Cincuenta años de festivales flamencos de Almería

Aunque este año las actuaciones del Festival no coinciden con la Feria, durante mucho tiempo sí lo han hecho

Enrique Melchor y Lebrijano en el Festival de Almería.
Enrique Melchor y Lebrijano en el Festival de Almería.
Norberto Torres
12:50 • 19 ago. 2016

La celebración este año 2016 de la boda de oro del Festival de Flamenco de Almería parece haber marcado un antes y un después en la historia de este evento, y su definitiva proyección y actualización como una de las citas ineludibles del flamenco en julio. Recordaremos precisamente los inicios de los festivales flamencos en Andalucía, para valorar los cambios que propone la última edición del festival de Almería. 




Llama la atención la presencia de esta ciudad levantina-andaluza casi desde el inicio de este tipo de eventos celebrados en la geografía andaluza. En España, la creación generalizada de festivales no aconteció hasta la segunda mitad del siglo XX, momento en que el turismo pasó de ser un fenómeno social a económico bajo la tímida apertura del franquismo iniciada en 1951, con la creación del ministerio de Información y Turismo que diseñaba, en 1954, su Plan Nacional de los Festivales de España. Los aficionados en Andalucía, sensibilizados por el inicio de lo que la historiografía del flamenco llama “etapa de revalorización del cante”, con la emblemática celebración del I Concurso Nacional de cante Jondo en Córdoba en 1956 que venía a retomar el de Granada de 1922 liderado por Lorca y Falla, de alguna manera aprovecharon esta coyuntura y empezaron a celebrar festivales.




Solo faltaba un líder para simbolizar esta nueva cruzada o empresa quijotesca en pro de la dignificación del cante flamenco, y un movimiento. La llave la recibirá simbólicamente el cantaor sevillano Antonio Mairena en Córdoba en mayo de 1962, el movimiento es conocido hoy como “mairenismo”.




El primer festival, el Potaje Gitano de Utrera, se organiza en 1957, coincidiendo con la primera salida penitencial de la Hermandad de los gitanos de este pueblo sevillano.  Antonio Mairena ya participó de forma desinteresada en la segunda edición y durante cinco años consecutivos para asegurar su consolidación. Dato anecdótico: rifaron cada año un borrico hasta la décima edición, 1966.




Lo consiguió el escritor y cineasta Edgar Neville. El 7 de septiembre de 1961, ya tenemos el segundo festival por orden cronológico, el  I Festival Flamenco de Arcos de la Frontera. El 25 de agosto de 1962 el tercero, el I Festival de Canciones y Cante flamenco, otro histórico, por celebrarse nada menos que en el pueblo natal de Don Antonio, Mairena del Alcor. Una joven promesa llamada Juan Peña “El Lebrijano”, entonces la voz más prometedora del mairenismo, recibió el Trofeo Antonio Mairena. La segunda edición se celebró en 1964, cambiando su nombre por Festival de Cante Jondo y a partir de la tercera en 1965 empezó a entregarse uno de los trofeos más cotizados y emblemático del movimiento, la Antorcha del Cante.




En 1962 y siguiendo los pasos de Mairena del Alcor, otro pueblo sevillano, Écija, celebrará el 15 de septiembre de 1962 su I Gran Festival de Cante Grande. Siguiendo la tradición culinaria de Utrera con su Potaje Gitano, Morón de la Frontera iniciará su I Gazpacho Andaluz el 31 de agosto de 1963. Lebrija se suma al movimiento mairenista-festivalero con la celebración el 9 de septiembre de 1966 de su primera Caracolá.




Si todos estos festivales pioneros se desarrollan en la geografía de los pueblos sevillanos con tradición flamenca, 1967 marcará la expansión del movimiento fuera de este marco. Seguiremos con la consolidada difusión en tierras sevillanas, con la celebración en Marchena el 5 de agosto de 1967 de su I Festival de la Guitarra. Aunque parece extraña la aparición de la guitarra, todo se aclara cuando vemos que uno de los promotores del evento fue el tocaor de Antonio Mairena, el genial  Melchor de Marchena. Otro cantaor, payo pero de estética gitana en la expresión, se sumará al movimiento, Antonio Fernández Díaz “Fosforito”, con la celebración el 16 de agosto de 1967 en Puente Genil del primer festival “Fosforito canta en su pueblo”. A iniciativa de una joven peña flamenca de Almería, precisamente con nombre “El Taranto” a propuesta de Fosforito, se celebrará el 21 de agosto de 1967 el I Festival de Cante Hondo.




Lo demás, ya es historia que se puede seguir perfectamente de forma documentada y con profusión de materiales iconográficos estos días en los Aljibes Árabes de la ciudad. Si hoy los festivales andaluces están en declive y han reducido de forma importante su número, cabe recordar que a partir de los años 80, coincidiendo con la llegada del nuevo gobierno autonómico, se multiplicaron rápidamente, llegando a celebrarse cada verano más de 200 manifestaciones de este tipo durante más de una década.


