La necesaria revolución del Paseo

La transformación del Paseo de Almería ya está en marcha. Se trata de una remodelación obligada

El Paseo de Almería presenta una imagen triste de avenida derrotada con grandes comercios en crisis.
El Paseo de Almería presenta una imagen triste de avenida derrotada con grandes comercios en crisis. La Voz
Eduardo de Vicente
07:00 • 25 oct. 2020

No es fácil acometer la gran reforma que exige el Paseo cuando todavía suenan con fuerza las voces de aquellos que temen que la peatonalización de la gran avenida sea una tumba definitiva para el comercio. Es un miedo injustificado porque por malo que fuera el proyecto, es imposible que el Paseo se quedara peor de lo que está.



El Paseo de Almería agoniza lentamente desde hace veinte años. A medida que fue perdiendo su protagonismo comercial, se fue apagando hasta convertirse en un lugar triste y aburrido, convertido más en una carretera que en una calle del corazón de la ciudad. 



Lejos quedan los buenos tiempos, cuando teníamos la sensación de que todo sucedía en el Paseo: las procesiones solo lucían cuando subían por el Paseo y hasta las manifestaciones de la Transición se alimentaban de la fuerza del Paseo. La Feria se renovaba todas las noches en el Paseo y por diciembre, la Navidad empezaba cuando por los altavoces del Paseo sonaban los primeros villancicos. 



El Paseo era tan  importante entonces los lunes como los domingos porque aunque las tiendas estuvieran cerradas todos pasábamos por allí para mirar los escaparates o para comprar una bolsa de pipas calientes cuando salíamos del cine.



El declive de las salas de cine del centro acabó con los domingos del Paseo, que se fue quedando vacío como si  acabara de pasar una enfermedad. Ese declive se ha acelerado en los últimos años con la crisis económica de la década anterior y ahora con la pandemia del  Coronavirus.



El Paseo, hoy, desaparece cuando cierran las tiendas, como una calle que no existiera. No tiene más vida que la de sus negocios y algunos, como los bancos, echan la persiana a las tres de la tarde. El Paseo es uno a las diez de la mañana y otro muy distinto a las cinco de la tarde, cuando uno tiene la sensación que en la gran avenida ya se ha hecho de noche.



La transformación del Paseo que ya se ha puesto en marcha no debe de considerarse como un capricho ni como una ocurrencia de los políticos que nos gobiernan. El Paseo está pidiendo a gritos una revolución total ahora que sus tiendas han dejado de ser el principal atractivo y ahora que la Rambla y el Paseo Marítimo le han quitado su condición de única y gran pasarela de la ciudad.



Los tiempos han cambiado tanto que el Paseo necesita otro guión. Los comercios por sí solos ya no tienen fueza para llenar la avenida. Esa resurrección tan necesaria pasa por un Paseo distinto, un Paseo peatonal que tenga naturaleza de escenario y donde siempre esté sucediendo algo. Hay que llevar la vida al Paseo, hay que llenarlo de vida, de actividades, de ocio, de rincones seductores que atraigan a la gente y seguramente de una  actividad comercial que se adapte mejor a las exigencias de los clientes. Tal vez sobren tiendas de ropa y falten cafés o pastelerías. Tal vez esa fórmula de los puestos ambulantes que tan bien funciona en la Feria pueda tener un hueco en esa nueva configuración de la avenida que parece imparable.




Ahora llegaran las polémicas sobre el arbolado y seguramente sobre si es aconsejable o no la puesta en marcha de un carril para las bicicletas. Los árboles deben de seguir teniendo un protagonismo importante en el Paseo si queremos que sea un lugar habitable, todo lo contrario que el carril bici, que debe de quedarse fuera. Si hacemos del Paseo una calle peatonal debe de ser con todas las consecuencias, sin concesiones, para poder disfrutarla sin tener que estar mirando si viene una bicicleta por arriba o por abajo, si se cruza una patineta o si viene de frente un carrillo de mano.


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