La bañera

La bañera

Juan Torrijos
19:57 • 02 ago. 2012

Sobre la dura madera de un banco, en el entorno de la plaza de los Derechos Humanos, había pasado la noche un emigrante ecuatoriano. Llegó a España y a Almería en los años de la burbuja inmobiliaria, aquellos en los que Zapatero decía que jugábamos en la primera división europea. Encontró vivienda, trabajo, seguridad social, médicos y medicinas gratis y colegios para sus niños. Había llegado a la madre patria. Se las prometía felices. ¿Qué soñaba la otra noche, cuando intentaba dormir sobre un duro banco de madera, en las calles de Almería?  Su único sueño eran los veintidós euros que le iban a pagar por la bañera de hierro que tenía al lado, y que le obligaba a dormir al raso. Su trabajo consistía desde hace meses en recorrer la ciudad buscando cualquier cosa que pudiera vender al chatarrero. La bañera suponía para él y su familia casi un tesoro. veintidós euros nada menos. Lo de dormir al raso había sido mala suerte. La carretilla no pudo soportar el peso de la bañera y se le abrió como una sandía madura. No tenía posibilidad de llegar a casa con ella acuestas, había que esperar al día siguiente para encontrar ayuda en algún vecino y mientras, mientras no le quedaba más remedio que dormir al lado de su tesoro, no se la fueran a llevar los que como él recorren la calles en busca de unos euros para dar de comer a la familia. Llegaron las primeras luces del alba, tenía que encontrar la forma de ponerse en contacto con algún amigo para buscar un carro en la que transportar la bañera. No le hizo falta, un barrendero puso su carro a su disposición y entre los dos subieron la bañera hasta el Quemadero.







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