Dos razones para que Almería se enamore de sí misma

Carta del director

Museo del Realismo y el Cortijo del Fraile.
Museo del Realismo y el Cortijo del Fraile. La Voz
Pedro Manuel de La Cruz
20:05 • 03 feb. 2024

Cuenta la leyenda urbana que si escuchas a tres personas hablar sobre Andalucía sabrás de dónde es cada uno en función de lo que exprese. Si habla bien de Sevilla, es sevillano; si habla mal de Sevilla, es malagueño; y si habla mal de Almería, es almeriense. Es una leyenda retórica, pero no es un invento quimérico.



Hay dos características de andar por casa que definen al almeriense: la ciclotimia y el sicodrama. La primera nos lleva a considerar que vivimos en la antesala de la marginalidad por la mañana, para, al atardecer, considerarnos la madre de la vida padre. La segunda, a considerar que tenemos poco y lo poco que tenemos vale poco. Dos recursos emocionales inútiles que solo sirven de falsa coartada para proyectar en los demás las carencias que nos han acosado durante siglos y a las que por incompetencia, inconsciencia y comodidad nunca hemos sido capaces de plantar cara con convicción y arrojo. Recordar que la mayor manifestación celebrada en la capital en la segunda mitad del siglo pasado fue pedir que Porta (el presidente de la federación de Futbol) fuera “la horca” tras una decisión deportiva produce sonrojo. Pero esto era la Almería de entonces. Un poblachón que no tenía nada, en la que nadie se movía y en que solo una minoría académica o sindical rompía la indiferencia con que la burguesía rentista y funcionarial contemplada pasar la vida y las oportunidades desde la placidez de las terrazas del Paseo.



Pero si esta indisimulada indiferencia se proyectaba en territorios como el socioeconómico, el desdén se convertía en abrumador olvido cuando del área cultural o académica se trataba. Si por esa burguesía rentista y funcionarial hubiese sido, Almería no tendría Universidad y, más recientemente, facultad de Medicina. Pero las cosas están cambiando. Y más que van a cambiar.



Dentro de unas semanas los Reyes van a inaugurar el Museo del Realismo. La capital va a contar con el principal Museo de la pintura realista del país y su director es Antonio López, un genio ya inmortal de la pintura española y universal. El histórico hospital provincial se va a convertir en un espacio único y extraordinariamente bello en su estructura histórica y en sus paredes. No ha sido una tarea fácil. Recuperar la belleza oculta tras las sucesivas obras llevadas a cabo durante siglos en la arquitectura primitiva del hospital es un trabajo que requiere pericia de quien la lleva a cabo, fondos de quien la financia y paciencia de quienes saben que reconstruir la Historia no tiene la inmediatez de intrascendente. El Museo del Realismo va a marcar un antes y un después en la oferta cultural de la capital y de la provincia.



Como también lo va a marcar la recuperación del Cortijo del Fraile. Quienes creen que el universo lorquiano se circunscribe a los limites siempre reducidos del elitismo están en un inmenso error. El escenario de Bodas de Sangre, si se hace bien -y se hará bien, no lo duden-, acabará convertido en un lugar de peregrinación para todos aquellos que ven en Lorca la palabra hecha carne y la literatura hecha arte. Con su puesta en valor como lugar de Memoria Artística, García Lorca volverá a recorrer la geografía almeriense como recorrió sus calles de la infancia.



El reto de la Diputación en estos dos proyectos es inmenso y nadie tiene que poner en duda que se hará bien. Bueno, nadie, salvo los acomodados en la filosofía del “abajo el que suba” y los instalados en una desgana permanente que solo contemplan la ciudad como un espacio para la especulación personal y un escenario para la desidia colectiva.





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