“Hay que llevarse hostias y aprender a perder, si no te metes en un hoyo”

Pablo Jaramillo es uno de los pocos almerienses con medalla olímpica

Pablo Jaramillo con la medalla de bronce ganada en Tokio en la prueba ciclista de velocidad mixta por equipos.
Pablo Jaramillo con la medalla de bronce ganada en Tokio en la prueba ciclista de velocidad mixta por equipos.
Antonia Sánchez Villanueva
04:42 • 12 sept. 2021

A sus 44 años y ciclista de élite, Pablo Jaramillo es uno de los pocos almerienses con medalla olímpica, conseguida en Tokio. Criado en el casco histórico de la capital (nacer en Madrid fue circunstancial) y vecino ahora de Níjar, acompaña los logros deportivos en el ciclismo de velocidad con una cabeza bien amueblada, y una capacidad de análisis poco comunes



¿Qué se siente cuando a uno le cuelgan una medalla como esta al cuello? 



 Ahora con el protocolo Covid nadie te las coloca. Un compañero me la colocó a mí. Es indescriptible, la mente en blanco. Pienso que parecido a si te toca la lotería. 



¿Es más intenso el momento de los honores o cuando termina la prueba y sabe que lo ha conseguido?



El podio es el momento clave, porque cuando terminas la prueba estás con la adrenalina, el sudor, el saber si lo has hecho bien, o no. Es más el momento del podio, la sensación de decir algo grande he hecho. 



¿Cuando llegó a Tokio tenía la expectativa de conseguirlo? 



Sí, piensa que de las diez plazas que tenía en ciclismo la selección española, una de ellas era la mía y el seleccionador sabía perfectamente que teníamos opciones. Luego, evidentemente, la carrera y la situación te colocan en el casillero. En mi caso, sabíamos que China e Inglaterra eran inalcanzables y teníamos que pelear solo y exclusivamente por el bronce. 



¿Eran realistas?

Sí. Sabíamos perfectamente que la plata y el oro eran imposibles. Pero el bronce no, y la suerte que tuvimos es que Francia, con los que peleábamos por el bronce, cambiaron la configuración. Yo pienso que eran más fuertes, pero no les había dado tiempo a ensayar al cien por cien. 


¿Cuántas llamadas, mensajes, ha recibido? 

Bueno, te puedes imaginar... Esta situación, hasta que no te ocurre, no sabes la envergadura. Es que al final es algo muy grande, y lo bonito es que todos quieren ser partícipes. Es algo que a mí me encanta, que la medalla no sea solo mía, sino de todas las personas, que me han estado ayudando. Las llamadas de alegría para mí son las del momento y las de antes del momento. 


¿Prefiere que se diga medalla olímpica o paralímpica? ¿Hay una diferencia de percepción social entre deporte olímpico y paralímpico?

Uf, es una pregunta muy ambigua. Sí es cierto que cada vez hay más inclusión en el deporte, hay más ganas por parte de las federaciones de que en deporte normalizado haya deportistas con discapacidad. Estas cosas tienen que ir poco a poco. Ahora se están igualando los premios. ¿A nivel social? Yo creo que siempre va a existir esa… [medita] tampoco quiero llamarlo diferencia. Al final es lo que nos toca. Y cuando tú tienes una discapacidad y no lo ves como un freno, una de las vías es el deporte. Creo que es al revés. Es el deporte lo que debe hacer de nexo. 


¿Es el deporte la mejor vía de la integración?

Yo pienso que una de las más potentes. Hay más. El empleo, la cultura también. Hay un abanico de posibilidades para personas con discapacidad válidas al cien por cien. ¿Las diferencias? Que la sociedad está así montada. Al final está al estatus económico, y está el estatus socio deportivo, por así llamarlo. Evidentemente, yo tengo una medalla de los Juegos Paralímpicos, pero los tiempos no están lejos de los que se hacen en deporte normalizado. 


¿El deporte llegó a su vida antes o después de la discapacidad?

Ya montaba en bici, fue por tema laboral que dejé de practicar deporte, y a raíz de tener el accidente de tráfico, me quedaron estas secuelas en el brazo izquierdo. Me cambió la vida y dije, pues mira, voy a volver a montar en bici y con la ayuda de amigos, que me dijeron fedérate como deportista adaptado y a ver qué tal. En 2003 ya corrí mi primer campeonato de España y en 2007 mi primer Mundial de carretera y pista. Poco a poco he ido creciendo y madurando como deportista. 


A partir de entonces ¿qué le ha aportado? 

¿Sabes qué ocurre? Que cuando estás dedicado casi en cuerpo y alma, te da muchas cosas, pero también te quita muchas. Con el tiempo te vas dando cuenta de que has perdido oportunidades que ya no van a volver. Te encuentras otras. No quiero alabar al cien por cien que ser deportista sea lo mejor porque hay muchas situaciones que dejamos pasar. Si quieres estar a un nivel alto hay que sacrificar y el deporte es sacrificio. 


