Miguel Ángel Blanco: “Yo siempre he entrevistado a Dios y al diablo”

Tiene 73 años y la memoria del veinteañero que comenzaba en el Periodismo

Miguel Ángel Blanco, periodista veterano y de gran prestigio.
Miguel Ángel Blanco, periodista veterano y de gran prestigio. Juan Sánchez
Antonia Sánchez Villanueva
07:00 • 01 mar. 2020

Tiene 73 años y la memoria del veinteañero que comenzaba en el Periodismo en tiempos del tardofranquismo y la transición. Dirigió durante 17 la delegación de Ideal en Almería, donde practicó una información interpretativa poco al uso. Ha cultivado casi todas las áreas, aunque se ha sentido muy identificado con el periodismo ambiental y el cultural. Ahora retirado, mantiene vivo el interés por escribir y por la literatura. Está reconocido como uno de los grandes de la profesión.



El último libro de Miguel Ángel Blanco (Madrid, 1946), Palabras rotas, quemadas y desaparecidas (IEA), acaba de ver la luz como una gran metáfora de su trayectoria profesional, surgida del rico patrimonio en notas, recortes y apuntes guardados con celo durante décadas. Lo cuenta mientras nos acomodamos para la entrevista ante un café y un té. Durante años, él se ha sentado frente a la otra taza, la más alejada de la grabadora. Y un primer interrogante flota: ¿qué preguntar a quien se ha pasado la vida preguntando?



Si ahora mismo fuera yo, ¿qué se preguntaría?



Serían varias preguntas: cuál es la reflexión de mi vida periodística, si estoy arrepentido de haber sido periodista o si he hecho el periodismo que quería hacer. 



¿Está arrepentido?



No, porque quise siempre ser periodista, a pesar de que en los 60 el periodismo tenía muy mala fama. Me lo hizo ver el profesor de griego que tuve en preuniversitario, Gregorio Artiles. Un día nos encarga una redacción de la Eneida y me dice “tú tienes una gran carga de lenguaje periodístico”. Dije: “pues ya sé lo que quiero ser”. 



¿Cómo sentó en su casa?



Bueno, lo aceptaron, aunque en un primer momento hice Turismo, y el último año un amigo que trabajaba en televisión me dice “Miguel Ángel, ¿sigues con la idea de estudiar periodismo?, porque van a empezar los exámenes de ingreso; preséntate mañana en la Escuela de Periodismo de la Iglesia, y si no sacas el examen de ingreso, te presentas en septiembre en la Escuela Oficial”. Me lo estaba diciendo un tío que era del PCE clandestino, Ángel de la Cruz. “¿Y tú me estás recomendando la de la iglesia?” Dice: “sí, porque es donde mejor formación te van a dar, el oficio lo aprendes trabajando”. Y le hice caso. 


Y estudia en la Escuela de Periodismo de la Iglesia. 

Cuando termino hice prácticas en Radio Nacional. Un profesor nos dice a otro compañero y a mí: “si conseguís trabajo en un periódico del Movimiento, aunque no seais del régimen, tenéis margen escribiendo de la vida cotidiana”. Un compañero que estaba en Ideal Granada me aconseja escribir a Melchor [Sáiz-Pardo, exdirector], pero no me contesta y escribo a Patria. Su director, Eduardo Molina Fajardo, me llamó, nos vimos en Madrid, y me dice “mañana te presentas en la Academia del Movimiento, pregunta por Félix Morales, y dices que vas de mi parte”. Amigos míos me previnieron: “cuando te pidan jurar los principios del Movimiento, veremos a ver”. ¿Sabes qué me salvó? Que me pregunta el tío, “¿y tu familia?”, “Pues mi padre es militar”... “Ah, que tu padre es militar, eso es lo que hace falta, hijos de patriotas… firma aquí”. Y no tuve que jurar. Tengo un buen recuerdo  de aquel periódico. Eduardo Molina siempre me respaldó, aunque no era de su cuerda. 


¿Ha hecho el periodismo que quería?

