A Aquilino le escondieron las camas de los pasillos. ¡Ay, Aquilino!

Juan Torrijos
01:00 • 06 oct. 2015

A “Torrecondenas” subió don Aquilino. Supongo que no lo hizo el hombre en el servicio público de autobuses municipales (no debía ser una de las líneas conveniadas con el consorcio de la Junta), tampoco debió hacerlo el caballero por lo carriles bici, último invento de la Junta y el Ayuntamiento para crear empleo. Debió hacerlo en uno de los coches oficiales que le pagamos los ciudadanos. No dan ejemplo. Quieren que los ciudadanos usemos el transporte público o la bici, pero ellos no dan ejemplo. El consejero, que lo es de sanidad, vino a esta tierra a presentar nuevos servicios para los usuarios del SAS. ¡Bien! ¡Gracias, consejero! Sabemos que estamos en el corazón de usted y de la señora presidenta y nos envanece el nuestro. ¡Qué pena, don Aquilino, que no estemos también en las flacas chequeras de la Junta! Para el hombre el Materno Infantil es una prioridad, pero la chequera está en números rojos y no sabe ni cuándo ni cómo se hará la obra. No se llevó la primera piedra, lo que es una bendición, ya que nos demuestra que algún día son capaces de poner la segunda, y después la tercera y así hasta cubrir aguas. ¿Menores? No sea usted grosero. Perdón.
No las vio don Aquilino. ¿Qué es lo que no vio don Aquilino? Las camas en los pasillos del hospital. Cómo es posible si las ven todos los usuarios de “Torrecondenas”, casi todos los trabajadores del centro y los visitantes que van a ver a sus familiares. Está confundido. ¿Qué estoy confundido? Sí, lo está. El día en que don Aquilino subió al centro no había ni una cama en los pasillos, por lo que nadie las pudo ver. Ni siquiera usted. ¿Y qué pasó entonces con las camas de los pasillos? ¡Ah, misterio! Claro, contrataron a Reyman y las hizo desaparecer con un truco de magia. Son geniales estos gestores de la sanidad almeriense. Traigo un mago, un juego de distracción y el personal no se percata de las camas en los pasillos. Y el señor consejero y la señora delegada se van a casa satisfechos de nuestro trabajo. Que les suban el sueldo, que les den un ascenso, que los manden al cielo de la eficacia.
Son unos puñeteros estos del sindicato CSIF, siempre dando la lata, pues no van y dicen que lo que hicieron con las camas de los pasillos fue esconderlas, ocultarlas, quitarlas de en medio para que no las viera don Aquilino. ¡Sois malos María José!







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