El festival de Almería
Como hemos señalado anteriormente, el festival de Almería representa un caso precoz de difusión de este movimiento en la geografía andaluza. Basta con seguir los carteles de las primeras ediciones y de los artistas que participaron para ver que se trata en línea general del diseño mairenista de la provincia de Sevilla a la conquista de nuevos espacios.
Como lo refleja la exposición antes referida y las recientes memorias del cantaor José Sorroche recogidas por Luis García Yepes, la figura del aficionado Lucas López López, su amistad con el cantaor Antonio Mairena y su cercanía al poder municipal, debe de haber sido clave en el asunto. Sorprende leer cómo un reducido grupo de aficionados como Pepe Barranquete, Alberto Díaz, José Sorroche, Diego El Payano y Lucas López López, desde una reunión en la cochera de los hermanos López, formalizaron una peña flamenca el 15 de mayo de 1965 en este local propiedad de Dª Filomena López Fernández, para dos años después situar a Almería en la geografía flamenca de vanguardia de entonces, con su particular cruzada en pro de la dignificación del flamenco gitano-andaluz. Quizá la habilidad en su momento haya sido integrarlo en los festivales de España, coincidiendo con la celebración de los actos de la feria de la ciudad. Y aquí tenemos creo el principal rasgo diferenciador que ha marcado el festival de Almería a lo largo de estos cincuenta años. Inconfundiblemente asociado a la Feria de Almería y a su programación de actividades diversas, el flamenco ha completado con los toros la cuota castiza y andaluza que colorea las diversiones de todo tipo “non-stop”  que suponen el acto ferial.


Pero quizá por tomarse al pie de la letra lo de educar al público en el palo más difícil que es “saber escuchar”, consigna que pedagógicamente se proponían las incipientes peñas flamencas, lo que siempre sorprende a los artistas que actúan en Almería y así lo manifiestan, es la calidad de un público precisamente menos festivo y más pendiente de escuchar, que en otros lugares bajo-andaluces.


El festival de Almería hoy
La etapa de revalorización del flamenco en Andalucía entró en crisis después de la Expo 92 y varios investigadores empezaron entonces a señalar que los festivales habían cumplido ya su “misión” y debían de cambiar fórmulas ya obsoletas para sobrevivir.


La historia del festival de Almería refleja también este trance y resulta interesante seguir los cambios de organización y gestión a partir de los 90, que propiciaron como es natural opiniones diversas entre los aficionados, la saludable dialéctica entre lo antiguo y lo moderno que anima todo arte en movimiento. Pero pienso que este año el festival ha dado un salto positivo espectacular y de profunda renovación. Por varios motivos.


En primer lugar, el cambio de fecha y de sitio. Como comentó el cantaor Arcángel, el público ya no asociará flamenco con feria, e irá a escuchar esta expresión musical sin otras connotaciones, además de la racionalización de tiempo, recursos y gestión para integrar esta manifestación cultural en la propuesta turística veraniega de la ciudad en julio.


En segundo lugar, esta música se ha ganado a pulso estos últimos años el entrar de pleno derecho en el contexto de la nueva difusión y ampliación pública de la oferta cultural (red de teatros, producciones con temáticas definidas, programaciones estables durante todo el año, diversificación del concepto de “espectáculo flamenco”, actividades paralelas, etc.).


El festival de Almería se estaba quedando peligrosamente estancado y congelado en el pasado a la vista de lo que se está haciendo en otras ciudades españolas, e incluso en varios países en torno a esta expresión musical. El diseño del festival este año, con su serie de actividades paralelas, refleja este cambio de rumbo.


No se trata solo de programar a una serie de artistas taquilleros en un escenario para el gran público a una hora determinada (este objetivo ya se consiguió), sino que, echándole imaginación, ver que admite toda una variación de otros espacios con propuestas y formatos diversos, desde el cine, la fotografía, la literatura, la pintura, los museos, las salas de exposiciones, las aulas universitarias, los talleres en la calle, los conservatorios, las escuelas de música, las master-class, etc., con la promoción de todas sus expresiones, el cante, el toque, el baile, las percusiones, las artes escénicas, y todos sus actores, los noveles, los locales, el barrio, la calle, los consagrados.


Como admite a todo tipo de públicos, desde los niños pequeños para jugar con el compás, pasando por los melómanos sin prejuicios, hasta los aficionados más cabales defensores de la tradición. Creo que la fórmula este año ha sido acertada y ha funcionado. Almería se ha hecho popularmente flamenca durante una semana y el público lo ha disfrutado mejor que nunca. Una forma de democratizar el arte.



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