La academia femenina del Mater Asunta

El colegio del Paseo de San Luis empezó a funcionar en 1954 como academia

Un grupo de alumnas del curso 76-77, con el uniforme oficial de la escuela.
Un grupo de alumnas del curso 76-77, con el uniforme oficial de la escuela. La Voz
Eduardo D. Vicente
23:18 • 18 abr. 2018

A los niños nos gustaba mucho ir de ronda a los colegios femeninos cuando esta noble actividad rozaba la aventura por la vigilancia severa de las religiosas que custodiaban la moral del centro. 



No sé por qué razón teníamos una inclinación especial por las niñas de los colegios de monjas. Tal vez por el placer de lo prohibido, por la emoción que suponía burlar la vigilancia de sus tutoras o quizá por la atracción del uniforme. Sea por una razón o por otra, la verdad es que muchos de aquellos niños de los años setenta que empezábamos a encarar el camino de la adolescencia  fuimos la pesadilla de las puertas de los colegios, un dolor de muelas permanente para las religiosas y para los maestros, que veían en  nosotros el paradigma de las malas compañías. Ellas se esforzaban por darle una sólida educación moral y espiritual a las niñas para que después, a la salida de clase, viniéramos nosotros con nuestros vaqueros desgastados y nuestros cigarrillos compartidos a echar por tierra todos sus esfuerzos. Tanto trabajo, tantas horas empleadas en las aulas para enseñarles valores para que dilapidaran su tiempo libre con nosotros, charlatanes callejeros, aristócratas de billares y futbolines con las hormonas a flor de piel.



Cuanto más nos regañaban las monjas, cuanto más difícil nos lo ponían, más disfrutábamos con la experiencia y allí estábamos sin falta, una tarde tras otra, frente a la puerta del colegio en una revolución permanente, aguardando en pandilla a  que ellas salieran.



Donde más fácil lo teníamos para pasar desapercibidos era en el colegio Mater Asunta, alejado del ruido, medio escondido entre los árboles del Parque y la soledad del Paseo de San Luis. Muchos años después de aquellas tardes de ronda, supe la historia de este colegio que empezó siendo una academia vinculada a la Acción Católica.



Cuando abrió sus puertas, en 1954, se anunciaba como una institución de carácter  privado fundada para orientar y ayudar a las jóvenes estudiantes en momentos tan decisivos como eran los últimos cursos de la Enseñanza Media. Allí iban las muchachas cuando salían del Instituto para prepararse las asignaturas que se les atragantaban y aquellas que querían aprender los primeros pasos en algún idioma o estaban preparándose para las oposiciones de Magisterio. 



Fue a comienzos de los años sesenta cuando la academia femenina del Paseo de San Luis pasó a llamarse colegio Mater Asunta, autorizado por el Ministerio de Educación para impartir las enseñanzas de los cursos de Bachillerato. El centro no tardó en destacar por su seriedad y por su eficacia y cada curso eran más las solicitudes que llegaban a la secretaría para conseguir una plaza en la escuela. Año tras año fue creciendo hasta que se hizo necesario ampliar el edificio. Se derribó el viejo caserón donde empezó a funcionar la academia y se  construyó un nuevo colegio más moderno y con instalaciones más amplias. El 24 de octubre de 1968, el Obispo de Almería, don Ángel Suquía Goicoechea, bendijo e inauguró el nuevo edificio del Paseo de San Luis.



La nueva instalación trajo más profesores y más matriculaciones que permitieron seguir creciendo. Las alumnas del Mater Asunta destacaban todos los años cuando había que salir a la calle para realizar la colecta del día del Domund y participaban en todos los actos culturales que se organizaban a nivel escolar. Tenían su propio coro que por Navidad participaba en los concursos de villancicos y siempre había alguna alumna destacada del centro que sacaba las mejores puntuaciones en los certámenes de redacción y dibujo que se organizaban entre los colegios.



En el verano de 1969, el ‘Mater Asunta’ consiguió el primer premio provincial de la campaña ‘Mantenga limpia España’. Sus alumnas, comandadas por la directora María Alicia Guirado Sánchez, consiguieron las mejores puntuaciones en teoría y práctica en el contexto de una campaña que pregonaba lecciones de urbanidad básicas para tener una ciudad y un país más habitable. El premio mayor consistió en un lote de libros, una enciclopedia y un tocadiscos, que se convirtió en el objeto más deseado del centro.


El colegio Mater Asunta tenía su propia capilla, una completa biblioteca donde muchas niñas se aficionaron a la lectura, y un enorme patio para el recreo, tan grande como el Paseo de San Luis y el Parque, donde disfrutaban de los minutos para el bocadillo. 


El centro supo adaptarse a cada cambio de época y sobrevivió a los años de la Transición, donde los colegios de monjas, aunque fueran seglares, empezaron a perder protagonismo. La importancia de la religión, siempre presente en las aulas, la seriedad de los uniformes y la moralidad como bandera, fueron los pilares de la educación dentro de la escuela. 


Durante más de veinticinco años, el ‘Mater Asunta’ fue un colegio exclusivamente femenino. La primera vez que entró un muchacho en aquel universo de mujeres, un práctico lleno de juventud, las religiosas reunieron a las niñas y les sugirieron la conveniencia de que les sacaran tres dedos al bajo de las faldas.


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