Sí, sí…


¿Siempre?

En Patria yo hacía noticias de cultura, y luego me asignaron sucesos. Todos los días iba a la comisaría de Policía, y me llamaba mucho la atención que entraban policías con prostitutas que habían detenido, fue un choque con otra realidad que nunca había conocido. Pero de eso no podía escribir. Una vez se me ocurrió hacerle una entrevista al rector, Federico Mayor Zaragoza, que estaba considerado un medio rojo. El se extrañó pero me dijo: “bueno, pásame un cuestionario”. A los dos o tres días la secretaria y me da el cuestionario, y yo, todo contento, voy al director… “pero... ¡cómo se ha ocurrido entrevistar a ese hombre!, ¡tenías que habérmlo dicho!” Nadie se la había hecho. Ni Ideal. Algunas cosas me las corrigió, pero salió la entrevista a doble página y fue un golpe. A principios del 73, yo ya estaba un poco harto del tema del Movimiento. Entonces me llama Melchor y me propone, “¿y si te vienes con nosotros a Ideal que acabamos de abrir una delegación en Almería?” Vinimos el 27 de junio del 73. 


¿Se ha arrepentido de la decisión? 

No, no. Sí es verdad que yo no me planteé venir a Almería para siempre. Melchor me dice “vas a estar allí tres o cuatro años, y después a Granada”. Pero aquí me quedé para siempre. Fui delegado hasta el 90, cuando el grupo vasco compra la editorial católica y entra Enrique Seijas. Yo tengo una forma de hacer periodismo que a los redactores jefe enviados por los vascos no les convence.


¿Cuál era su visión?

 Por un lado, la noticia rápida, que tiene que existir. Pero luego, un periodismo de interpretación de la realidad, secciones más reflexivas. Eso yo aquí empecé a trabajarlo.


Cuando llega en los 70 como periodista analítico, ¿qué Almería encontró?

Una Almería muy aislada, con conciencia de periferia. Me enseñan una foto del Paseo como era hasta finales de los sesenta y dije: “¿cómo os habéis cargado el Paseo de Almería, la identidad de la típica casa burguesa?”. Estando aquí se llega a plantear derribar el Teatro Cervantes también. Recién llegado lo primero que me encuentro son las inundaciones del 73. Me acuerdo en Zurgena, que pregunto: “¿y qué hacía esa casa construida en medio de la rambla?”. Era un desmadre. Pero a su vez también admiré Almería, esa singularidad. Otro problema gordo que encontré, el crecimiento de El Ejido y cómo se separa de Dalías. Al corresponsal que teníamos en El Ejido, José Antonio Cantón Mira, le llegaron a pegar. Me acuerdo que le digo a Pepe Mullor, “vámonos a Dalías que hay follón” y llegamos y está la plaza cargada de gente. Iba a entrevistar a los que estaban encerrados en el Ayuntamiento de Dalías, iba pasando y oía, “este es del Ideal, hijo puta, cabrón”. Llego y digo: “quiero recoger las opiniones de Dalías”. Yo siempre entrevistaba a Dios y al diablo. Y me responden: “no tenemos nada que hablar con Ideal”. “Bueno, pues no se quejen mañana si no sale su opinion”. Me doy la vuelta y escucho: “espera un momento”. Se decidieron a hablar. 


¿Almería fue entonces un choque?

Sí, sí, fíjate, me acuerdo de haber escrito que uno de los niveles mayores de accidentes mortales de trabajo de toda España estaba en las canteras de Macael. Lo pongo en un titular y las autoridades se me cabrean. Uno que era delegado de Trabajo, me lo dijo. “Pero si lo he sacado de las estadísticas”. “Tienes razón - me responde-  pero lo que ha jodido es que lo hayas puesto en un titular, si lo pones en pequeñito…”


¿Alguna vez ha tenido que renunciar a poner un titular por una presión?

