No será verdad

“En las presidencias de las federaciones deportivas abundan los ciudadanos con una perenne vocación”

Luis del Val
01:00 • 08 may. 2015

El Gobierno ha redactado un buen decreto sobre los derechos de imagen del fútbol, que permitirá a los clubes recaudar más, pero esta bondad ha sido respondida con la amenaza de una huelga, porque el Gobierno no ha tenido en cuenta la inconmensurable soberbia de uno de los personajillos del deporte, facción burocrática, que es el presidente de la Federación Española de Fútbol.


En general, salvo honrosas y elogiables excepciones, en las presidencias de las federaciones deportivas abundan los ciudadanos con una perenne vocación de ser falleras mayores, aunque para que llegue marzo falten diez meses. Por motivos de trabajo he recorrido España varias veces. Y tú vas a una capital de provincia, y te presentan al presidente del Colegio de Veterinarios, o al presidente del Colegio de Arquitectos, y te sueles encontrar con una persona normal y razonable. De repente, aparece en escena, por ejemplo, el presidente de la Federación Provincial de Tenis, y a los dos minutos y medio de conversación, te das cuenta que el hombre está dolido, porque habiendo hecho por el tenis mucho más que Rafa Nadal, no se le reconocen sus sacrificios. Puede parecer una hipérbole, pero no proporciono datos tan veraces como específicos, porque comprometería a terceras personas, y no quiero estropearles las cenas de los viernes.


Las huelgas son mucho más amenazadoras cuando se anuncian que cuando se ejecutan. Una vez puestas en práctica, o causan tal destrozo que se avienen los contrarios a ceder a las pretensiones, o bien su influencia en la vida de las gentes es tan mínima, que no les va a quedar más remedio que recoger velas, una vez demostrada la tontería, o resistir con un heroísmo digno de mejor causa.




A los ciudadanos, en general, les preocupa una huelga de transporte, pero si el Teatro o el Ballet se declaran en huelga, y los autobuses llegan a las paradas y los camiones suministran a los mercados, nadie se va a echar a llorar. Me gustaría que el soberbio que rige el fútbol profesional se atreviera a echar el pulso. Pero me temo que no será verdad.






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