Refugiados, inmigrantes, personas

Ginés Jesús Parra Córdoba
01:00 • 06 oct. 2015

La guerra en Siria, por desgracia, empezó hace más de cuatro años, desde entonces comienza el goteo de ciudadanos que intentan huir y refugiarse en otros países, algo que lejos de ser un sueño, se convierte en necesidad para salvar sus vidas.
Aquí, a nuestro lado, a tan solo 180 Km, también tenemos una valla, una frontera, por donde intentan pasar inmigrantes de distintas nacionalidades que huyen de la guerra, de la represión, del hambre, buscando una oportunidad algo que les lleve, ni siquiera a vivir bien, simplemente a VIVIR.
Personas que entran como pueden, cuando pueden, y que antes e incluso después de cruzar, malviven en asentamientos, sin luz y sin agua, con apenas comida. Muchos se dejan la piel y su sangre en las concertinas, otros en el mar, en nuestro mar de Alborán, donde tantos han quedado sepultados, también mujeres y niños, de los cuales solo sus familias se han enterado y los han llorado.
Sin retroceder mucho, en el mes de septiembre, 48 inmigrantes fueron rescatados de una patera a dos kilómetros al sur de la isla de Alborán, entre los que figuraban 7 mujeres y dos bebés. Unos días después la Guardia Civil rescató a 44 inmigrantes subsaharianos que viajaban a bordo de una patera cerca de la isla de Alborán, eran 31 hombres, 11 mujeres y 3 bebés. Y diez días después de ese mismo mes, 31 inmigrantes de origen subsahariano son rescatados a 30 millas náuticas de la isla de Alborán. No sabemos mucho más sobre la nacionalidad de cada una de estas personas.
Ante las imágenes de televisión de niños muertos en las playas turcas, de familias que transitan desde la frontera de Serbia con Hungría, utilizando como camino las vías del tren, los que cruzan los balcanes para llegar al Norte de Europa, a través de vayas y alambradas, se nos despierta la solidaridad, se nos abren las carnes y se ofrecen familias para ser acogedoras. Se producen manifestaciones en apoyo de estos, se colocan pancartas en edificios simbólicos y realmente es de alegrarse que surja todo este movimiento de apoyo, que los gobiernos incluido el nuestro, cambie de postura y donde dijo digo ahora diga Diego. Es de alegrase porque a tod@s nos aterran ver estas imágenes, estas situaciones dramáticas.
Los gobiernos, además de cambiar de postura, no terminan de tomar decisiones, de actuar, de poner soluciones. El gobierno, los gobiernos tienen obligaciones y no pueden delegar en la solidaridad de sus gentes, por muy sana que esta sea.
¿Cuál es la diferencia entre los refugiados sirios y los de otros países? ¿Cuál es la diferencia entre aquellos que huyen de la guerra y los que huyen del hambre y de la miseria? ¿Cuál es la diferencia de los que malviven en asentamientos junto a las fronteras de Hungría y los que lo hacen de idéntica forma en nuestra provincia? Pareciese que hubiese inmigrantes de primera de segunda, personas unas que despiertan una solidaridad inusitada y otros no. Unos, solo los sirios, reciben el cariño y la ayuda de miles de personas, con concentraciones, manifestaciones, recogida de dinero y alimentos, se les abre las puertas humildes de las casas de Europa, se recuerda en partidos de fútbol. 
Mientras otras personas, también mujeres y niños, bebés, venidos de diferentes países, sobreviven con mucho menos ¿Cuál es la diferencia? Alguien puede estar usando el juego de la manipulación. En estas cuestiones existen unos responsables y unos gobiernos que tienen la obligación de buscar soluciones. Y la solidaridad bien entendida debe ser con todos los que huyen y los que sufren en la frontera húngara y en la de Ceuta y Melilla. 







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