Todos contra Podemos

“Es patético observar cómo la reacción en contra fue unánime en las organizaciones políticas oficiales”

M. Ángel Blanco Martín
21:30 • 18 nov. 2014

La aparición de Podemos en el espectro social y político del país ha sido un gran revulsivo. Ya no sirven las viejas barajas. Ahora hacen falta cartas nuevas, desde la exigencia que impone la irrupción de un nuevo protagonista que viene arropado por las demandas de nuevas generaciones. La Transición ha sido cerrada y su final no ha podido ser más lamentable, ante la degradación de los partidos tradicionales, adormecidos por el sistema establecido y con la democracia derrotada por la sociedad de consumo. A eso se ha unido la crisis, el paro que no cesa, y la gran corrupción de la que sólo conocemos la punta del iceberg. Y el desencanto total. 


Por todo eso surgió el 15-M, inicialmente forjado desde el espíritu de la juventud, especialmente del mundo universitario, que también fue protagonista destacado en los inicios de la Transición para conseguir la democracia frente a la dictadura. ¿Se acuerdan? El 15-M tuvo sus propios rasgos que fueron conquistando el espectro de la sociedad para convertirse en una estructura política desde la base. Junto a este movimiento se fueron sumando intelectuales, escritores, poetas, una amplia representación del mundo de las ideas, protagonistas del renacer del pensamiento crítico frente al sistema. Y en este contexto surge Podemos. Y esto no es “populismo”.


Es patético observar cómo la reacción en contra fue unánime en las organizaciones políticas oficiales y medios de comunicación. Ningún partido ha hecho un examen autocrítico sobre lo sucedido. Y en la prensa se rompen los esquemas de la ética, con tal de derribar al nuevo protagonista que por lo visto pone en peligro los privilegios de los instalados en la hegemonía del sistema. El objetivo está claro: Hay que desacreditar a Podemos. No han faltado, eso sí, algunos análisis críticos, con coherencia (por ejemplo, del historiador Santos Juliá), que Podemos no debe dejar de lado. 




En este panorama hay, desde luego, distintas actitudes. No es lo mismo el pensamiento de la gran derecha, con sus propias reglas para ejercer el poder, dentro o fuera de las instituciones. Si hay un deterioro democrático, en gran parte es responsable el mundo conservador. No me resisto a citar al premio Nobel de economía, Paul Krugman: “Porque a la derecha política siempre le ha incomodado la democracia. Por muy bien que les vaya a los conservadores en las elecciones, por muy generalizado que esté el discurso a favor del libre mercado, siempre hay un trasfondo de miedo a que el populacho vote y ponga en el Gobierno a izquierdistas que cobren impuestos a los ricos, regale dinero a espuertas a los pobres y destruyan la economía… La verdad es que una gran parte de lo que sucede en la política estadounidense es, en el fondo, una lucha entre la democracia y la plutocracia. Y no está nada claro qué bando ganará” (“Los plutócratas contra la democracia”, El País, suplemento Negocios, 26 de octubre, 2014, p. 26). Pues eso, aquí, en España.


Y en la izquierda, también la responsabilidad. Recientemente Alfonso Guerra se ha destapado con un actitud sorprendente anti-Podemos, aludiendo incluso al “huevo de la serpiente” (gestación del nazismo). Convendría recordar el entusiasmo que el PSOE despertó en la juventud, en cierto modo, y salvando las distancias históricas. El socialismo significó en cierto modo el espíritu de Podemos en la Transición. ¿Y qué queda ahora de aquel PSOE? ¿Y de aquel joven abogado laboralista, Felipe González? Hay una gran parte de la ciudadanía que se siente traicionada por un sistema que ha reducido la democracia a votar cada cuatro años y poco más. Toda la dinámica de los movimientos sociales, vecinales y culturales, determinantes en la Transición, fueron desmantelados por los partidos una vez acomodados en el sistema establecido. Podemos ha nacido porque es necesario.




Indudablemente, tendrá que asumir su responsabilidad, aceptar que el pensamiento crítico se acerque a su identidad y que el concepto autocrítico garantice la honestidad ante el engranaje amenazador. Y con este objetivo, Podemos se está asomando a la realidad del sistema, en medio de cierta soledad. Porque todos los demás han realizado la declaración formal de desestabilizar a Podemos e impedir su ascenso al control de la sociedad frente al poder. Podemos es vital para empezar de nuevo la construcción de la democracia desde cero. Y en ese camino no esta solo.





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