¿Pero tuvo claro que quiso dedicarse a esto? 

Ah, sí, sí, pero sobre todo por la edad en la que me pilló. Era joven, no tenía miedo a nada, mi discapacidad me daba igual. Si no podía conducir, cogía un autobús y me iba a competir por ahí fuera, o pedía favores. Para mí fue clave que me pilló en una edad que me hizo aceptar lo que tenía. 


¿Cuesta aceptarlo?

A mi me costó un año.


Eso es fortaleza mental.

Fortaleza mental o esconderme en el deporte, porque con esa edad lo que quieres es salir, ligar, es lo lógico. Pero yo en ese momento me di cuenta de que podía hacer cosas en el ciclismo, las personas que empezaron a ayudarme me decían, oye céntrate, estudia, entrena, se te puede abrir un abanico bonito. Bueno, ese abanico se abrió, pero también me he llevado muchos chascos. Yo he visto tres ciclos olímpicos, Pekín, Londres y Río, y en ninguno me subí y en alguna ocasión he estado con opciones reales. Es que no nos hacemos una idea de lo que cuesta una plaza para ir a unos Juegos y luego, cuando la consigues, lo difícil que es hacer medallas. Por desgracia el límite es entre conseguir medalla o no. A nivel personal sí, pero a nivel social no es lo mismo. Y es una pena pero es así. 


¿Entiende lo que le ha ocurrido a Simone Biles, le cuadra?

Sí, la entiendo perfectamente, porque no es solamente la presión a la que ella se somete y la que es capaz de aguantar, es que hay factores externos, sociales y económicos que hacen que esa presión llegue a límites insospechados. Puede ser una bomba de relojería. En el caso de ella, en los juegos anteriores arrasó. Luego entró la pandemia. Tokio, en vez de celebrarse en 2020, se celebra en 2021, y no todos los deportistas han sabido gestionar un año más de presión, patrocinadores, estilo de vida, son tantas circunstancias las que se dan. El tema de la salud mental en el deportista hay que tenerlo cada vez más en cuenta. 


¿La línea que separa la euforia de la caída es demasiado delgada, se puede pasar con facilidad? 

Yo no he llegado a ese punto. Mi manera de gestionar la presión es muy personal, con el tiempo me he tenido que currar mucho eso porque era ir a competir a mundiales y no rendir, aun llevando los deberes hechos, por esa presión. Te vas dando cuenta de que es una presión innecesaria, pero hasta que te lo crees, hay un proceso. Hay quien lo acorta porque tienen esa capacidad o hay quien lo alarga y hace que su rendimiento deportivo esté mermado. Todos los deportistas que yo he visto en la villa están súper preparados y todos quieren la medalla. Una de las grandes diferencias es cómo gestionar esa presión y que no te llegue a perjudicar. 


Además, tanta difusión mediática también contribuye. 

Desde pequeños hay que formar a la futuras promesas haciéndoles ver cómo gestionar esa presión. Y hay expertos. Es fácil, simplemente invertir, poner en la mesa un presupuesto y decir, señores, que no es todo instalaciones, entrenar, desplazamientos, pruebas. Vamos a cuidar a los deportistas. En Estados Unidos esa figura ya existe. 


¿A partir de ahora cómo se plantea la vida deportiva? 

Con la medalla en la mano, creo que ha sido el resultado de llevar bien el camino, y, puesto que ha funcionado, no creo que deba cambiar nada. Hay detalles que voy a reflexionar. Tengo la suerte de tener gente que entiende esta prueba que hago. 


¿Cuánto calcula que le queda de vida de competición? 

Me gustaría contestarte con seguridad, pero cuando me levanto por la mañana la energía vital la noto bien, no veo que se vaya apagando para decir esto se está terminando. Podría cerrar ciclo con esta medalla, no sería descabellado con 44 años, pero tengo claro que va a ser cuando no tenga esa energía.  


¿En qué percibe la energía vital?

La chispa. Ese vamos, [chasquea los dedos]. Es una sensación de poder, el puedo. De repente no tengo ganas, y una voz que te dice, puedes. Yo creo que eso llega un momento en que desaparece… creo. 


¿Tiene un entorno favorecedor?  

Sí, sí, sí. Siempre he tenido la suerte de tener apoyo familiar, apoyo sentimental, en eso no me puedo quejar. Las cosas cuando vienen de cara, tienes que empujar, pero tienes que tenerlo claro. A mi edad sigo teniendo esos ingredientes a mi favor. Quiero pensar que si a mi edad estoy con gente mucho más joven y estoy a su par, es porque algo en el sistema que llevo está funcionando, y esa energía no se me ha apagado. A un almeriense cuya disciplina es la pista y aquí no hay velódromos, todo viene de contra y podría decir, ya estoy cansado de empujar, pero… 


¿Hay factores disuasorios? 

