Plaza Careaga, renovada y cagada

La Plaza Careaga luce su nueva imagen, con más espacio,más bancos, más verde y más excrementos

La renovada plaza, con excrementos.
La renovada plaza, con excrementos. La Voz
Eduardo de Vicente
07:00 • 17 ene. 2021

La historia diaria de la Plaza Careaga empieza a primera hora, antes de que el sol caliente los bancos, cuando aparece el primer vecino con su perro para que éste haga sus necesidades. Poco después llega el funcionario de la limpieza, que casi todos los días proyecta un buen chorro de agua sobre el suelo y deja las losas como un espejo. Nadie se puede quejar del mantenimiento.



La pulcritud no dura demasiado, dos o tres horas, el tiempo que tarda el primer desalmado en dejar la cagada de su mascota sobre las recién estrenadas baldosas. Todos los que incumplen las normas suelen tener un ‘modus operandi’ parecido: llegan con el perro y sus bolsitas de plástico, dejan al animal campar a sus anchas y cuando llega el momento de recoger, miran al tendido y si ven que nadie los mira se quitan de en medio dejando el regalo en la plaza.



 



La reforma de la Plaza de Careaga ha revalorizado el entorno, pero ha traído un nuevo problema al convertirse en unas pocas semanas  en el lugar de encuentro de casi todos los perros del barrio y los que no son del barrio. Es complicado poder acertar con una cifra, pero no es exagerado asegurar que entre cincuenta y sesenta mascotas pasan a diario por este espléndido escenario del casco histórico.






Es verdad que son muchos los propietarios de perros que son rigurosos con las ordenanzas: llevan a sus mascotas con sus correspondientes correas, los tienen controlados y cuando evacuan recogen inmediatamente los excrementos. 






Pero también abundan los que dejan la cagada allí y los que permiten que sus animales se orinen en las fachadas de los edificios. Después intentan enmendar el entuerto echando un chorro de agua con vinagre o lejía sobre la pared, lo que agrava el problema por la acción corrosiva del líquido. 

Entre la fauna diaria que visita la plaza dejando su sello canino, está la joven ciudadana que dos veces al día llega con sus dos perros de gran tamaño, completamente sueltos y los deja a su libre albedrío con el consiguiente peligro que está irresponsabilidad supone; y el vecino de la misma plaza que abre la puerta de su casa y deja libre al perro sin molestarse después en retirar su cagada y su meada. 

Estas actitudes incívicas, que se repiten a diario en el mismo escenario, han generado ya más de una disputa entre los dueños irresponsables y los vecinos que se atreven a reprocharles sus comportamientos.


Las ordenanzas municipales dejan muy claro que es obligatorio recoger los excrementos y los orines de los animales, pero los que incumplen la norma saben también que nadie los va a sancionar porque es imposible tener a un policía municipal vigilando a todas horas, aunque no estaría de más ver a los agentes de vez en cuando por los barrios, como los vemos constantemente de plantón en la Puerta de Purchena y en el Paseo.


Las manos de Pepe Gotera y Otilio

El último mes y medio de obras se convirtió en una odisea, con parones prolongados y con las prisas que vinieron después que han servido para dejar la huella de la chapuza en el suelo, como si los queridos personajes del tebeo Pepe Gotera y Otilio, se hubieran cargado de rematar los trabajos. Hay remiendos en las losas y juntas desencajadas que no se corresponden con lo que tenía que ser una plaza que ha sido completamente renovada y transformada.



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