"Si pierdo, aprendo; si gano, enseño"

Entrevista a José Antonio Martínez Soler

José Antonio Martínez Soler.
José Antonio Martínez Soler.
Alberto Gutiérrez
11:22 • 04 jun. 2016

Pregunta.-Te has marchado del periodismo tras tu última etapa como Consejero Delegado de 20 minutos. ¿Cómo asistes a todo lo que está pasando: continuos cambios de directores de periódicos, inquietud en los medios…?
Respuesta.- Esta pregunta da para una tesis doctoral. Pero te diré que el inmovilismo y la seguridad total corresponden a las dictaduras, ya sean fascistas o comunistas. En democracia tenemos que acostumbrarnos al cambio, a la movilidad y a la inquietud permanentes. Yo trato de caminar con naturalidad sobre la incertidumbre. En el fondo, lo que está pasando no es muy diferente que lo que pasó en décadas anteriores. Los viejos creen que cualquier tiempo pasado fue mejor, en la arcadia feliz. Pero eso suele ser falso para todos menos para los viejos que entonces eran jóvenes. Lo mejor está por venir…




P.-Hace unos años decías que el papel de los periódicos no desaparecería y que los medios se tendrían que adaptar. ¿Podrían llegar a ser gratuitos, como apuntabas?
R.- Las noticias sobre la muerte del diario impreso son, como dijo Mark Twain sobre su funeral, extraordinariamente prematuras. El papel no morirá. Las palabras y las imágenes se las lleva el aire. La confirmación tipográfica mantiene la fuerza de la escritura. La libertad es escrita. Y la escritura, que permanece en el papel, subirá y bajará pero no morirá. Como dijo Darwin de las especies, solo sobrevivirán aquellos medios de información que se adapten con flexibilidad a los cambios. Habrá de todo pero no hay nada gratis. Ni comida gratis ni sexo gratis ni noticias gratis. Hay televisión de pago y televisión en abierto, que no es lo mismo que gratis. El oyente, el telespectador y el lector de un diario que no se vende pagan a sus emisoras, cadenas o diarios con su atención. No pagan con dinero sino en especie. Los medios de comunicación, ya sean de pago o en abierto, reciben esa atención (oro puro) y la convierten en ingresos por impactos publicitarios. Es un intercambio de favores compensatorios. 




P.-Trabajaste en TVE en una época imagino que apasionante. Una televisión cuyo mensaje y presencia eran más poderosos que hoy. ¿Cómo era la relación de los periodistas con el poder?
R.- Esa relación era y debe ser mala por naturaleza. El poder, sobre todo el arbitrario (que es el poder de verdad), siempre quiere emitir su mensaje sin limitaciones. Quiere eliminar a cualquier contrapoder que le ponga límites. El poder manipulaba entonces, manipula hoy y seguirá manipulando en el futuro. Así es el animal. El público sintoniza su conciencia con su emisora. Puede ser inculto pero no es gilipollas. Antes que cambiar la mente de un lector o un espectador, éste cambia de periódico o de emisora. La manipulación no siempre cuela.




P.-Unos meses después de la muerte de Franco sufriste un secuestro y llegaron a hacerte una ejecución simulada. Aquello no te calló, ¡todo lo contrario!
R.- Lamento contradecirte: me apagó durante algún tiempo. Ya lo creo. Le cogí miedo al toro. Luego, con el tiempo, ese miedo se me fue pasando. De hecho, tras el secuestro, con las heridas aún frescas, salí huyendo de España y me refugié un año en la Universidad de Harvard como Nieman Fellow. Las torturas siempre dejan huella. Y el miedo es fantástico. Nos protege. Yo no soy ningún valiente. Si hubiera sabido las consecuencias de mi artículo, sobre las purgas franquistas contra los moderados en la Guardia Civil, no lo habría publicado.




P.- ¿Te tropezaste alguna vez con tus secuestradores, tiempo después?
R.- No. Aunque me dijeron que mi secuestro estaba en sus hojas de servicios, nunca tuve interés en conocerles. Hace unos años, un ex militar de la UMD, relacionado con mis fuentes de información, me dijo que, al conocer la orden del secuestro, trataron de avisarme pero no consiguieron localizarme a tiempo. (En aquella época no había móviles.)




