Desde el carajo

Los agricultores de toda Europa protestan contra un modelo que los explota y los enfrenta

Moisés S. Palmero Aranda
23:35 • 06 feb. 2024

El carajo es esa cesta del palo mayor de las carabelas donde mandaban a los marineros díscolos, a otear el horizonte, como castigo, debido al frío, al viento y a que el movimiento de la nao se sentía más y la mayoría terminaban acarajados. 



Escribo desde aquí porque Ecologistas en Acción, organizó una charla para presentar diferentes proyectos, basados en la ciencia, análisis de datos oficiales, trabajo de campo y resultados de laboratorio tras 20 años de investigación. Condensado, inquieta en el asiento.



En “Agroindustria y humedales, una relación muy tóxica”, se habló de “El verdadero precio de los alimentos”, si se incluyen y cumplen las normativas ambientales, de seguridad, y dignidad de los trabajadores. De la falta de rigor científico a la hora de analizar el agua procedente de la agroindustria, poniendo de ejemplo los humedales de Sotomontes, donde aparecieron ocho productos prohibidos, y las Albuferas de Adra, que mueren lentamente por la presión agrícola. 



El colofón, “Hasta que la tierra aguante”, un recorrido por los puntos negros, donde se produce, carne, frutas y hortalizas, rentable económicamente, pero insostenible para el entorno, la salud y la justicia social.



A pesar de la incomodidad y la burla, desde aquí se ve a los piratas acechar, las ratas rondando despensas, y los acantilados y tormentas contra los que nos dirigimos. Las voces desde el carajo no pretenden hundir el barco, porque su vida va unida al mismo. Su objetivo es el de todos, navegar mejor, más tiempo y lo más lejos posible.



Mientras los capitanes lucen palmito en Berlín, los políticos gabachos dicen gilipolleces y la hipocresía permite la entrada de productos de dudosa salubridad, los agricultores de toda Europa protestan contra un modelo que los explota, infravalora y los enfrenta



Si nadie está contento, falla es el sistema, no los titulares basados en la ciencia ni el sabor de los tomates. ¡Qué carajo, restauremos los humedales!




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