Yo siempre he tenido, y como yo, te podría hablar mucha gente que también practica esta disciplina y que no dispone de las instalaciones necesarias y siguen empujando. Cuando deje el deporte de alto nivel no creo que me desvincule del todo. Siempre habrá una parte de mí que estará ahí para enseñar a gente, como en mi caso, alguien que sufre un accidente, le quedan unas secuelas y el deporte lo quieren retomar o empezar, y a mi no me importaría estar ahí. 


¿Son importantes los referentes?

Sí, yo siempre los he tenido. A poco que salía a competir y veía a gente que me ganaba con discapacidad incluso más severa que la mía, ya eran ejemplos, a nivel competitivo y a nivel de vida. A mí me encantaría ser ejemplo para alguien el día de mañana que le sirviera para salir adelante y que las circunstancias no le frenaran. Esto es una carrera de obstáculos, hay que tener muy claro que si quieres meterte tienes que ser constante, llevarte hostias y aprender a perder. Como no aprendas a perder, esa fuerza vital la pierdes porque entra en juego la salud mental. El no saber gestionar las derrotas te mete en un hoyo muy complicado. Y este deporte tiene un día bueno y 200 malos. 


Es una máxima que se podría aplicar a todo. No estamos acostumbrados a perder. 

Totalmente. Pero precisamente por eso, porque cuando llega a una victoria hay que saborearla como si fuera la última. 


Vivimos en una sociedad de la inmediatez. Si no conseguimos la meta de manera inmediata, nos frustramos. 

Por eso está habiendo tantos problemas de salud mental. Ese es otro de los factores, el querer ser algo o alguien en el deporte ya, rápido. Tenemos ejemplos de gente súper joven que llega a la cúspide súper rápido, pero eso tiene unas consecuencias. Todos los que quieren hacer lo mismo no son mejores que el resto. ¿En una oposición cuántos aprueban? ¿Cuántos se quedan en el camino? Esto es igual. Esos ejemplos de prematurez no son los más adecuados. 


¿Ha llegado a su plenitud ahora que tiene más edad? 

Mi madurez deportiva la tuve hace unos años, lo que pasa es que no fueron lo suficientemente convincentes para que el seleccionador me subiera al tren de ir a unos Juegos. Pero mi cabezonería, el creer en mí, han hecho que haya podido alargar esa chispa. No creo que con 44 tenga una madurez deportiva excelente, al final los años son los años, la chispa la tengo, pero no recuperas igual. Esa es otra de las cosas que te da la madurez, no abusar de los entrenos. Menos es más. 


¿La autoconfianza cuánto pesa en un deportista de alto nivel? 

Es que la autoconfianza no es una puerta que se abre y se queda abierta. Todos los factores, familiares, de amigos, situaciones deportivas, son la problemática diaria que te toca vivir y sufrir. 


¿Hay que trabajarla a diario?

Claro. No hay supermanes. Es algo que le puedes preguntar al mismísimo Rafa Nadal, que para mí es el ejemplo número uno. Con los años, si tienes la suerte de alargar tu carrera deportiva, te vas dando cuenta de que esa madurez tiene un poder tan grande hasta el punto de poder gestionar la autoconfianza. Los chicos de ahora quieren conseguir todas esas cosas rápido y es muy difícil. Puedes llegar a una madurez deportiva súper prematura. Pero pierden y ¿cómo gestionas eso? ¿cómo le explicas a un chaval de 20 años, que no se tiene que preocupar cuando ha visto que lo único que vale es ganar? La derrota hay que hacerla tuya. 


¿Almería es un buen sitio para practicar el ciclismo?

Tenemos 300 días de sol sin frío ni agua. Eso es un lujo. Almería es un destino perfecto para esta disciplina, pero no solo para esta, lo único que falla son las comunicaciones. Si Almería tuviera un aeropuerto como el de Málaga, te aseguro que estaríamos hablando de otra cosa. 


¿Podría ser un buen destino para concentraciones de pretemporada? 

Sí. Los equipos buscan sitios como Almería, que haya hostelería, sol y buena temperatura. Aquí los tenemos, pero muchas ciudades del Mediterráneo también y tienen mejores comunicaciones. Ojalá el AVE sea una realidad a corto plazo. Pero la clave está en que los vuelos se economicen. 


¿Qué sueño le queda por cumplir?

¡Hostia! Pues no sé. Al final la cúspide de cualquier deportista es participar en unos Juegos. Todavía estoy con esa felicidad plena.


¿No quiere seguir soñando?

Bueno, a mi me gusta tener los pies en el suelo. Y considero que esto es de todos, porque cuando salgo con gente más fuerte y me estrujan, ese esfuerzo es lo que ha hecho que llegue a un estado de forma óptimo. La victoria también es gracias al grupo de deportistas con los que te juntas. Entrenar solo es lo peor. Ese pequeño cambio que te hace estar en medalla o no lo hace entrenar con gente. Es como un tren, tiramos unos de otros y esa labor hace que ese grupo mejore. Hay países que sacan presupuestos para tener a un grupo de trabajo competitivo. Esas mejoras marginales están marcando la diferencia… y la genética del deportista, claro.  



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