El primer tema así lo tuve en Patria. Me asignan una sección que se llamaba Comentario, y un día escribí algo de la caja de ahorros, y llaman al director y el director me llama a mí: “es que tú has escrito ahí como metiéndote con la caja”. Y digo: “no, lo que digo ahí es que una cosa son los intereses de la caja de ahorros y otros los del periódico”. Pero eso ya me hizo a mí también cavilar. 


¿Y le han censurado?

En parte sí. La entrevista con Juan Asensio, por ejemplo. Melchor me echó una bronca, que como había hecho una entrevista a un asesino y a un gángster. Le dije: “Melchor, y al diablo que se me ponga por delante, palabras textuales, soy periodista, yo no estoy juzgando a Juan Asensio”. Siempre he ido de cara y el ir de cara me ha favorecido. En el caso de Juan Asensio, un día va al cine Félix Almarza, y le dice Juan: “tu jefe me está tocando los cojones”. Y yo lo llamo al día siguiente: “Juan, soy Miguel Ángel Blanco, ¿qué pasa?”, “es que todo el mundo piensa que soy el que hago de todo, si yo hablara, si yo hablara…” y le respondí: “ pues te hago una entrevista y dices lo que tú quieras”. Se viene al periódico y dos días grabando la entrevista. 


Un éxito, sin duda. 

Pero te voy a decir lo que pasó. Me cuenta cómo quiso cargarse a Joaquín Abad [exdirector del desaparecido diario La Crónica]. Y, mientras, se iba grabando: “bajé al garaje donde vivía Joaquín Abad, por la noche llegué allí con mi escopeta, y me quedé ahí apostado; a la mañana siguiente baja Joaquín Abad con su hija para llevarla al colegio y bajé el arma... yo no iba a matar a Joaquín delante de su hija”. Y me contó más cosas que me decía, “esto es pa ti y pa mi”, pero se estaba grabando. Pero, cuando se va y pongo a rebobinar la cinta, resulta que no se había grabado. La del segundo día sí, y la tengo guardada. 


¿Qué le preguntó más?

”Juan, ¿tú eres el que mueve la droga?”. Dice: “no, yo no muevo la droga, sé quién la mueve, pero no soy un chivato”. Si un tío te dice eso, es que es verdad. 


¿Cómo tituló esa entrevista?

”Soy un hombre de honor”. Sicilia pura. Se la mando a Granada y la tuvieron allí con el asesor jurídico no sé cuantos días hasta que se publicó. Hubo algunas cosas que recortaron. Lo de Joaquín Abad no lo puse yo, no podia poner eso sin que se pudiera probar. 


¿De qué es de lo que más orgulloso se siente?

A mí Melchor siempre me dejó bastante carta libre en el periódico. Con Manolo Gómez Cardeña, nos reuníamos todos los días para ver qué temas podíamos tocar. Manolo era de armas tomar, estaba en la plataforma de lucha obrera, con Fernando Martínez, con Javier Ayestarán. Esta gente venía mucho al periódico y yo aceptaba los comunicados. Cuando conseguíamos dar, incluso antes de morir Franco, conflictos laborales, para nosotros era un éxito. 


¿Qué tiene que tener un buen periodista? 

Yo creo que el periodista tiene que estar muy formado, tener osadía también, y una gran honestidad. 


¿Se puede ser periodista sin ser honesto?

Serás un mal periodista, aunque tengas éxito y seas reconocido. Para mí la ética es fundamental. Yo decía siempre que había que ir a los sitios. Eso lo secundaba mucho Paco Torregrosa, fundamental en la corresponsalía de los pueblos porque iba siempre a todos lados. Los corresponsales se vincularon a esa manera de ser. 


¿Es lícito autocensurarse para evitar un daño mayor? 

Es posible que en algún momento yo me planteara escribir algo de otra manera, diciendo lo mismo, pero sin ser hiriente. Ha habido parlamentarios que escribieron al periódico, diciendo tienes que rectificar y yo no rectificaba. Eso sí, usted tiene derecho a mandar un escrito de réplica. Yo eso nunca lo negaba. Una vez Jesús Durbán Remón, que fue un parlamentario de UCD y presidente de la Diputación, empezó a hablar por algo que yo había escrito y le contesté, el periodista soy yo y el que entiende de esto soy yo. Usted no entiende. (Risas) 


¿Es malo que el periodismo coquetee con el poder o forma parte del juego? 