P.- ¿El franquismo siguió teniendo presencia en muchos ámbitos?
R.- Por supuesto. Y sigue profundamente enraizado en nuestros comportamientos. Sobre todo en la derecha. Pero no solo. Claro que, cada año que pasa, Franco tiene menos culpa de lo que hacemos. Y hemos progresado bastante. La TVE de Aznar me despidió como corresponsal de TVE en EE.UU, en 1996, tras hacer las entrevistas preelectorales a los candidatos presidenciales. El Financial Times lo resumió así en su editorial “Costumbres españolas”: “Cuando José A. Martínez Soler criticaba al poder en la dictadura lo secuestraban y torturaban. Cuando lo hace en la democracia solo lo despiden. Eso es progreso”. La libertad de información no la entendieron ni la derecha ni la izquierda. Unos amigos de izquierdas me dijeron: “¿qué esperabas tras esta entrevista?”. Si despides al que hace preguntas incómodas, ¿qué periodista hará la siguiente pregunta? De hecho, no hubo más entrevistas a candidatos presidenciales hasta pasar muchos años. El plasma de Rajoy… ¡Vaya progreso! Los vestigios de la dictadura calan en la derecha y en la izquierda durante más de una generación.




P.-Alguien, no recuerdo quién, decía que el periodista que no es crítico con el poder se convierte en relaciones públicas. ¿Estamos viviendo un resurgimiento de periodistas con garra?
R.- No más que antes. Hay mucha falsa garra. En ocasiones, hacemos preguntas de apariencia crítica, por las formas, pero, en el fondo, hacemos la pelota al entrevistado. Claro que a muchos falsos críticos se les ve el plumero. El público no es tonto.




P.-¿Sin periodistas no hay democracia?
R.- Desde luego, sin libertad de expresión, un derecho de los ciudadanos y no solo de los periodistas, no hay democracia. Opino como Thomas Jefferson: “Antes que gobierno sin periódicos, prefiero periódicos sin gobierno”. Claro que él lo dijo antes de ser presidente de EE.UU. No se lo que opinaría después.


P--Las nuevas tecnologías están brindando a muchas personas la capacidad de ser periodistas –algunos lo llaman “periodismo ciudadano”-. Pero parafraseando a Ortega, “no es esto, no esto”, ¿verdad?
R.- Todos los ciudadanos tienen derecho a ser periodistas. Pueden aprender nuestro oficio, el 2º más viejo y el más hermoso del mundo. Pero deben someterse a filtros de calidad y respetar los principios básicos de la profesión: el rigor en la contrastación de la información con más de una fuente, la buena fe, la búsqueda de la veracidad, la objetividad, la independencia y la neutralidad, aunque sabemos que son metas inalcanzables para el ser humano. Si algún colega nos dice que es veraz, objetivo, independiente y neutral ya sabemos, al instante, que nos está mintiendo. Mucho ojo. Nos la quiere dar con queso. No hay noticia gratis. Todas tienen un precio, aunque se pague en especies. Lo que se publica y lo que no se publica es la resultante de un intercambio de favores compensatorios. Escribí 500 páginas sobre “El mercado de la prensa y la compra-venta de noticias”.


P.-Fuiste director y fundador del diario El Sol, un fracaso, según tus palabras, pero que te ayudaría en el futuro a levantar 20 minutos, el diario más leído de España. ¿Qué supusieron estos dos proyectos para ti?
R.- Apliqué los mismos principios e idéntico esfuerzo y pasión en ambos proyectos. Aprendí del “If” de Rudyard Kipling que “debemos tratar al éxito y al fracaso, a ambos impostores, con la misma indiferencia”. No lo conseguí. Aún me estoy lamiendo las heridas de El Sol. Claro que el éxito de 20 minutos, el primer diario que no se vende, y de 20minutos.es, fue balsámico. ¡Qué alivio! No me arrepiento de mis muchos fracasos ni de mis pocos éxitos. Si pierdo, aprendo. Si gano, enseño.


P.-Eres también profesor de Economía de la UAL. ¿Qué tenemos que hacer en España para situar nuestras universidades en la cabeza del mundo?
R.- Lo primero: pagar mejor y exigir más a los docentes e investigadores. Me encanta la docencia y fui feliz en la UAL. Sin embargo, tal como está hoy, de la universidad española no se puede esperar nada bueno. Espanta a los más valiosos. Y es una pena. Hay una corrupción estructural, casi medieval.


