El Pendón y el inicio de la decadencia

En 1987, Trini Cabeo hizo historia al ser la primera mujer en llevar el estandarte de los Reyes Católicos

Eduardo D. Vicente
15:00 • 27 dic. 2016

Todavía, en los primeros años setenta, el Pendón tenía carácter de fiesta popular y cuando a primera hora de la mañana sonaban los primeros cañonazos y los soldados desfilaban camino del Ayuntamiento, la gente del barrio se echaba a la calle. 

En aquel tiempo el desfile de las tropas era todavía un acontecimiento grandioso. Lo hacían con esa solemnidad que rodeaba a las celebraciones militares, con la marcialidad de un tiempo pasado, a veces tan exagerada que a los niños de entonces nos imponía ver el desfile, como si aquellos soldados, la mayoría de remplazo, hubieran venido de alguna guerra y vinieran a liberarnos.

El Pendón nos despertaba antes de tiempo en una época en la que casi nadie trasnochaba. No existían los pubes y a las doce de la noche no quedaba ningún bar abierto, por lo que la gente se levantaba pronto, se arreglaba como si fuera un domingo y salía a pasear cuando sonaban los primeros disparos que anunciaban la fiesta de la Reconquista. Es verdad que ya en aquel tiempo el Pendón era más un festejo de barrio que de ciudad, como si la tradición se hubiera ido quedando aislada en un par de manzanas y sólo los niños que vivían entre el Paseo y la Almedina participaban en los actos. Desfilábamos detrás de los soldados y entendíamos aquel estandarte como si fuera una bandera más de las que participaban en el festejo, sin importarnos qué representaba. Nos gustaba contemplar cómo marcaban el paso aquellos militares bien armados y con el uniforme brillante; nos gustaba ver la comitiva sacerdotal que con sus llamativos ropajes recorría las calles en nombre de Dios. 

Qué diferentes nos parecían a nuestros ojos los curas cotidianos que veíamos a diario con sus sotanas negras cuando se vestían con toda la parafernalia del momento y salían en el Pendón. Encabezaban la comitiva donde también iba la corporación municipal al completo antes de que empezaran a surgir las primeras discrepancias políticas. 
El Pendón, que en los últimos años de la dictadura apenas había cambiado y se mantenía intacto, como treinta años atrás, dio un giro brusco en apenas un lustro. El declive comenzó en la Transición y se convirtió en decadencia absoluta en los años ochenta. 

La tradición se quedó en un festejo de barrio y para muchos en un acto molesto que despertaba a la gente antes de tiempo. La fiesta de la Reconquista se fue quedando desierta y éramos tan pocos los que acudíamos a la cita  que acabamos siendo el grupo de amigos del Pendón. También hubo una deserción política, una retirada testimonial, es decir, estaban allí, pero con una desgana contagiosa, dejando a las claras que aquello era una obligación.

Esa apatía se acentuó cuando a la joven concejal socialista Trini Cabeo le tocó portal el estandarte al ser la más joven de la corporación. Se estrenó en 1987 y se convirtió en la primera mujer que llevó el Pendón por las calles de Almería. Sustituía a Antonio Sáez, que el año anterior lo había llevado representando al partido de Alianza Popular. La presencia de Trini Cabeo le dio un aire juvenil y rompedor al festejo, y a la vez una pincelada de distanciamiento que fue habitual en las celebraciones posteriores. Trini nunca pareció de aquella fiesta. Participaba porque no tenía otra alternativa, pero despojando al acto de toda marcialidad militar y política y de toda carga religiosa, tal vez con el mismo poso de frialdad de quien piensa que allí no había nada que celebrar.







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