Posiblemente coquetear no es la palabra, pero sí tiene que estar próximo y conocerlo para poder situarse. Ahora no se habla apenas de los poderes fácticos, la gran banca es el verdadero poder en la sombra. En la transición los parlamentarios venían de Madrid y convocaban una rueda de prensa o nosotros les llamábamos. De ahí salió el concepto de redacción abierta. Todo el mundo pasaba por allí. 


¿Con la tecnología y las redes el Periodismo cambia para bien o para mal?

En algunas cosas para mal, porque lo que ha hecho es cambiar el modelo del periodismo. En algún momento tendrá que plantearse una especie de reciclaje. Siempre pensé que con el tiempo la prensa de papel diaria se tendría que reconvertir en el modelo de las revistas semanales, un periodismo más reflexivo. La editorial católica encargó un informe de cómo funcionaba el periódico en Almería y el análisis era precisamente ese, que era un periódico muy valorado en las clases profesionales. Yo no iba a hacer un periodismo para ver si conseguíamos más tirada. He hecho el que he querido hacer, alguna vez con peor fortuna que otras, y se habrían necesitado más medios. 


Volviendo a los tiempos actuales, cree que el periodismo tiene futuro? 

Me gustaría decir que sí, creo que sí lo tiene. Yo siempre valoré a pesar de mis reticencias el Internet como una fuente de información tremenda, y lo defendí siempre. Lo que no defendía era tanta dependencia.


¿Lo de las fake news qué le dice?

Aparte de que me cabrea mucho que se use tanto el inglés, es que ya se ha establecido como sistema de manipulación. Eso en cierto modo ha existido antes, aunque no con la dimensión que tiene ahora por las nuevas redes. Políticamente se han utilizado noticias falsas para manipular al adversario e incluso al propio mundo periodístico. Los famosos off the record hay gente que los facilitaba para no contarlo. Manolo Gómez Cardeña y yo al cabo de un cierto los sacábamos a la luz. Y hubo una reacción muy fuerte. Montaron una campaña de desprestigio contra Manolo para conseguir que el periódico lo echara, pero Melchor lo defendió. Esa campaña la monta el propio gobernador civil, Bances Alvarez, porque le echaron una bronca en Madrid cuando se aprobaron presupuestos de obras del empleo comunitario a nivel nacional, y Manolo se entretuvo en ver lo que venía para Almería, tres migajas. ¿Y por qué? Porque desde el Gobierno Civil  no se habían enviado proyectos a Madrid. Por eso se la tenía jurada el gobernador. 


¿Qué noticia no ha dado y le habría gustado?

La verdad que no lo sé. Yo creo que hemos dado prácticamente de todo. Nos mojamos mucho con el tema de Javier Verdejo. El juicio del caso Almería, yo lo narro en plan dialogo, y eso se ha quedado como fuente de información. 


¿Qué titular se sacaría de esta entrevista? 

Hubo un titular que me sacaron en Foco Sur: “siempre he tenido consciencia de estar en una lista negra”…


¿Y lo ha estado, ha estado en una lista negra?

Sí, sí. Yo me he enterado por José María Granados de que en Asempal había sectores que me tenían enfilado. El tema de ecología fastidiaba mucho. 


En eso fue pionero.

Sí, sí, por eso nace la sección que yo hago Una tierra almeriense para vivir, para darle forma a ese planteamiento. Pero, ¿qué titular te podría decir de mí? Yo he sido el periodista que quise ser, algo así.  Porque el de la lista negra es muy fuerte, tampoco me siento derrotado. En el libro último lo digo, nunca pudieron con nosotros. Nunca pudieron conmigo. Ese podía ser un titular. 



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