P.-Tienes mucha relación con EEUU, pues tu mujer es estadounidense. ¿Por qué crees que Donald Trump está llegando tan lejos?
R.- Nadie pudo prever su ascenso, subido en la ola del populismo y la demagogia. Ahora vemos quien le apoya: una clase media y obrera en declive, cabreada, indignada, más inculta, racista y pobre que la de antes, amoratada por la crisis y los viejos del Tea Party que el Partido Republicano han criado y nutrido.


P.-¿El mundo debería preocuparse si este señor llega a ser presidente de la primera potencia?
R.-No se lo que preocupará al mundo. Pero mi mujer está tan asustada que piensa ir a su pueblo para a votar en persona contra Trump. Conocí a Trump cuando fui corresponsal en EE.UU. y nunca pude imaginarlo como candidato a la Casa Blanca. Es imprevisible e impulsivo. No escucha a nadie. Como él dice, solo acepta consejos de sus tripas. Me da pánico imaginar a ese populista, casi fascista, con un dedo sobre el botón nuclear…


P.-¿Qué te parece el Tratado de Libre Comercio entre EEUU y Europa? ¿El oscurantismo de su redacción es un motivo de alarma?
R.- Como todo libre mercado, a corto plazo, beneficiará a los fuertes y perjudicará a los débiles. Como socialdemócrata, pienso que, a largo plazo, con los límites que el Estado debe imponer al mercado, para salvarlo de sus propios fallos, será beneficioso para todos. Entiendo el miedo de muchos a un mercado más libre, a suprimir barreras y a perder protección arancelaria. Sin embargo, la tendencia mundial contra las fronteras del proteccionismo (y del nacionalismo, cuya guerra comercial suele preceder a la guerra militar) me parece irreversible. No se pueden poner puertas al campo, pero sí cauces a los ríos.


P.-¿Qué es lo mejor de los americanos y lo mejor de los españoles? Lo puedes decir mejor que nadie, claro.
R.- En EE.UU, veo más flexibilidad, eficacia y búsqueda de la excelencia. Más espíritu práctico que aquí. Pero es un país muy duro. No es bueno para débiles. Mi mujer dice que lo mejor de España son los españoles.


P.-Te has jubilado pero se te ve muy activo en las redes sociales. No has perdido la ilusión…
R.-Estoy tan feliz que, de haberlo sabido, me habría jubilado antes. He dedicado 50 años al periodismo. Tengo muchos proyectos y me falta tiempo. Claro que uno de esos proyectos es, precisamente, perder el tiempo. A conciencia. Con mis hobbies: tenis, talla de madera, huerta, jardín, agitación en las redes sociales y en mi blog martinezsoler.com y, sobre todo, mi nieto Leo. Para Leo, mis hijos y amigos más próximos estoy escribiendo mis memorias de infancia en Almería. Me divierte.


P.-¿Se te quedó alguna espinita clavada? ¿Algo de lo que te arrepientes?
R.- Después de fundar 20 minutos, el diario más barato de España, me hubiera gustado fundar también el diario más caro de España. Fundé el semanario Doblón a 50 pesetas. Los demás costaban 25. Pero ya no me queda tiempo para eso. Como decía el maestro Sampedro: “nuestras vidas son los ríos… y ya noto la sal”. Mi suegro me dijo que “nadie, en su lecho de muerte, se había arrepentido de no haber dedicado más tiempo a su trabajo”. Yo me arrepiento de no haber dedicado más tiempo a mis tres hijos. Ahora trato de compensarlo con mi nieto Leo.


P.-¿Qué adjetivo consideras que te ha acompañado siempre?
R.- Dicen que soy hiperactivo. Quizás, por eso, paso por esta vida como Santa Teresa: de fundación en fundación.


P.-Creo que eres un almeriense muy activo fuera de la tierra. De vez en cuando quedáis a comer con conocidos paisanos allí en Madrid…
R.- ¿De vez en cuando? Cada semana. Lo pasamos bomba. Dijo Rilke que “la infancia es la verdadera patria del hombre”. Pues eso. Cada semana, nos revolcamos en nuestra patria almeriense. Todo el mundo parece estar feliz con el azar que le dio su inteligencia y su lugar de nacimiento. Yo no. Conozco a muchos más inteligentes que yo. En cambio, si pudiera elegir libremente mi lugar de nacimiento, elegiría la calle Juan del Olmo, de Almería, entre el Quemadero y la Plaza Toros.


 



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