A lo que nunca renuncia un almeriense en crisis

Sube la hipoteca, el Carrefour, la dificultad para llegar a fin de mes, pero el bar es sagrado

El Quincho, una brasería de moda en la calle Jovellanos de Almería.
El Quincho, una brasería de moda en la calle Jovellanos de Almería.
Manuel León
00:04 • 09 mar. 2023

Como lo que no son cuentas, son cuentos, este artículo va de lo primero. Con la inflación taladrando los bolsillos, ha aumentado, como es natural, el número de almerienses que tienen dificultades para llegar a fin de mes: el 70% de los hogares (174.000 familias), según la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística, cuando en 2015 la tasa era del 40%; otra cuenta: sin contar aún el incremento de las hipotecas variables por el euríbor, el gasto por hogar almeriense ha aumentado el último año una media de 3.040 euros, según la misma fuente; y ahora, la paradoja: la media del gasto anual de un almeriense en bares y restaurantes es de 2.523 euros, el 12% más que hace un año, según la consultora AIS Group, acorde con la media andaluza.



Y no son solo cifras y tasas, la percepción navega por el mismo río: nunca antes en la ciudad había sido tan necesario hacer reserva previa para comer, cenar o tomar unas raciones; nunca antes se había tenido tanto la impresión de que el centro se ha convertido en un parque temático consagrado exclusivamente a la hostelería, en detrimento de mercerías, perfumerías (con permiso de Druni), boutiques, talleres, ferreterías (con permiso de los híper chinos), papelerías, tapicerías o charcuterías, que han ido languideciendo. El  castizo carpe diem  almeriense -la tierra madre de la vida padre- parece que doblega al más traicionero IPC; el ansia de alterne de los almerienses es imbatible: siempre, siempre, da para una caña más. Nos quejamos del precio de los tomates y de los pañales en el súper, pero la Estrella Galicia o la copa de balón, no son discutibles. El Club de los poetas muertos en plena pujanza, desafiando a la microeconomía los fines de semana, desde el Kiosco Amalia hasta El Barril, desde El Quincho a Casa Joaquín. Ya no somos estoicos en el ahorro  como nuestros abuelos, ni epicúreos como nuestros padres, ahora somos directamente una comuna hedonista: donde se ponga un mediodía al sol del Capitol o la barra del Alcázar o un tardeo en la circunvalación del Mercado o en el Perro Viejo, que se quite la guerra de Putin y el copón bendito. La caña ante todo y por encima de todo, la caña por encima del Dios Indalo, la caña no de España sino de Almería, como el símbolo más inequívoco de esta ciudad nuestra, esa donde cada vez faltan y van a faltar más camareros.










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