicadas. Su paso como embajador de España en la ONU terminó por modelar el currículo de este nuestro paisano que con todo merecimiento acaba de recibir la medalla de oro de Andalucía. Ultimamente, el doctor Gómez Angulo lo ha sumado a nuestra anual tertulia agosteña de Villaricos, tan cerca de su Vélez Blanco veraniego.



Chencho es hoy un joven jubilado que pertenece a esa clase de gente que no sabe estar sin hacer nada, y de ahí sus libros y conferencias, así como su participación en la tertulia radiofónica de Carlos Herrera y sus muy leídos artículos de prensa. Incluso salió ileso de la presidencia del Club Siglo XXI donde las brujas reinan en los salones. No en vano había cosechado experiencia en su cargo como director general del Real Madrid y en otras muchas aventuras que ha recogido en su libro de memorias y en otro volumen cuyo título lo dice todo: “Yo siempre creí que los diplomáticos eran unos mamones”.



Al recordar aquellos tiempos felices en el escenario de la Prensa no puedo por menos que traer a este Lugarico los nombres de los principales actores del reparto: Pepe Oneto, Pablo Sebastián, Miguel Ángel Aguilar, Juan Luis Cebrián,  Luis Carandell, José Luis Martínez, Pedro Altares,  José Vicente Colchero, Diego Carcedo, Pilar Cernuda, José Vicente de Juan, César Alonso de los Ríos, María Antonia Iglesias, Carlos Luis Álvarez, José Luis Gutiérrez, Carmen Enríquez, Javier Martínez Reverte, Asunción Valdés y otros muchos que estaban en la sala de máquinas pero que fueron tan protagonistas a la hora de recoger el aplauso final. 






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