La ciudad medio siglo después

A mediados de los años 60, Almería inició un crecimiento imparable que aniquiló la ciudad

Finales de los sesenta. Desde el barrio de San Cristóbal se podía distinguir la nueva ciudad que se estaba tejiendo a fuerza de pisos gigantescos.
Finales de los sesenta. Desde el barrio de San Cristóbal se podía distinguir la nueva ciudad que se estaba tejiendo a fuerza de pisos gigantescos. La Voz
Eduardo D. Vicente
21:31 • 19 abr. 2018

De lo que fue la ciudad antigua nos ha quedado el mar, el aire limpio por los vientos de Poniente, los muros de la Alcazaba, las murallas vencidas del Cerro de San Cristóbal, las torres de las iglesias y los recuerdos. 



Almería se ha transformado en exceso, ha cambiado tanto que renunció a sus señas de identidad por una ciudad nueva que se ha ido tejiendo sin argumentos, sin ningún hilo conductor, sin armonía, a base de ocurrencias y de grandes negocios. Fue el negocio y la ineptitud política los que impidieron un desarrollo coherente y respetuoso con la historia. Lo poco que quedó del pasado apenas se ha tenido en cuenta y hoy nos encontramos con que la ciudad no tiene un casco antiguo, sino un casco viejo donde es imposible encontrar una calle que no haya sido profanada por los pisos modernos y donde lo que tenía que ser su zona monumental, toda la manzana que rodea la Alcazaba, presenta un deterioro considerable.



Almería, medio siglo después, como muestran las dos fotografías de este artículo, se fue devorando sin pausa. En unas décadas la llamada ciudad moderna se fue comiendo a aquella ciudad de rincones, de detalles que nos parecía eterna. La fotografía superior recoge un momento crucial en ese proceso de desarrollo de la ciudad: la segundad mitad de los años sesenta. El crecimiento ya se había iniciado y los bloques de pisos se extendían hacia el sur, cerca de la playa y el puerto, y habían comenzado a surgir también en lo que todavía era el casco antiguo. Se puede ver, en medio de la Almería clásica, el gigante del piso Géminis, el de Simago que estaba ya casi terminado. 






En esa imagen de hace medio siglo todavía existía el barrio de San Cristóbal, malherido, es verdad, con sus calles de tierra y sus casas colgadas de las piedras, pero vivo, todo lo contrario que ahora que es un solar, un basurero, una oportunidad perdida. Cómo le podemos contar a los turistas que nos visitan que el balcón de la ciudad, la atalaya principal, el lugar privilegiado desde donde se pueden contemplar las vistas más impresionantes de Almería languidece en medio de un abandono que se prolonga ya durante décadas y no parece tener una solución cercana. 



En estas dos fotografías se puede contemplar el cambio rotundo de una parte del casco antiguo. En la imagen de arriba todavía se podía ver la fachada de la iglesia de San Pedro, de la que ahora solo alcanzamos a contemplar sus torres. Un poco más arriba, subiendo la calle Torres, destacaba el edificio donde estuvo ubicado el cine Liszt, con sus amplios ventanales, y un poco más arriba las casas nobles de la Plaza de Flores. 



Todavía existía una gran manzana, entre el Paseo y la Plaza Vieja, que mantenía su aspecto de ciudad antigua, aunque ya empezaban a brotar los pisos en algunas de sus calles y plazas. En la fotografía, detrás de la cúpula del convento de las Claras y de la fachada sur de la Plaza Vieja, ya se aprecia un edificio intruso, el de la calle Lope de Vega.



Todavía, en esa imagen de los años sesenta, es posible ver al fondo, detrás de las torres de San Pedro, la parte más elevada de la casa de los Rodríguez, en el Paseo, y al fondo, mirando hacia la playa, el puente de los arcos que llevaba el mineral al Cable Francés, la torre de la iglesia de Ciudad Jardín perdida entre la niebla, las chimeneas de la Térmica del Zapillo y a continuación la vega, que había iniciado también una decadencia que sería imparable. 


Esa foto, de 1966, recoge un momento límite en el desarrollo urbanístico de la ciudad. Unos años después, recién iniciada la década de los setenta, los edificios modernos que ya aparecían por el Paseo, se colaron hasta el fondo y no respetaron ni los monumentos más importantes. De forma incomprensible se dieron licencias para levantar pisos tan altos como la torre de la Catedral delante de la iglesia y no hubo ni una sola calle del casco antiguo donde el desarrollo respetara la historia. 


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