La memoria de los héroes de la División Azul

El investigador Alfonso Viciana prepara un libro con las historias de aquellos jóvenes almerienses que al terminar la Guerra Civil se fueron a batallar contra Rusia junto al ejército

Alfonso Viciana está ultimando la historia de los divisionarios que saldrá el próximo verano.
Alfonso Viciana está ultimando la historia de los divisionarios que saldrá el próximo verano.
Eduardo D. Vicente
21:41 • 01 abr. 2017

Empezaron siendo héroes y acabaron en el anonimato que fue tejiendo el paso del tiempo y la derrota. El primer grupo de voluntarios que en  el verano de 1941 se marchó a Rusia fue recibido un año después, a su vuelta del frente, con honores, como salvadores de la patria, como pequeños dioses de una ciudad que necesitaba creer en alguien para huir de las sombras de la posguerra. El tiempo fue pasando y los valientes soldados siguieron retornando a su tierra, pero ya sin grandes fiestas, ni titulares aparatosos, medio ocultos en ese segundo plano por el que acaban transitando los perdedores.




¿Quiénes eran aquellos intrépidos soldados que se apuntaron a una guerra que no era la suya. Qué motivos los empujaron para dejarlo todo y marcharse a Rusia a jugarse la vida en el nombre de un imperio que no era más que el sueño de un suicida. Qué paraísos les prometieron. Qué victoria les contaron? A todas estas preguntas ha tratado de darle respuesta el escritor e investigador almeriense Alfonso Viciana, que desde hace cuatro años trabaja en un libro sobre los quinientos almerienses que formaron parte de la División Azul.




“Se alistaron quinientos cuarenta y cuatro exactamente, de los que cuatrocientos ochenta y ocho fueron al frente. El resto tuvo que volver sin llegar a cruzar la frontera porque fueron rechazados por los tribunales médicos, y hubo cuatro que se volvieron desde Sevilla cuando comprobaron que el ejército no era ese lugar perfecto que les habían contado y regresaron desencantados”, asegura.




Todos teníamos en nuestro barrio a alguno de aquellos valientes que en su juventud habían formado parte de la División Azul. No eran unos vecinos cualquiera y a pesar del paso de los años, seguían conservando parte de la celebridad que les había dado su condición de combatientes.  La mayoría fueron jóvenes que se dejaron llevar por la euforia del momento. Otros se fueron huyendo de la miseria que había dejado en sus casas la Guerra Civil, convencidos de que si un día regresaban no volverían a pasar faltas. Los que antes de marcharse acreditaban que estaban parados recibían en compensación un suelo de siete pesetas diarias, cantidad que se les abonaba a las familias.




Captación
Fue en la primavera del año 1941 cuando en la prensa y en las emisoras locales  empezaron a lanzar la campaña de captación de ‘voluntarios falangistas de la cruzada anticomunista’. Querían aprovechar el entusiasmo patriótico del momento con mensajes que incitaban al alistamiento. En la calle Arráez, donde después estuvo instalada la escuela de los Flechas Navales, habilitaron una oficina de Falange donde iban los muchachos a inscribirse. A todos aquellos aspirantes a soldados los subieron un día en un tren y se los llevaron a Sevilla, donde estuvieron semanas aprendiendo las nociones fundamentales para ir a luchar a la guerra. Algunos no aguantaron los primeros días de instrucción y regresaron con sus sueños en los bolsillos antes de marchar al frente ruso. El 14 de julio de 1941, los primeros combatientes de Almería empezaron a cruzar  la frontera por Hendaya.




Sobre las verdaderas motivaciones  que empujaron a aquellos hombres a jugarse la vida con el ejército alemán en la fría Rusia, Viciana está convencido de que un porcentaje amplio hubo motivos ideológicos por encima de aspiraciones sociales o económicas. “Los primeros que se marcharon llevaban un ideario anticomunista. Habían vivido la represión en Almería durante los años de la Guerra Civil y querían luchar contra esa amenaza comunista que le habían contado que se cernía sobre Europa, embelesados también por el potencial del ejército alemán en una guerra que parecía ganada, por las noticias que llegaban a España”, explica el cronista.




Republicanos
Un 14% de los voluntarios eran militantes de Falange y un 4% jóvenes que habían permanecido en el  lado de la República durante la guerra y que según Alfonso Viciana “se alistaron para limpiar el pasado y tener encaje en la nueva sociedad  que se formó tras la victoria de Franco”.




En la sede de la Central Nacional Sindicalista, situada en el número 10 de la calle Reyes Católicos, se habilitó la oficina de atención a los familiares, que una vez al mes iban por allí a cobrar la paga y a recoger las cartas que llegaban del frente. Aquellas cartas que mandaban los soldados no traían remite, sólo la frase ‘En un lugar de Rusia’, y su contenido estaba sembrado de mensajes de esperanza y buenas noticias, ya que la censura se encargaba de ocultar la auténtica realidad. Las oficinas se llenaban de madres que iban a la sede a enviar los paquetes llenos de  embutidos y de besos. Muchos de aquellos soldados perdieron la vida en las estepas rusas o les dieron por muertos  o desaparecidos sin saber que aún estaban vivos. “Las cifras que he podido averiguar hablan de que murieron más de ochenta soldados almerienses en combate, dieciséis cayeron prisioneros, dos fueron considerados como desaparecidos y algunos fallecieron después de regresar debido a enfermedades  que habían contraído en  el frente, sobre todo de tipo pulmonar”, sostiene.


Mutilados
Otros tantos volvieron con graves heridas. Fueron los caballeros mutilados, a los que el Estado trató de compensar a la hora de adjudicarles una vivienda o de buscarles un trabajo. “Salieron más favorecidos los que formaron parte del primer contingente. Cuando volvieron encontraron buenas colocaciones: unos ingresaron en el cuerpo de la policía municipal, a otros los hicieron ordenanzas...”


Alfonso Viciana quiere recordar también que los soldados almerienses estuvieron muy bien considerados por los alemanes, que valoraban mucho su valentía. Quizá por ese arrojo, y sobre todo por el papel que jugaron en aquel momento histórico, el investigador almeriense ha querido hacerles este homenaje. “La mayoría de estos jóvenes merecían un lugar en la historia. Estoy convencido de  que ninguno sabía dónde iba realmente y mucho menos el holocausto que se había puesto en marcha”, afirma.


El 4 de abril de 1954 llegaron a Almería catorce voluntarios retornados del cautiverio ruso. Sus familias ya los daban por muertos, por lo que se presentaron en el recibimiento sin atreverse a quitarse el luto. Fueron recibidos como héroes y paseados en un camión descapotable por el centro de la ciudad para que recibieran un baño de multitudes.
 



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