Crónica de un juicio en tiempos de pandemia

La Audiencia acoge el juicio por el crimen de El Bobar entre mamparas y mascarillas

Javier Pajarón
17:23 • 22 sept. 2020

Desde el fondo de la sala de vistas, los nueve miembros del jurado popular se convierten en siluetas desenfocas entre los brillos de una sucesión de mamparas de metacrilato. A la derecha, el fiscal Manuel Hermoso y los letrados de la acusación particular y las dos defensas reparten sus documentos sobre la mesa, entre pantallas móviles, más altas. Y al frente, el magistrado Jesús Miguel Hernández Columna y el secretario judicial Ernesto Vila Montes con la libertad de no estar rodeados, pero con la esclavitud de respetar la distancia de seguridad en todo momento.




En la habitación, el jurado, los suplentes, los acusados, los letrados, los policías nacionales y los tres periodistas lucen un repertorio de mascarillas de todo color y textura, salvo el presidente de la sala, que solo se coloca al final de la sesión para abandonar el espacio de forma segura.




Los micrófonos de grabación portan una pequeña bolsa de plástico en la punta, de esas con cierre hermético para guardar cosas pequeñas. Nada sofisticado, pero aparentemente efectivo.




Los cuatro agentes de la Policía Nacional se sientan separados, entre los acusados y en bancadas distintas. Aguantan el tipo, a pesar de un ataque de tos de la detenida, que se baja la mascarilla para utilizar un inhalador.




Y los dos jurados suplentes, de los que el diseño elaborado por las autoridades parece haberse olvidado, se sientan en dos sillas justo delante de los procesados, a dos metros contados de forma generosa.

El caso
Cualquier otro día, esto sería parte de las anomalías asumidas en estos tiempos confusos, también para la Audiencia Provincial de Almería. Sin embargo, este martes el juicio oral  las dejó en casi una anécdota cuando la acusada de asesinato Concepción M. decidió dinamitar el acuerdo alcanzado por todas las partes unos minutos antes y cambió su declaración en el último momento.




“¿Reconoce usted los hechos?”, pregunto el fiscal Manuel Hermoso. Ella torció el gesto, miró a su letrado, Juan Manuel Sánchez Fernández, negó con la cabeza durante unos segundos en silencio y... “No”.




Por partes. Concepción M. y Manuel J. se sientan en el banquillo acusados de matar a pedradas a un ciudadano alicantino llamado José Manuel Escudero Ballesta en julio de 2017. El suceso se produjo en un ambiente de absoluta marginalidad y el cadáver fue descubierto por agentes de la Guardia Civil tras 11 meses oculto bajo un colchón en un descampado cercano a las instalaciones de la perrera municipal.




El nombre de la víctima se hizo conocido tras aparecer en el programa de Paco Lobatón en TVE. Se le perdió el rastro en El Zapillo (Almería) y su familia le buscaba. La investigación terminó por esclarecer el episodio con la detención de Concepción M.  y Manuel J. por un supuesto triángulo amoroso que acabó de forma trágica.


La víctima presentaba al menos seis impactos con piedras en el cráneo. La Fiscalía pedía 20 años por asesinato, pero una negociación exprés realizada en las últimas horas abrió la puerta a agilizar el proceso y disminuir ligeramente esta carga.


Las pruebas apuntan hacia una condena y los acusados aceptaron el reconocimiento de los hechos (Manuel J. ya lo había realizado ante la Guardia Civil) a cambio de beneficiarse de una atenuante que dejaría la pena en 14 años de prisión. Había acuerdo.


La conformidad evitaba un juicio largo e incómodo, facilitaba el trabajo a los jurados y permitía una cierta reducción de condena a acusados que ya llevan dos años y medio en prisión. Las partes prácticamente renunciaron a sus informes iniciales ante el jurado y encaminaron la sesión hacia una resolución pactada, de acuerdo a las prescripciones legales.


Entonces  Concepción M. se levantó, tomó el asiento central  de la sala  de vistas e hizo uso de sus derechos. “Yo no he matado a mi amigo. No me quiero comer una muerte que no he hecho”. Todo el mundo se recolocó las mascarillas, tomó aire y se puso ‘cómodo’. Cosas de un juicio con jurado en tiempos de pandemia.


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